ASTRID
3 AÑOS ATRÁS
Cuando salgo del avión, lo hago casi corriendo, aferro a mi hombro la pequeña bolsa que traje con nada más que mi cartera, en mi mano contraria, siento el télefono deslizarse una y otra vez a causa del sudor que emano, así que lo acomodo en la bolsa trasera de mi pantalón por si mi nana, Cielo me llama, es la primera vez que viajo sola, sin Eli y eso en parte me preocupa mucho.
Tomo el primer taxi que veo a las afueras del aeropuerto, veo la hora y le doy la dirección de la empresa familiar.
Mis dedos tamborilean una y otra vez sobre mi muslo, puedo escuchar el rápido latido de mi corazón zumbando en los oídos, y es que necesito una explicación, una urgente.
¿Por qué mi esposo, el que se jacta tanto de amarme, me envió una solicitud de divorcio?
Se supone que estaba esperándome, así como lo hice yo con él mientras trabajaba. Yo sabía que él no estaba del todo de acuerdo en que saliera a estudiar al extranjero, pero aún así, decidió apoyarme, o al menos fingirlo.
Porque no pasó mucho tiempo, cuando decidió que no quería esperar más, apreté los ojos con fuerza, las lágrimas salieron rápidamente de mis ojos, así que me puse la capucha de mi sudadera.
Busco mi teléfono, en la bolsa trasera para envíarle un mensaje a mi nana y preguntarle cómo está mi hija, pero no está, busco en la bolsa contraria, nada. Abro mi bolso de mano, sin embargo no está ahí, rebusco por todo el asiento del taxi, lastimosamente, no aparece por ningún lado. El taxista me ayuda llamando a mi número, suena apagado.
—Seguro se le cayó en el aeropuerto, dudo que sea posible recuperarlo si ya lo apagaron, pero si desea, puedo regresarme. —El hombre tenía razón, no había nada más a que regresar, no me lo iban a devolver.
Cuando bajo del taxi después de pagar, avanzo con rapidez a la puerta de entrada de las oficinas, de mi cartera saco la tarjeta de acceso e ignoro a los guardias cuando me desean un buen día, supongo que por mis grandes gafas no reconocen quién soy, ya que no me llaman por mi apellido.
El viaje en el elevador me parece eterno, muerdo la uña de mi dedo pulgar mientras sigo subiendo los pisos, hasta que este finalmente se detiene.
Estoy nerviosa y temerosa, aún así, prefiero las respuestas ya, nunca he sido una mujer que espere, soy impulsiva, voy por lo que quiero, y ahora, lo que necesito es una explicación.
El pasillo luce casi vacío, me detengo frente a la oficina de Fabrizio, sus secretarias están ausentes, así que no hay porqué anunciarse, y es lo mejor, no me gustaría que se escondiera de mí.
Quedo frente a la puerta, tomo un suspiro y tomo el pomo, lo giro sin anunciarme previamente, mi zapatilla deportiva queda atorado entre la puerta y el umbral, sin embargo, las voces que reconozco, provocan que no quiera interrumpir.
—Sí, Mayte —mis ojos buscan a mi esposo, a su exnovia, espero que estén bien alejados, pero cuando mi mirada choca con la pared, mi corazón se rasga, arde, duele. Fabrizio la tiene encerrada entre la pared y su cuerpo—, estaba simplemente esperando tener el poder absoluto de la empresa para deshacerme de Astrid —parpadeo y las lágrimas fluyen—, fui un excelente actor todo este tiempo y ahora solo quiero separarme para continuar con mi vida junto a mi hija, es todo. Esperar un tiempo y volver contigo para formar la familia real que siempre quise, contigo y mi hija —añade, me siento marear, me sostengo de la pared—. Seguramente voy a querer estar con la mujer que comparte el mismo ADN que la loca que fue amante de mi padre. —Esto es demasiado, superior, nunca me lo dijo. Vuelvo a cerrar con cuidado la puerta, no puedo, simplemente no puedo escuchar más.
No puedo enfrentarlos, me siento humillada y que se burlen una vez más en mi cara mientras los encaro, sería algo que no podría soportar.
Él sí hizo todo lo que Matilde me pidió, pero a lo que yo me negué, ella me advirtió que esa misma tarea se la encomendarían a Fabrizio, y que si no la tomaba antes, lo haría él. Mi madre no se equivocó.
Mis piernas no pueden mantenerse firmes, mis lágrimas no me dejan ver de manera correcta, así que camino al baño en vez de salir por la puerta que es lo que debería de hacer.
Quito las gafas de sol y las dejo sobre la loza, mojo mi rostro con agua fresca mientras mi pecho no puede parar de agitarse, intento contener mi llanto, el temblor de mis dedos, lo frenético de mi corazón, pero todo es en vano, siento que me acaban de apuñalar más de cuarenta veces y que aún así, mi condena es sobrevivir con eterno dolor.
Una vez que logro recomponerme, al meno lo mínimo para salir de aquí y tomar otro viaje de regreso al aeropuerto, una persona entra cuando abro la puerta, me detengo y quedo expuesta ante Mayte, quien también parece tener una mirada brillante, tiene el rostro enrojecido, pero supongo que sus razones son diferentes a las mías, no me sonríe de inmediato, es hasta que ve mi expresión y lo mal de mi estado, que me regala una sonrisa.
—¿Qué haces aquí? —Me pregunta cerrando la puerta para darnos una privacidad que no quiero.
—Me perdí —contesto como si no estuviera muerta por dentro—, vine en busca de mi padre, pero no está, así que me voy.
—¿Y Fabrizio? —me pregunta con una ceja alzada— ¿Ya por fin entendiste qué no son el uno para el otro?
—Sí, porque yo si entiendo, no soy como tú, que no se arrastra porque no hay más suelo —agito mis pestañas y mi sonrisa se extiende al ver como la suya se borra—, pero bueno, ¿te funcionó, no es cierto? En realidad, lo suyo nunca tuvo un fin como tal.
—Me sorprende que alardeando de ser tan inteligente, nunca te hayas dado cuenta que Fabrizio y yo, siempre estuvimos conectados, ¿es qué nunca revisas sus estados de cuenta? —soltó una risa— Él viene encargándose de mi economía y lo hará de por vida, ¿y por qué crees que lo hacía si sabe qué me odiabas? —negué con lentitud, como rechazo de su declaración— ¿Quieres ir a mi oficina y te muestro los estados de cuenta de mi tarjeta?