Lo que no esperaba encontrar

7

El recién llegado carga a su amigo y lo coloca en el asiento del copiloto de su Hummer h2 cierra la puerta y Filomeno se coloca el cinturón de seguridad. El hombre sube de nuevo los escalones de la entrada y se queda frente a mí.

 

 


—Sé que te debo una disculpa por lo sucedido en el pueblo — me mira a los ojos y me tiene su mano — Soy, Guillermo — acepto su mano por cortesía, su mano es suave como un algodón.

 

 

 

—Rosana Villavicencio — contesto y una sonrisa aparece en mis labios, suelto su mano al darme cuenta del cosquilleo que siento en mi mano.

 

 

 

—Aceptarías un paseo por el pueblo como disculpa — elevo una de mis cejas y pongo un mechón de mi cabello azul tras de mi oreja derecha mientras lo miro.

 

 

 

No conozco a nadie en este lugar excepto mis trabajadores, hace mucho que no salgo con nadie pero no cederé a la primera. No niego que sea guapo, su cuerpo esta trabajado, pero dejo que gane mi lado prudente.

 

 

 

—No, tengo cosas que arreglar en mi hacienda y mi prioridad son Las garzas ahora pero gracias por la invitación — cruzo los brazos por debajo de mi pecho relajándome un poco.

 

 

 

—Bueno, supongo que en otro momento será — se despide con una sonrisa y cuando esta por subir a su camioneta habla de nuevo — Nos veremos pronto.

 

 

 

Veo cómo se van y no entiendo a lo que se refiere, cierro la puerta y me concentro en el despacho que era de mi padre. Ha quedado impecable, impoluto de limpio, sigo revisando y me encuentro con los predios orinales, copias de las escrituras, claro que en unas semanas me entregaran las nuevas al ser yo la nueva dueña. Encuentro fotografías de mis padres y yo de recién nacida así como mi bautizo, los demás sacramentos los realice en Baltimore, toda mi vida se quedó haya, amigos, conocidos aquí me siento sola.
No se cómo debo integrarme ahora que solo soy una parecida en el pueblo Las palmas. Salgo de la oficina y camino hacia las caballerizas en busca de mi caballo, le pido a uno de los empleados que lo ensille, debo conocer los alrededores siento que me ahogo y solo llevo tres días aquí. 

Paseo por mis tierras y entonces veo rota otra vez la lienza que hace habían arreglado mis trabajadores, el viento mueve mi cabello y entonces hago que el caballo corra para ir a la hacienda del señor, Jorge Alvarado. No se cómo sea ese señor, pero debo cuidar lo que es mío y no voy a estar gastando en una cerca que bien puede estar intacta.

Si bien, Luis, ha sido ignorado de mí no se librara va siendo hora de tomar al toro por los cuerno como dicen por aquí, cabalgo y pronto estoy frente a ese portón color blanco abierto totalmente, me quedo viendo un poco la entrada, es una hacienda bastante amplia, con una imagen intacta, sus árboles y pastor perfectamente podados, debe haber mano de mujer por aquí para tanta belleza. Hago que le caballo avance y en mi breve recorrido puedo ver la belleza de este lugar.
Toco la campana que esta aun lado de una puerta de herrería color blanco con dorado y me quedo esperando unos dos minutos hasta que por fin alguien abre la puerta. Ante mi aparee un joven con la piel bronceada, fuerte, cabello castaño largo y muy alto, debe de medir cerca de los dos metros.

 

 

 

—Buenos días — saluda.

 

 

 

—Buenos días, quiero hablar con el dueño de la hacienda — su mirada es dura e intimidante pero a mí no me va a asustar.

 

 

 

Se hace un lado para que pase, si por fuera la casa es increíblemente preciosa por dentro lo es mucho más, tonos blancos, dorados y cafés, me impresiono un poco al ver toques femeninos como flores frescas en los jarrones que puedo ver o el dueño tiene una hija o sus empleadas se esmeran en su trabajo.
Me conduce hacia la sala me invita a ponerme cómoda en uno de los muebles pero prefiero quedarme de pie, no puedo evitar observar la casa, se respira algo de paz aquí, tranquilidad, hay mucho orden en esta hacienda, debe de haber una persona perfeccionista aquí.




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