Lo que no esperaba encontrar

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Después de haber paseado con, Guillermo, quede exhausta, sea portado muy lindo, respetuoso y caballeroso. Me enseño un hermoso cerro alto en donde se puede admirar la naturaleza.
Mi teléfono comienza a sonar hasta bloquearse de tantas notificaciones que llegan, levanto una de mis cejas, creí que el ronming no servía aquí, lo apago porque simplemente hoy no quiero revisar nada. 
Me desvisto y camino desnuda hasta el baño para asearme antes de dormir, cuando termino me seco el cuerpo pues el cabello no lo he lavado, me pongo mi piyama y me acuesto en la cama.

 

***

 

Después de levantarme muy temprano y de arreglarme con una blusa color hueso, un jean azul hasta la cintura y uno zapatos mude, tome mi bolso en el que puse mi teléfono, cartera, las llaves de la casa. Baje a la cocina, deje mi cabello azul y un maquille discreto en mi rostro.

 


—Buenos días — salude a los trabajadores y a, María, todos contestaron.

 

 

—En un momento le sirvo — comento, María, sin mirarme puesta va sirviendo a los trabajadores.

 

 

—María, voy a salir, hablare con el padre para que de una misa y bendiga la casa, por favor revisa la despensa para invitar lo a comer cuando se lleve a cabo.

 

 

—Si señorita — le sonrió y cuando estaba por salir de la cocina me acuerdo de algo.

 

 

—Se me olvidaba, quiero que cuando vuelva el corredor este despejado, pongan las masetas en otra parte y una escalera de tijera alta o de la que haya porque voy a pintar cuando vuelva.

 

No espero respuesta alguna, solo salgo de la cocina, abro la puerta principal y cierro tras de mí, le quito el seguro a mi auto y entro, me coloco el cinturón de seguridad y empiezo a manejar hacia el pueblo. Mi celular suena y pongo el altavoz para hablar mientras conduzco.

 

 

—Hola — saludo en ingles

 

 

—Hola — conozco muy bien esa voz — ¿Cómo has estado?

 

 

 

—Bien — no puedo evitar suspirar —adaptándome al cambio.

 

 

—Quisiera verte para que habláramos — yo soy la prueba de que tu ex puede ser tu amigo.

 

 

—Ya no vivo en Baltimore, ahora vivo en Colombia en la hacienda Las garzas.

 

 

—¿Dejaste la lucha por una hacienda? — Suena sorprendido — creí que el cambio del que hablabas era a la partida de tu mamá.

 

 

—Son tantas cosas a la que debo adaptarme — pongo un mechón de mi cabello tras la oreja — que tal tu vida de casado.

 

 

—La privacidad es un lujo — sonrió.

 

 

—Pero querías ser un presidente, ese es uno de los tantos precios que tienes que pagar.

 

 

—Lo sé, lo sé — lo escucho suspirar — te llamo luego tengo una reunión con jefe de seguridad.

 

Me colgó, ser presidente debe ser agotador, sé que si algún día necesito un favor puedo recurrir a él, fueron dos años de relación muy lindos pero nuestras prioridades eran otras, y todo quedo en buenos términos.
Cuando llego al pueblo, estaciono a un costado de la plaza, salgo y le coloco el seguro a mi auto, camino hacia la iglesia y me doy cuenta que ya termino la misa, las personas me miran con curiosidad. El padre habla con tres mujeres, camino hacia ellos ganándome la atención del cura.

 

 

—Rosana, hija — me saluda.

 

 

—Buenos días padre, quiero hablar con usted — digo directa.




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