Es domingo y no hay eventos planeados, por lo que la familia se dedica a las actividades de siempre, sin más cambios que los nuevos brotes en su jardín. Sin embargo, en este día que no parecía ser distinto a otros, el niño tiene una repentina epifanía, provocada por el deslumbrante sol que los obliga a entrecerrar los ojos al cuidar las flores.
Su entrenamiento había mostrado resultados favorables. Por ende, piensa que es momento de que practique el cómo hacer una sonrisa verdadera, aquella que involucra no solo la boca, sino que también los ojos. Pero no sabe de qué manera debe comenzar, al menos así ha sido hasta este momento.
Mientras siente incomodidad por la luz que fuerza a que sus ojos se cierren, nota que les pasa lo mismo a sus padres. Más importante aún, se da cuenta de que cuando una persona intenta ver con los párpados mayormente cerrados, se forman arrugas en el contorno de los ojos. Además, cuando eso ocurre, reconoce que es similar a como lucen cuando sonríen de verdad, aunque con más arrugas.
Esto fue un gran hallazgo. Después de todo, encontró algo que puede hacer, ya que hasta él puede entrecerrar los ojos a voluntad para intentar captar la sensación de los músculos, como lo había hecho con anterioridad.
Verdaderamente, fue una valiosa inspiración, pero tendría que posponer su práctica hasta la noche, puesto que la hora de lavarse los dientes es la única instancia donde tiene la libertad de practicar sin que sus padres se enteren. Así que por ahora sigue revisando las plantas, a la vez que su madre se acerca para arreglar la posición del sombrero de su hijo, al notar que el sol le molesta en los ojos.
Terminan de revisar el antejardín y continúan su rutinario día. Ya es de tarde y están ambos jugando con él, variando entre usar los bloques o los autos. Uno de ellos se fijó en la hora y le propuso ver dibujos animados, ante lo cual asiente con la cabeza. En cierta forma, puede resultar extraño sugerirle a un infante que vea televisión cuando se encuentra tranquilo en actividades más sanas. De hecho, esta es la primera vez que le dicen algo así, debido a que han escuchado sobre los efectos negativos que puede tener el exceso de estimulación visual en niños pequeños.
No obstante, existe un motivo para esto. Durante la charla que tuvieron con los demás padres en la fiesta de cumpleaños, hablaron sobre temas diversos y uno de ellos fue cómo manejan la cantidad de exposición frente al televisor. El resto parecía preocuparse seriamente del tema y compartieron sus estrategias para limitar el tiempo que pasan frente a la pantalla. De manera que quedaron enormemente sorprendidos al enterarse de que el pequeño inexpresivo no muestra interés por ver televisión.
Hasta este punto no hay nada de malo en ello, pero mientras conversaban notaron que hay programas infantiles que son vistos por todos los niños de este grupo y muy probablemente por otros pequeños de su edad. Esto causó una ligera inquietud en los padres del niño que no ve dibujos animados, quienes al intercambiar miradas notaron que pensaban lo mismo. La falta de temas de conversación.
En otras palabras, aunque se sienten afortunados de que no tenga que preocuparse porque pase mucho tiempo frente al televisor. Creen que debería al menos ver aquellos programas infantiles que son populares entre los de su edad, con el fin de poder hablar de ello si sus compañeros de curso o los del parque intentan conversar con él de tales temas.
Es decir, sería lamentable que no supiera a lo que se refieren los otros niños de su edad cuando hablan sobre dibujos animados. Además, es un tipo de exclusión que es fácilmente evitable si ve televisión de forma controlada. Lo cual no es un problema, dado lo tranquilo y flexible que es respecto de las formas en que pasa su tiempo libre.
Es por ello que en este momento se encuentran mirando un programa infantil que es bastante popular, lo suficiente como para que su compañero de curso entregara tarjetas de invitación con la imagen de uno de los personajes principales. Trata sobre lo que parecen ser camiones monstruo que enfrentan desafíos y resuelven problemas, transformándose en otros vehículos en determinadas circunstancias.
No saben cuál es el número del episodio de hoy, pero resulta evidente que no es el primero, puesto que no hay mayor explicación sobre la relación entre los personajes. No obstante, no parece importarle a su hijo, quien continúa viendo el programa sin prestar atención a su entorno. Hasta que eventualmente el capítulo termina y deciden apagar la televisión, para continuar con otros pasatiempos.
Fueron alrededor de treinta minutos, incluyendo comerciales. Una cantidad que, según habían investigado, está dentro del rango de lo aceptable para niños de su edad, sintiéndose agradecidos de que no luciera insatisfecho o molesto porque le impidieran seguir viendo televisión.
Pasa un rato desde que comenzaron a jugar con los bloques de juguetes, cuando su madre mira la hora y se levanta diciendo que va a preparar una cena ligera, considerando lo que comieron en la fiesta. El niño se queda jugando junto a su padre, quien se pregunta qué otras actividades pueden hacer juntos para enriquecer su vida diaria. En este punto estaba convencido, al igual que su esposa, de que su hijo sencillamente es muy poco expresivo facialmente y que disfruta de sus pasatiempos y actividades como cualquier otro pequeño de su edad.
Mientras tanto, en su infantil mente se repiten algunas escenas del programa que estuvo viendo hasta hace poco. Sin embargo, lo que captó su atención no fue la historia ni tampoco algo relacionado con los colores vibrantes, música o algún tipo de interactividad mostrada, sino que fueron los personajes en sí. Específicamente hablando, las expresiones de estos.
Dicho dibujo animado fue beneficioso para su hijo, al menos mucho más de lo que hubieran esperado. No porque tenga un alto contenido educativo, tampoco es que presente un vocabulario amplio, ni siquiera debido a que enseñen valores. El motivo es algo más simple y directo, porque muestra de forma exagerada y notoria las expresiones faciales de los personajes.