Lo que ocultan las paredes

CAPÍTULO 1

 

7 meses antes

Hacia el noroeste de Londres y a ciento cuarenta kilómetros de la capital inglesa, se encuentra Bourton on the Water, situado en el Condado de Gloucestershire. Por lo que sé, Bourton es valorado como uno de los pueblos más bonitos del área de Costwolds, considerado también como la «Venecia de Costwolds» debido al gran arroyo cruzado por varios puentes que atraviesan el poblado. En definitiva, todo un pueblo con encanto de no más de tres mil habitantes.

Mi tumba.

Tarareo al ritmo de la canción Mr. Blue Sky de Electric Light Orchestra que suena en la radio del auto, aunque al parecer yo soy la única que sigue la melodía. En un breve vistazo motivado por la curiosidad —y por confirmar algo que puedo perfectamente intuir— miro por el espejo retrovisor delantero y veo a la pequeña Cassie sentada en el asiento trasero con la cara pegada a la pantalla de su Nintendo. Ceño fruncido, mirada fija, labio inferior mordido... toda una cara de concentración. Es lo que ocurre cuando has llegado al último nivel de Super Mario Bross y estás a punto de enfrentarte al diabólico Bowser, me digo. Bueno, al menos Cassie se entretiene con algo. Sin embargo, mi otra hermana, Lizzie, que se sienta a mi lado en el asiento del copiloto, se está retocando el maquillaje por quinta vez.

—Estás metida en un coche desde hace casi dos horas. Nadie va a ver tu horrorosa cara sin colorear, así que no hace falta que te encargues de pintártela a cada cuarto de hora—la pincho, haciendo énfasis en la palabra «horrorosa».

—A diferencia de ti, yo sí me preocupo por mi aspecto—replica ella, la muy borde. La mirada desaprobadora que me lanza junto con su chata nariz arrugada al estilo «hueles a mierda» consiguen sacarme finalmente de mis casillas.

Paciencia, Maggie. Solo es una adolescente a la que acabas de sacar de su zona de confort. En un par de semanas dejará de dar la pataleta, olvidará Londres, mirará al frente y verá que Bourton on the Water es el mejor lugar... para pasar el resto de nuestras vidas. ¡Borrón y cuenta nueva! Eso es, tú también fuiste adolescente un vez, Maggs. No lo olvides.

Pero eso era muy fácil decirlo... para mis adentros, claro. Lizzie no se le parece en nada a la adolescente que en su momento fui yo. Ambas somos muy distintas, tenemos caracteres muy diferentes.

—Solo te decía que podrías echar un vistazo por la ventanilla de vez en cuando. Estas preciosas vistas no se pueden apreciar en Londres todos los días—comento, devolviendo la mirada al frente de la calzada. Un indiferente «hump» y un encogimiento de hombros es todo lo que obtengo por su parte.

Pues ella se lo pierde.

Sé que para Lizzie, y puede que también para Cassie —aunque esta última no me lo ha expresado de forma tan radical como su hermana mayor—ahora soy la mala del cuento. ¡Como si yo hubiera querido cambiar de aires repentinamente, abandonar nuestra ciudad natal y obligarlas a trasladarnos a un aburrido y desconocido pueblo apartado de la gran sociedad! No, ellas no saben por qué hacemos esto; el motivo real de nuestra mudanza... No saben los quebraderos de cabeza que he tenido durante los últimos meses a causa de nuestros padres y su indecorosa insensatez.

«El mundo de las finanzas es muy importante hoy en día. La economía lo mueve todo, los números rigen el mundo actual. Ojalá hubiera tenido un hijo varón aplicado, así podría haberle enseñado los gajes del oficio de la banca y algún día, heredar mis empresas y expandir orgulloso el apellido O'Brian. Pero solo he tenido tres hijas inútiles de una esposa incompetente, y para colmo mi primogénita es una inepta que está más interesada en los libros de misterios y fantasías que en los de finanzas y contabilidad» solía decir mi padre, el gran Howard O'Brian. Claro que de grande solo tenía su ego.

Bien muertos estén.

Oh, por Dios, ¿qué cosas pienso? Son mis padres, ¡no puedo desearles algo como eso, incluso cuando ya están bajo tierra!

Aprieto el volante con fuerza. Solo de pensar en mis padres, en su repentina muerte y en todas las deudas que nos dejaron, me enervo. Todas las empresas que eran propiedad de mi padre están en la más absoluta quiebra, ¡incluso nuestras propiedades, los coches, el ático de Londres y el chalet en Bath están hipotecados! ¡Cómo pudieron morir dejando a sus hijas con semejante carga económica! ¡Cómo pudieron ser tan poco previsores y tan derrochadores! ¿Es que todas las ganancias que obtenían se las gastaban así como así, sin más? Pienso en los coches de lujo, las limusinas y los aviones privados, los trajes y relojes de papá; los vestidos, zapatos y bolsos de mamá... Los viajes, las cenas y las fiestas de gala rodeados de otros peces gordos. ¡Y mientras tanto, las tres hijas pasaban el año escolar internas en una escuela privada regida por monjas! ¿Qué harían mis padres, los inmaculados señores O'Brian, mientras que sus hijas estaban encerradas en un carísimo colegio privado?



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En el texto hay: romance, drama, secretos

Editado: 02.04.2018

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