El camino al centro de la manada fue tranquilo, pero el cuerpo de la joven se tambaleaba; tenerlo cerca era acoger un enjambre de mariposas en su estómago, sus ojos brillaban con una felicidad que jamás pensó obtener.
—Señor... —susurró, y él acercó sus labios a ella. No la besó, pero sí dejó que su aliento rozara su nariz. El aroma a chocolate le inundó más las fosas nasales a Aria, al igual que de ella emanaba un olor a rosas y canela que a él lo enloquecía.
—Eres mi luna, por favor llámame Darius o mi alfa —el tono ronco que él usaba mandaba rayos a su cuerpo, era algo incontrolable para ella.
Se detienen frente a la casa del beta de la manada y padre de Aria.
Ella detalla al hombre, que sigue igual a como lo recuerda; lo extrañó demasiado a pesar de sus malos tratos.
Los ojos del hombre se oscurecieron al verla; no había sorpresa, pero sí cierta molestia. Aunque esta vez no hubo insultos ni comentarios despectivos. A su lado, la media hermana de ella lucía hermosa; era toda una señorita, pronto también cumpliría su mayoría de edad. Su madrastra también estaba allí; no escondía su disgusto, pero tampoco atacaba.
El pecho de la joven crujió al ver tanta indiferencia después de dos años de no verla.
—Bienvenida, Aria, esta es tu casa y aquí estarás hasta que te cases con nuestro alfa —soltó con hipocresía su madrastra. Ella podía sentir la molestia en cada frase; al menos tenía la certeza de que su mate dio órdenes de tratarla mejor.
Aria se giró hacia el alfa y lo abrazó, pegando su cuerpo contra su pecho. Al instante el hombre se estremeció y la rodeó muy fuerte. Su toque era áspero, tal vez era su tamaño lo que lo hacía ser tan brusco, pensaba Aria.
—Gracias por sacarme de allí, Darius —besó su mejilla en un impulso, se giró de regreso a su padre.
—Estoy lista, papá —esas palabras tan dulces hicieron que una sombra de rabia cruzara los ojos de su padre.
—Camina... —fue todo lo que dijo, llevándola hasta su antigua habitación. Ella observó: todo estaba limpio, pero era obvio que estaba recién acomodado, tal vez por orden de su destinado.
Entró a la habitación y abrazó su almohada, aspirando el olor a limpio y fresco. Buscó sus perfumes y sonrió. Aquel día disfrutó de todo lo que se le había negado durante años: baños en una tina, mantas calientes y comida en abundancia. No entraba en ella tanta felicidad.
—Por fin... Gracias, Aveline y mamá. Gracias por ayudarme —dijo antes de dormirse.
Esa noche no hubo llantos debajo de la luna, tampoco la petición de un milagro y mucho menos las horribles pesadillas; solo hubo tranquilidad.
Al día siguiente no fueron los ruidos del bosque ni los mosquitos quienes la despertaron; fue un suave resplandor que se coló por las cortinas de seda. Ella sonrió mientras estiraba sus brazos; ahora volvía a confirmar que no era un sueño, todo era real.
No tardó mucho en vestirse; por suerte había ropa nueva, porque su cuerpo estaba más voluptuoso que antes. Sus caderas anchas y su cintura delgada le daban un aspecto de reloj de arena.
Bajó hasta el comedor y allí la esperaba su familia. Notó la molestia en ellos al verla, pero solo les regaló una dulce sonrisa.
—Buenos días a todos, saben, los extrañé bastante —susurró, recordando aquel martirio, y su padre apretó uno de sus puños, mas no dijo nada.
—El alfa Darius vendrá a buscarte en tres horas, arréglate y espéralo. Antes puedes ir viendo las cosas de la boda; vendrá una joven a ayudarte con todo —informó su padre, Cedric, y ella solo asintió.
Se podía percibir el ambiente tenso, pero ella estaba muy feliz por la boda como para prestarle atención a eso.
El desayuno concluyó en un silencio incómodo, pero al menos no hubo malos tratos.
Al estar observando una revista dos horas más tarde, su media hermana se acercó a ella, quien estaba sentada en el jardín.
—Miren nada más quién está aquí... La futura luna —la ironía era obvia, pero Aria mantuvo la compostura siempre.
—¿Por qué me odias tanto? —preguntó en un susurro.
—Porque... Eres una estúpida. Por tu culpa he sido vista por encima del hombro, y además odio tu ingenuidad. El alfa tiene novia y dudo que la deje de amar —se dio la vuelta, dejando a Aria con mucho dolor en su pecho. Eso no podía ser verdad, pero ¿y si lo era? ¿Y si ella solo lo alejaba de su verdadero amor?
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Editado: 02.11.2025