El camión que traía el resto de mis cosas por fin estaba en mi casa, estaba indicándoles donde dejar las cajas cuando un señor montado en su caballo café apareció, camino hasta quedarse al pie de la escalera.
—Buenos días señorita — se quitó el sombrero.
—Buenos días ¿Quién es usted? — no dejaba de mirar sus rostro.
—Trabajo en la hacienda Los potros mi patrón me pidió que le entregara esto — me entrego un sobre blanco en cuanto baje los escalones.
Abrí el sobre y comencé a leer la carta que estaba dentro, en ella me invitaba a desayunar ahora mismo, cosa que me dio mucha curiosidad, la única vez que lo he visto se portó de lo más grosero, no comprendo el porqué de su invitación, cuando termino de leerla el señor todavía sigue aquí.
—Dígale a su jefe que en un momento estaré ahí — asiente con la cabeza y sube a su cabello nuevamente para irse.
No entiendo el porqué de su invitación pero no quería ser una grosera al rechazarla sería muy descortés, subo a mi habitación por mi bolso en el que guardo mi celular y las llaves de mi auto, bajo nuevamente con la bolso- cartera en mi mano.
Apenas terminan los hombres de bajar mis cosas les doy la propina espero a que se vallan para que yo salga. Entro en mi auto me coloco el cinturón de seguridad y lo enciendo si bien yo tomo el camino del lado derecho esta vez es del lado opuesto. No puedo hacerme una idea del porque me invitara a su casa es bastante extraño, sé que no conozco a nadie aquí pero aun así es muy raro. No tardó en llegar, el portón principal está abierto así como en mi casa, conduzco por la entrada de piedra y una fuente en medio del patio adorna el lugar, su casa es de una planta, no hay flores pero si hay árboles frondosos colocados estratégicamente, estaciono mi auto frente a la casa, cuando ya he apagado el motor, inhalo y exhalo antes de salir con mi cartera en mano.
Su casa es bastante grande y amplia y grande por fuera, subo el único escalón y hago sonar una campana que hay aun lado de la puerta que no tarda en ser abierta por una mujer joven que casualmente es la misma loca de anoche. Me observa sin descaro alguno y hace un gesto de asco. Me hace pasar al verme con una ceja levantada sutilmente, camino con decisión, los tacones de mis zapatos suenan un contra el piso.
El lugar es increíblemente amplio muebles color café colocados en la sala junto con una mesita en el centro, no hay flores aquí, ni alguna fotografía, nada de los que alguna vez vivieron o del actual dueño de esta hacienda. Permanezco de pie observando la estancia y al darme la vuelta aparece el, vestido con na camisa azul lisa, pantalón de mezclilla negro y un par de botas asiendo juego con el pantalón.
Lo admito, es todo un vaquero sexy y con ese cabello largo aún más, no tiene barba, está sentado en su silla de ruedas mueve una palanca y avanza hacia mí. El aroma de su colonia me gusta, me mira y entonces tengo que dejar de mirarlo como si fuera la primera vez que nos vemos.
—Buenos días — digo con educación — no quiero sonar grosera pero a qué se debe la invitación.
—Buenos días, Rosana — su voz es como la recordaba pero ahora parece que es más sugerente — vamos al jardín ahí hablaremos.
Hace girar su silla y lo sigo con pasos firmes, estoy convencida que algo se trae, me choca buscarle un pero a todo, muchas veces estuve en lo cierto al cuestionarme las acciones de otros hacia mi persona. Lo sigo por un pasillo en el que puedo ver de reojo la cocina, su jardín es impresionante, amplio, perfectamente podado, una mesa con sillas para cuatro personas y una sombrilla color blanca.
Las sillas y la mesa son de herrería en color blanco, cada lugar cuanta con un cojín para que no sea incomodo estar sentada, la sombrilla es café, hay bastantes arboles a lo largo del jardín, ninguno está al centro de este.
—Siéntate por favor — me impresiona que sepa que esa palabra existas pero hago lo que dice. Él se coloca frente a mí, coloco mi cartera en un costado de mi pierna derecha y lo miro — no soy Filomeno — no puedo evitar reírme y sonreír de lo que ha dicho — quiero disculparme por mi actitud la otra noche y parte del día que estuve en tu casa — suena sincero.
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Editado: 13.04.2020