Lo que no esperaba encontrar

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Cuando terminan volvemos a Las garzas donde, María, ya nos espera con la comida lista, ellos en la cocina y yo en el comedor que se encuentra en la sala, pero por algún motivo no quiero comer sola y aunque la mayoría de las veces lo he hecho estando aquí me siento rara. Tomo mi plato y me levanto en dirección a la cocina, al verme entrar algunos trabajadores me miran mientras mastican su carne.

 

 


—¿Puedo comer con ustedes? — pregunto, se miran entre si los seis hombres que están en la mesa.

 

 

 

—He, si claro — dice un poco un seguro y todos comienzan a hacer espacio y me acomode.

 

 

 


Al sentarme el ambiente parece un poco tenso, ninguno de los hombres habla, me miran de reojo mientras como con los cubiertos y ellos con sus manos deshebran la carne. En un intento por romper el hielo hablo sobre el caballo que me han preparado hoy.

 

 

 

—Manuel, gracias por ayudarme con el cabello — sonrió un poco y los demás miran a su compañero.

 

 

 

—De nada señorita — habla un poco cohibido por las miradas de sus compañeros.

 

 

 

—Ha sido muy divertido montar caballo — quiero reírme pero solo sonrió — creo que ese caballo me la pondrá difícil  —recuerdo que casi me caigo de ese animal.

 

 

 

—Ese caballo es un poco arisco — es la primera vez que el capataz habla, pues desde que estuvimos en el campo solo me miraba — no debieron darle ese caballo, hay otros que están mansitos — mira a, Manuel.

 

 

 

—Ese será mi caballo desde ahora — digo segura — se acostumbrara a mí — miro al capataz — quiero hablar con usted cuando no este ocupado — los hombres se miran entre si después a mí y a su jefe.

 

 

 


Después de eso no se vuelve a comentar nada en el transcurso de la comida. Quiero dar una vuelta por el pueblo o ir a la ciudad, necesito familiarizarme con todos aquí, pero como hacerlo, soy solo la nueva en este lugar. Al terminar de comer me levanto de dejando mi plato en el fregadero. Me despido de los empleados camino hacia la salida y desde ese ángulo observo mi casa y el patio.
Los caballos junto con sus necesidades dan un mal aspecto desde el portón, sillas de montar y otras cosas que usan los trabajadores en la entrada, debo hacer unos cambios de imagen por el momento, camino por un costado de la casa hasta llegara a la parte trasera. Hay un amplio lugar del tamaño de enfrente de la casa, con unos cubículos donde deben dormir los caballos y me acerco a un cuarto que tiene una puerta negra de herrería, veo más sillas de montar, herramientas y armas de fuego.

 

 

¿Para qué habría armas aquí?

 

 

 

No lo comprendo, pero cuando me doy la vuelta para irme, Luis, está en la puerta con los brazos cruzados por el pecho, me mira queriendo saber que hago aquí. Es la primera vez en mucho tiempo que me encuentro a solas con un hombre, no me siento nerviosa o algo parecido pero no me gusta estar aquí con él.

 

 

 

—Necesita algo — comenta teniendo la misma postura.

 

 

 

—No, solo estaba conociendo el lugar — observo las armas otra vez y levanto una ceja mirándolo a él otra vez.

 

 

 

—Solo se usan cuando son necesarias — comprendo al instante que se refiere a las escopetas y pistolas — de que quería hablar conmigo.
Camino hacia la salida y él se hace a un lado para que pase, cierra la puerta tras de él y sigue mis pasos. Miro todo otra vez poniendo mis manos como si tuviera una cámara en ellas.




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