Lo que vive entre los dos

1. LA INVITACIÓN

ACTUALIDAD

ASTRID 

Mientras meto la llave en el cerrojo de la puerta, con la mano libre abro el buzón y tomo el montón de sobres que esperan por mí. 

Los echo en mi bolso y empujo la puerta con fuerza para entrar.

—¡Ya llegué! —Grito mientras me inclino, pues el pequeño huracán sale de su habitación mientras grita. 

—¡Mami, mami! —Eli corre hacia mí con pies descalzos, un vestido de princesa, un cetro en su mano, una corona en la cabeza mal puesta, su sonrisa se extiende mientras se arroja a mí y me tumba, haciendo que caiga de espaldas y su pequeño cuerpo sea protegido por el mío.

—Hola, bebé. —Le quito los cabellos rubios que me cubren el rostro y lleno sus mejillas con besos. 

—¿Cómo te fue mamá? —se pone de pie, me da su pequeña mano y finjo que tiene la fuerza suficiente para ponerme de pie— ¿Pateaste muchos traseros? —Me rio ante su pregunta, sacudo las arrugas de mi pantalón y asiento. 

—Así es, debes estar orgullosa de mí —acomodo su corona, me toma de la mano y me lleva a la cocina—. ¿Dónde está Cielo? 

—Viendo su telenovela turca que no me deja ver porque es para adulto. 

—Será mejor que no la molestemos entonces. 

—La novia de mi papi debería ser turca, así también me prohiben verla. —Intento contener la risa que escapa de mí, la disimulo con una tos falsa 

Tomo a mi pequeña hija, quien pronto cumplirá cuatro años y la llevo a la cocina, la siento sobre la barra de la cocina y me giro para encender el horno y calentar la comida. 

—¿Te ha tratado mal? —le pregunto mientras me aseguro que el horno se enciende— Recuerda que debes decirme, que nadie… 

—Nadie puede lastimarme y sí lo hacen, se lo digo a mami y se lo digo a papi, ambos me defenderán. —Exclama orgullosa al mismo tiempo que me pongo de pie para abrazarla. 

—Así mismo. 

—Me trata bien —habla mientras acomoda sus cabellos detrás de los oídos—, pero demasiado bien, mami, no lo sé, Mayte no me cae bien, y dudo mucho que si papi tuviera otra novia, me cayera bien.

No debería de sentirme orgullosa por sus palabras, ni mucho menos la ira invadirme al escuchar el nombre de esa mujer. 

Fabrizio y yo terminamos con el proceso de divorcio hacía dos años atrás, a pesar de que fue firmado hace tres, y es que divorciarnos fue tan complicado como casarnos, al menos en cuanto a papelería, varias veces pidió mi presencia en la corte, la cual, negué, siempre fueron mis representantes quienes acudieron a mis citas, más de una vez, mi exesposo me buscó, pero nunca acepté verlo. 

Hasta que hace un año, dio a conocer de nuevo su relación con Mayte, supongo que cada vez que solicitaba verme era para darme explicaciones, para prepararme y saber que lo vería de nuevo con esa mujer, me sorprende que haya esperado tanto para dar a conocer su relación. 

Aunque teniendo en cuenta el hecho de que aún había muchos fanáticos de nuestra relación, seguramente la estaba cuidando, aún así, cuando la prensa sacó la nota de su “nuevo” noviazgo, el hate que le cayó a Mayte fue duro, agradecí no estar en sus zapatos. 

—¿Este año mi fiesta si puede ser en casa, mamá? —Eli me sacó de mis pensamientos y su pregunta me hace tragar pesado. 

—Pero si he visto lugares preciosos donde podemos hacer tu fiesta, bebé, con un montón de juegos y… 

—No, mamá, quiero una fiesta en la piscina. —Me interrumpe y muerdo mi dedo pulgar, pues no sé que excusa darle. 

Las únicas veces que había visto a mi exmarido, fue en los cumpleaños de Eli, estos siempre eran en casa de mi padre, pero terminaban mal, muy mal, por lo que este año estaba deseando hacer algo diferente. 

—Bueno, será como tú quieras. —Beso su frente y me giro para apagar el horno, pues ha dado el anuncio que la comida está limpia, me pongo los guantes de cocina y me aferro a la manija del horno.

Tomo un par de respiraciones silenciosas, me negaba a pasar el cumpleaños de mi niña con su padre y su novia, es algo que no tiene cabida para mí, pero lo cual, será algo que tendré que soportar, porque de igual manera, tendré que verlos seguido. 

Mi regreso a México era inminente, había terminado mi maestría, mi hija comenzaría con la vida estudiantil y había una acuerdo donde ambos padres viviríamos en la misma ciudad para asistir a todos los festivales, Fabrizio me dio la opción de él viajar, lo cual, no tenía sentido. 

—¿Y no te gustaría una fiesta doble? —pregunto mientras preparo tres platos de comida— Una aquí en casa y que papi te haga otra en… 

—No, no quiero. —Contesta tajante. 

A veces es complicado que sea tan parecida a mí. 

En brazos, llevo a mi hija al comedor, la siento en una silla y doy un grito a Cielo para que venga a comer. 

Pongo los tres platos de comida en la mesa, tomo mi lugar, acomodo la servilleta en mi regazo al mismo tiempo que mi hija me imita y un minuto después, Cielo aparece. 

—No te escuché llegar. —Mi nana deja un beso en mi mejilla haciéndome sonreír. 

—Por culpa de tus turcos. —Le recrimino con diversión. 

—No, ahora son coreanos. —Rectifica mientras toma asiento. 

—Perdón coreanos. 

—¿Qué hicieron el día de hoy? —pregunto— ¿Cómo la pasaron? 

—Yo hablé con mi papi, dice que me extraña mucho. —No hay día que su padre no hable con ella. 

Si bien, no puedo decir que lo nuestro salió bien, no hay nada que pueda recriminarle a Fabrizio Brinkmann como padre. 

Cada fin de semana estaba puntual en la puerta del apartamento, nunca puso alguna excusa para no verla o pidió explicación de un solo peso, aunque yo tenía todos los gatos organizados. 

Fabrizio volaba los viernes por la noche para estar con ella el sábado a primera hora y la regresaba el domingo por la noche o el lunes por la mañana. 

Siempre era Cielo quien la entregaba, yo me las arreglaba para nunca estar en casa y no tener que verlo, y tenía que trabajar rápido en ello, porque las excusas y el tiempo se me habían terminado. 




Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.