Lo que no conoces de mí.

Capítulo 31.

Ever.

Mentiría si dijera que Ryan no me afectaba en lo absoluto. Estar con él, de esa forma tan natural, irreal, me hacía sentirme como la Ever de antes. Despreocupada, tranquila... más feliz.

Y aunque por el momento nuestros encuentros eran solo para nosotros, la mirada de Rachel nos evaluaba con cierta diversión. Sospechaba que a ella le alegraría el asunto, pero no quería apresurar las cosas. Todo estaba mejor de lo que había estado en mucho tiempo.

Y entonces, en un suspiro, como recriminándome, todo se fue a la mierda.

—Yo creo que deberíamos ponerlo en letras más grandes —Anabelle sugirió, estudiando con cuidado las diapositivas que teníamos abiertas en la computadora.

—Si —le di la razón y agrandé la letra asintiendo satisfecha—. Luce bien.

—Pues claro —ella alardeó batiendo sus rubias pestañas—. Hablando de lo que luce bien... Ryan está para comérselo. ¿No te parece?

Quité mis ojos de la computadora y los clavé en donde los de Anabelle. Allí estaba él, sentado con Liam sobre una de las bancas exteriores de la escuela. Su cabello estaba revuelto, y una sonrisa pícara estaba anclada a sus labios. Unos labios suaves, tiernos, y...

Alejé mis ojos de allí y me perdí en el cielo, sintiendo cómo el rubor invadía cada maldito pedazo de mi piel.

—Joder, si no estuviera loco por ti, tendrías que cuidarte de que yo te lo robara —Belle seguía parloteando como una niña pequeña y emocionada—. No sé si te has dado cuenta, pero...

Dejé de escuchar en cuanto sentí que alguien me observaba. Busqué entre la gente, ligeramente alarmada, pero en cuanto me di cuenta de que eran los ojos de Ryan los que me taladraban, mi cabeza se relajó y mi corazón dio un traspié. Le sonreí, anhelando su contacto que tanto bien me hacía.

—¡Lo sabía! —el grito de Anabelle me regresó a la realidad de golpe—. Ya ha sucedido. ¿Verdad?

—¿Qué cosa? —pregunté haciéndome la inocente.

—¡Ever! —le sonreí satisfecha conmigo misma—. ¡Tienes que contarme!

—No sé de qué hablas Belle.

—Perfecto, entonces se lo preguntaré a él —se puso de pie echándose su cabello para atrás y regalándome una sonrisa malvada avanzó en la dirección en la que estaba Ryan.

—Muy bien, tú ganas —repliqué rápidamente al ver que hablaba en serio.

Ella soltó un gritito de triunfo y corrió a ocupar nuevamente su sitio a mi lado—. Soy toda oídos.

Así que se lo conté sin poder reservarme mucho. Ella parecía adivina cada vez que le ocultaba un mísero detalle.

—¡Lo sabía! Ustedes son el uno para el otro —Anabelle dejó salir un suspiro soñador—. Son tan lindos juntos, por favor Ev, cuando se casen yo seré su madrina, y...

Me reí negando con mi cabeza—. Vas un poco rápido. ¿No te parece?

—Qué va, si yo tuviera un novio como ese no podría esperar ni un solo momento para atarlo a mí eternamente.

—Eso se escucha...

—¿Maravilloso? ¿Perfecto? ¿Todo un sueño?

—Demasiado permanente.

Anabelle pensó en mis palabras un par de segundos—. Lo permanente no es necesariamente malo… ¿Sabes? Yo creo que no hay nada mejor que tener la seguridad de que alguien te pertenece, y de que tú le perteneces a alguien.

—Eso ha sido lo más cursi que he escuchado en mi vida —alegué arqueando una ceja quitándole importancia al asunto.

—Tal vez —ella me regaló una sonrisa tímida—. Sé que esas cosas no van mucho contigo, pero Ryan puede sacar eso en ti, puedo verlo por la forma en la que ustedes se miran. Se contemplan como si fueran el cielo del otro.

Sentí una inesperada ola de ternura hacia ella. Era de las personas más dulces que yo había tenido la suerte de conocer, y no podía más que estar agradecida por ello—. Eres incorregible—repliqué dándole un empujón amistoso.

***

—Va a ser duro —Santi comentó tranquilamente mientras caminaba a mi lado—. Tenerte lejos de nuevo, ya sabes.

Sentí que mi estómago se retorcía en culpa—. Lo sé, será espantoso. Tenerles cerca de nuevo es como...




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