Lo que nunca dije.

Cambios.

 

Capítulo 4 

–Me remuevo en mi cama media adormilada, en busca de ese aparato que nos impide dormir, sí, la famosa alarma que suena escandalosamente.   
Cuando doy con ella la apago, me giro quedando boca arriba, un quejido brota de mis labios ¡joder me duele todo!, tengo que levantarme he ir al instituto, pero justamente hoy no tengo ni la más mínimas ganas de asistir.

 

Suelto un gran y pesado suspiro, muevo mi quijada sintiendo un pequeño dolor en unas de mis mejillas, llevo una de mis manos hasta ella y la acaricio suavemente ¡auch! Duele.
Tomo impulso y me pongo en pie, recorro con mi mirada toda la habitación en busca de mi uniforme, lo encuentro y me voy directamente a darme una ducha rápida.

Salgo del baño, ya con mi camisa blanca con el símbolo del instituto de manga corta y cuello tipo polo, y con mi falda azul oscuro con muchos paletones, ésta me llega un poco mas arriba de la rodilla solo tres dedos mas arriba para ser exactos.

Ya fuera de mi habitación me dirijo a la cocina y me percato que ¡no hay nadie!, la luz está apagada haciéndose notar el gran silencio que invade la estancia. Hago una mueca llena de decepción.
Muerdo mi mejilla interna, tratando de reprimir las ganas de llorar, mamá siempre está levantada a ésta hora para preparar mi desayuno, pero creo que las cosas han cambiado.

Cierro con brusquedad mis ojos ya que estos arden y sé que si los abro me echaré a llorar aquí mismo. ¡Me iré sin comer!  

Ha gacho mi cabeza y trato de llenar mis pulmones con oxígeno ya que pareciera que no entra en mi sistema con normalidad, me regreso sobre mis pies a mi cuarto para colocarme las zapatillas y arreglar un poco mi cabello que por cierto es largo color chocolate lacio arriba y en las puntas es rizado.

¡muy extraño!

Me miro por última ves en el espejo me cercioro que todo esté en orden me gusta lo que veo, así que tomo mi mochila que está sobre la mesita de noche, dentro guardo mis útiles, unos cuantos libros, la coloco en mi espalda y me dirijo a la puerta principal de casa, la atravieso y me marcho.
Al llegar a él instituto, lo mismo de siempre espera por mi, nada cambia, o sea, me miran de mala forma mostrando su cara de pocos amigo, alejándose y dejándome sola en mi asiento. El profesor de Educación

Física ha llegado dando comienzo a la clase.

Tengo que admitir que ¡odio ésta materia! 

No me agrada, y no es por el esfuerzo físico ni por si me transpiro ¡no! Nada de ello, lo que sucede es que cada ves que me agito el dolor en mi pecho se hace presente, duele, arde y me impide respirar con normalidad las pulsaciones disminuyen y la sensación es horrible.

 

La hora del almuerzo ha llegado, y ahora mismo estoy entrando al comedor, miro lo que hay de almorzar ¡mmm! Pastel de plátano con queso ¡mi favorito!
Tomo una cuchara la mas pequeña de todas, hago a tomar mi plato de comida pero un dolor no me deja. Siento como tocan mi brazo mas bien lo presionan levemente con un dedo, rápidamente reacciono ya que me duele, miro quien es el causante de mi molestia y veo que se trata de la cocinera doña Eliza.

– ¡Adara! ¿Qué te paso aquí?– extrañada miro el lugar que señala con su dedo índice, me tenso, no se que responder trago fuerte ¡tengo miedo! 

¡Tengo que calmarme! 

 

Aclaro mi voz, ya que estoy muy nerviosa que diré, la miro y le sonrió mientras me encojo de hombros retándole importancia al asunto, en ves de ser una sonrisa fue una mueca que ella obviamente notó.

– Ahh emm, ayer ¡sí!, ayer me caí y me golpee el brazo–¡mentí!, mi voz sale asquerosa mente nerviosa, ya ni se muy bien lo que digo.

¡¡¡Joder!!! 

No me puedo calmar, hasta mi respiración se a acelerado, miro tímidamente a Eliza que se encuentra con una ceja enarcada sus ojos hacen un escarner de mi y luego regresa a mi hematoma.

Habré la boca pero la cierra de golpe parpadea varias veces y me vuelve a tocar pero ésta ves mas delicadamente.

– ¿Estás segura? ¿En que te golpeaste para que te quedara así de amoratado?– aprieto mi mandíbula tan fuerte que duele, ella me mira con impaciencia ¿ahora que le digo? 
No puedo decirle la verdad, un escalofrío me atraviesa toda la espina dorsal y ya el aire me ah traicionado por que se ha salido de mis pulmones por completo.

–Ahh sí, que más se-seria ¿ah?–en definitiva me cortaré la lengua para mantenerme callada, soy boba y eso no cabe duda.

– No lo sé, pero ¡cielos! Niña fue un gran golpe– la miro y solo asiento con la cabeza, ya que me he quedado muda, no me salen las palabras, no la dejo que comente algo más, tomo mi plato y me voy disparada a mi asiento a mi solitaria esquina del comedor.

Tomé asiento y solté todo el aire acumulado, aflojo mi mandíbula mientras tomo una gran bocanada de aire apoyo los codos en la mesa ¡sí lo sé! Es de mala educación, pero en ésta posición puedo sostener mi barbilla con los dorsos de mis manos.
Cierro de golpe los ojos ya que se han aglomerado las lágrimas amenazando con desbordarse, no se en que momento he comenzado a llorar las gotas salen de mi sin poder reprimirlas. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.