Lo que nos trajo el muerdago

20. Mi deseo, mi decisión.

Jacob López.

—Sabes lo que debes decir para que te toque, dulzura, ¿estás lista para decirlo?

Malorie niega alejándose, colocando un espacio prudente entre nosotros. ¿En dónde queda la prudencia cuando ya le he dicho como me siento? ¿Dónde estamos cuando lo único que quiero es gritar a los cuatro vientos que es mía? No, es un espejismo creer que podemos ser prudentes cuando hemos sobrepasado varios límites.

—No.

—Lo entiendo, no tienes por qué sentirte mal o avergonzada, dulzura. Te esperaré.

—No deseo que esperes en vano, López, puede que nunca llegue a darte lo que deseas. Lo que tanto quieres escuchar.

—Esperaré —afirmo sin dudarlo, sin detenerme a considerar su declaración.

—Terco —niega con una sonrisa contagiosa; los mechones de cabello entornan las facciones femeninas y delicadas de su rostro, mientras continúa agitando la cabeza de un lado al otro, ocultando la sonrisa relajada que se ha fundido en su expresión.

Su risa, despreocupada y alegre, alivia parte de mis propios temores; el miedo que tengo de perderla no es lógico, pero está ahí, aferrándose. No tengo la menor duda sobre esperar, darle el tiempo que necesita para que no huya y el miedo la impulse a tomar una mala decisión. Me da terror sopesar la idea de que no hay un futuro para nosotros; lo más probable es que ella se aleje y tome un camino diferente al que anhelo.

Los sentimientos no siempre corren en la misma dirección.

—Muy terco, dulzura, ya deberías saberlo —susurró contra sus labios, presionando ligeramente contra ellos, antes de besarla.

Las manos se envuelven alrededor del otro, las respiraciones se alteran y los jadeos suben; los labios golpean unos contra otros, sin suavidad. Golpes salvajes y acelerados, que van detrás de lo que desean y eso no es más que saciar la volátil lujuria y deseo que nos envuelve desde adentro. Dejo un rastro de besos suaves sobre su rostro, alejándome de ella y la tentación que prende en mis venas.

—Vamos a almorzar, dulzura, tenemos un turno largo entre manos.

Malorie Vélez.

Jacob es fácil de tratar. Sigue siendo el mismo cirujano que conocí hace cinco años. Carece de sentido del humor; es indiferente hacia algunas emociones, muy serio y pocas veces capta cuando le están haciendo una broma. Sigue siendo el mismo Jacob López de hace cinco años, pero ahora sucede algo diferente cuando estoy a su alrededor. Algo ha cambiado y no es la actitud egocéntrica e indiferente del cirujano, o no del todo. Los sentimientos míos, la manera en que lo percibo y lo que creía de él es lo que ha cambiado.

Desde aquel beso robado, la declaración de sus sentimientos y la insistencia que ha demostrado López, ha mellado la coraza que alce después de la traición de Dean, el miedo a volver a ser engañada, que se burlen de mí y destruyan mis sentimientos, orgullo y dignidad; me ha llevado a fortalecerme y cerrarle el paso a cualquier pretendiente, a cualquier posibilidad de amar de nuevo. Deseo que me amen; experimentar un amor sin sentido, loco y devastador que solo tenga ojos para mí es lo que más deseo. Tengo una historia de amor como en las novelas o películas; ese tipo de sentimientos es lo que quiero experimentar; no obstante, ¿estoy lista para experimentarlo? ¿Lo estoy?

—Nos vemos más tarde, dulzura —se despide, dejando un último beso corto y suave sobre mis labios.

La sonrisa se desliza en las facciones de su rostro con facilidad; cuando me nota, es auténtica. Un soplo de aire nuevo en su rostro, y una ola que remueve mi interior, dejando una sensación cálida y eufórica a su paso. El brillo en su mirada, cuando se fija en mí, es real; emocional, carnal y de deseo. En el fondo de aquellos ojos mandones y dominantes, existe el deseo; uno que se ha estado negando para darme a entender que esto es serio. Que sus emociones son reales y no un momento de ferviente calor y necesidad. Jacob no me quiere para una noche y aquel conocimiento me da miedo. Él desea mucho más, quiere una relación seria y con muchas responsabilidades. Jacob quiere atarse y no tiene miedo de hacerlo.

Lo cual me asusta; temo a la seriedad de lo que está pidiendo, la intensidad de sus sentimientos. Tengo miedo que todo sea falso una vez. Esperando el momento donde terminen y se esfumen con la misma rapidez que lo hicieron los sentimientos de Dean, todos nuestros planes de una vida junta, de nuestro futuro. Dean mandó todo al infierno; aún ahora, años después, no sé por qué lo hizo, si solo fue un resbalón o había una razón de mayor peso.

— ¿Estás bien? —pregunta con el ceño fruncido, analizándome con detenimiento.

—Sí.

Él asintió, dudoso, la indecisión en dejar pasar los problemas que rondan por mi cabeza. Pero de alguna manera que no sabría explicar, Jacob sabe cuándo debe darme tiempo o ayudarme a seguir avanzando. En este momento me da el espacio que necesito para despejar los pensamientos.

Quiero darme esta oportunidad, elegirnos, elegir confiar en Jacob; aunque hace poco lo odiaba con fervor. Es extraño cómo el corazón puede cambiar de rumbo, cómo los sentimientos pueden ser tan fácilmente influenciables cuando te dan lo que necesitas, cuando llegan a tu trauma, y con pocos gestos amables y de devoción logra sanarte y darte lo que necesitas y ni sabías que te hacía falta. Cuando están dispuestos a darte el mundo sin exigirte.




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