ASTRID
—¿Y qué hizo tu papá? —Intento no reírme ante la travesura que hizo mi hija, así que toso para fingir seriedad.
Mayte no podrá caerme bien, podrá ser la mujer a la cual mi exesposo siempre amó, pero no por eso voy a celebrar los malos comportamientos a mi hija, la estoy educando para que sea muchas cosas en la vida, pero no una soberbia maleducada.
—Primero gritó —me dice mientras caminamos tomadas de la mano por el campus de la Universidad—, después fue a mi habitación y habló conmigo, se disculpó por gritarme, pero dijo que se había sorprendido mucho por lo que había hecho y que estaba mal.
—Tu padre tiene razón, Eli, arruinaste el vestido de novia de su futura esposa.
—Pero él me dijo que yo dibujaba bonito y que quería que nos lleváramos bien, yo hago dibujos como regalos, ¿dibujo feo? —Sonrío ante lo titubeante de mi hija.
—Dibujas precioso, mi amor, pero debes entender, que cada persona tiene un trabajo, y el modista ya había hecho el suyo, Mayte quería su vestido sin dibujos, de lo contrario, así lo hubiera pedido a quien se lo hizo. Recuerda que debes pedir permiso para tomar las cosas que no son tuyas.
—Lo sé, pero si le decía iba a arruinarse la sorpresa.
—¿Ella te gritó o trato mal? —Averiguo.
—No, no habló conmigo, yo no quería ver a nadie, solo a papá, y me dijo que no me preocupara que lo arreglaría, pero dijo lo mismo que tú, que no puedo tomar las cosas que son de otras personas y que me amaba.
—¿Ves? —la animo moviendo nuestras manos— Siempre serás lo más importante para él, y no puedes hacer nada que le moleste.
—¿Estás emocionada por la boda? —cuestiono— Supongo que será muy bonita y podrás bailar y divertirte mucho.
—Me dejaron elegir mi vestido, así que quiero ir para usarlo, aunque me gustaría más que se casaran ustedes dos.
—Eli…
—¡Astrid! —aprieto los ojos con fuerza al escuchar la voz de Christian, viene frente a nosotras con una sonrisa en el rostro— ¿Cómo estás? —Se detiene frente a mí, mis ojos lo recorren de manera sútil, y es qué este hombre está mejor sin importar los años que pasen.
—Bien, gracias, ¿y tú?
—Bien, también, pero veo que hoy estás acompañada por una niña muy linda. —Sus ojos bajan a mi hija, quien se sonroja y se mueve un lado a otro con timidez.
—Buenas tardes —saluda a quien fue mi exdirector de Universidad hace tanto tiempo—, mi nombre es Elizabeth Brickmann Nilsson.
—Mucho gusto, Elizabeth —el hombre con el que he tenido varias citas durante un tiempo, apoya su rodilla sin importarle enunciar su caro pantalón y le ofrece su mano a mi hija quien la recibe con el sonrojo llenándole las mejillas—. Mi nombre es Christian, amigo de tu madre.
—Ella nunca te ha mencionado, ¿por qué no me hablabas de Christian, mamá? —Me reclama, mientras el hombre se pone de pie y me guiña un ojo al ver la escena que está provocando.
—Aquí somos muchas personas —me defiende—, puedo ser fácil de olvidar. —Y ahora soy yo a quien se le enciende el rostro a causa de la vergüenza.
—Quizás si salen juntos, mi madre no te olvide más, es que a veces piensa mucho en papá, no te sientas mal. —Christian se echa a reír con las palabras que mi hija dice.
—¡Eli! —La regaño.
—Tengo una idea, ¿por qué no van juntos a la boda de mi papi? —pregunta con una sonrisa maléfica— Seguro ahí podrán conocerse más.
—Por el amor de Dios, ¿qué hice para merecer esto? —Veo hacia el cielo.
Mi hija no lo sabe, pero he salido más de una vez con Christian, aquí, allá. Me sorprendió al saberlo docente de la institución, teníamos un pasado y pareció que revivió al momento de vernos, o bueno, al menos en él, porque aunque yo nunca lo decía, mi hija tenía razón en que yo no lograba sacarme de la cabeza a cierto hombre.
—Eso suena bien, ya lo platicaré con ella, ¿cómo ves? —mi hija aplaude emocionada— ¿Qué les parece si por lo pronto les invito un helado? —Niego al verlo, pero Christian finge no verme.
—¡Sí, helado! —Eli salta una y otra vez sin soltar mi mano— Tu amigo me cae bien mamá, más que Mayte. —Golpeo mi frente con la mano y sigo el camino rumbo a la heladería del campus.
En la fila, Eli pide su helado favorito, helado de galleta mientras no deja de brincar esperando ansiosa su turno.
—Que preciosa hija tienen —se acerca una mujer desconocida—, muchas felicidades.
—Gracias. —Respondo incómoda y Christian solo le obsequia una sonrisa tensa.
—Seguro que de grande le darás muchos dolores de cabeza a papi. —Le dijo a Eli mientras observaba a Christian.
—¡Oh, no! —responde mi hija— Él no es mi papá, mi papi se llama Fabrizio y yo no le daré problemas, solo soy luz en su vida. —Expresa muy segura, haciendo que la sonrisa de la desconocida se congele.
—Lo siento mucho, yo…
—No te preocupes. —Dije con una sonrisa falsa.
Cuando nos entregaron los helados, caminamos a una de las bancas para comensales que estaba justo al lado de la resbaladilla a la que Eli me pide permiso de ir. Yo accedo porque tengo fácil acceso de sus movimientos y hay casi distancia nula.
—Y he ahí la razón por la cual te digo que no es momento para que ustedes se relacionen. —Le recrimino a Christian.
—No era mi intención —asegura mientras sumerge la pequeña cuchara en su vaso de helado, además, ella ni siquiera lo imagina. —Niego al mismo tiempo que disfruto de la bola de mango que tengo en mi cono.
—Eso crees tú, además, Eli ya está pasando por mucho con todo lo de la boda de su padre, no le haré la vida más complicada por ahora.
—¿Cómo vamos a dar entonces el siguiente paso si para tener una relación contigo necesito llevarme bien con ella?
—Puedes seguir esperando o tomar el camino que desees, no voy a acelerar los tiempos que creo que mi hija necesita. Así que no vuelvas a hacer esto, por favor. Estaba bien saludar, pero el helado estuvo de más.