Lo que no esperaba encontrar

8

He pasado toda la tarde en mi habitación desde mi ventana que da en dirección a la hacienda Los potros, ese hombre guapo y todo pero no deja de ser un completo imbécil, ni un gracias por ayudarlo, claro que actué desinteresadamente.

 

Después de bañarme me puse un camisón azul y amarrer la bata para cubrir aún más mi cuerpo arreglo mi cabello en una coleta, ya son la una de la mañana así que no hay nadie despierto, camino por la casa hasta llegar a la cocina y después de buscar algo de alcohol y encontrarlo me sirvo en un vaso, me acomodo en una de las sillas y dejo la botella en la mesa.


Todo lo que me tome fueron tres copas, con lo que me queda en el vaso abrí la puerta de la cocina y camino hacia las caballerizas, el viento es tan fresco, hago mi cabeza hacia atrás disfrutando el momento.

 

 

—Seguro tienes a una mujerzuela aquí verdad — abro los ojos y miro a mi alrededor en busca de la mujer que ha dicho eso.

 

 

Y entonces veo la sombra reflejada con la poca luz que hay en el lado derecho de la casa camino hasta ahí y veo a una mujer un poco guapa junto a mi capataz, la mujer enseguida me ve observándome de pies a cabeza levanto una ceja ante su escrutinio tan descarado.

 

 

—Mariana por favor vete — la voz mandona y altanera del capataz aparece.

 

 

 

Pero la mujer no obedece camina hasta quedar frente a mí a una distancia bastante cerca, Luis, no tarda en acercarse, la toma del brazo para alejarla de mí y sacarla de mi propiedad pero esta mujer que ahora se cómo se llama.

 

 

 

—¿Quién eres tú y que haces aquí? — una pequeña sonrisa aparece en mis labios pero la escondo tomando un poco de vodka que está en mi mano izquierda  —Ahora lo comprendo todo — dice la mujer un poco alterada — tienes a esta zorra aquí por eso no quieres que venga — levanto una ceja y miro a mi capataz y después a la mujer — por esta puta...

 

 

 

—A mí no me hablas así — le doy un bofetada con mi mano derecha en su mejilla izquierda — esa por insultarme — le doy otra bofetada en la mejilla derecha — y esa porque se me da la gana — digo altanera y bien plantada frente a ella haciéndole ver que no me intimida, se toca el labio y ve un poco de sangre en su dedo índice.

 


—Vas a permitir que me trate así — le recrimina está a mi empleado.

 

 

—Me va a permitir todo porque esta es mi casa y no tengo que pedirle permiso a nadie para sacar a quien no ha sido invitada — Manuel, aparece enseguida un poco pálido me pregunto que hace despierto a esta hora — saca a esta mujer de mi hacienda antes de que lo haga yo — miro enojada al capataz.

 

 

 

—Señorita no volverá a pasar — levanto una mano para que se calle.

 

 

—Ya hablaremos — digo seria.

 

 

 

Me doy la vuelta dejándolos ahí parados a los tres pero los grito de protesta de esa mujer no se hacen esperar, dejo el vaso en la mesa de la cocina y voy enojada a mi habitación, al llegar me quito las pantuflas, pongo una almohada en mi rostro para reprimir el grito de frustración y enojo.
En este lugar solo tratan mala a las personas sin conocerlas, que mente tan cerrada tienen, pero estoy segura que ya sabrán de mí sin que tenga que salir en estos días. Me acomodo de nuevo en mi cama para dormir.

 

 

 

***

 

 

 

Esta vez me levantado más temprano me he arreglado con un overol de mezclilla ajustado azul que se amarra al frente con cinta negra, me he puesto unos zapatos de tacón negros, dejando mi cabello suelto, mi maquillaje es un poco fuerte pero dentro de lo normal para ser de día.

Son las seis y media y yo estoy más que despierta, tengo mucha energía, me he puesto más perfume que otros días, espero que esa mujer no vuelva porque solo le dado una pequeña caricia y una advertencia. Increíble que ni siquiera haya preguntado primero quien soy etc.
Fue directo a insultarme y a faltarme al respeto pero eso no se lo permito a nadie, abro las cortinas de las ventanas de la sala camino a la cocina tomo un plátano que aún no esta tan maduro, lo como con paciencia esperando el momento en el que un trabajador en especial entre por esa puerta.
María, permanece en silencio mientras prepara el desayuno, estaba acomodando las pulseras de mi muñeca izquierda y mi brazalete de la muñeca derecha cuando los trabajadores entraron.
Los trabajadores me miran atentamente ya deben saber lo que paso eso lo puedo apostar, enderezo mi cuerpo y al mismo tiempo que estoy caminando le digo al capataz que venga al despacho.
Puedo escuchar sus pasos detrás de mí, abro la puerta y entro, me siento en la silla que alguna vez fue de mi padre, recuesto mi cuerpo en el respaldo, Luis, entra con todo esa ropa marcando su cuerpo y disimuladamente me dijo un poco más en su apariencia.




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