Loba traicionada

Zeus

En el reino se respiraba alegría porque pronto habría una boda muy importante, y esto a todos los tenía felices; el rey había cambiado un poco su manera de tratar a las personas, y es algo que debía celebrarse también.
A diario hacía recorridos por la manada con la futura reina, y todos se sentían seguros porque ellos hacían una pareja muy bonita.

La mañana amaneció hermosa, los colores del paisaje se veían más nítidos y los olores del ambiente eran más intensos.
Herodes tenía tomada de la mano a Aria; dirigían al bosque. Ella quería ver las prácticas de los guerreros y, tal vez, poder ayudarlos un poco.

—No creo que ese vestido se te vea muy aguerrido para el entrenamiento —murmuró él, observándola de reojo.

—No te dejes engañar por las apariencias, cariño —sonrió, y él se dobló para poder besarla.

Mientras caminaban, el ambiente cambió; había nubes oscuras en el cielo que alertaban que algo ocurriría.
De pronto, rugidos y destellos de magia se vieron a lo lejos. El rey se alteró y miró a su prometida.

—Ve a casa, quédate a salvo —le dio un beso y, en un instante, se convirtió en un lobo negro gigante, pero con los ojos rojos.
Ella estaba atónita; Zeus era más hermoso de lo que lo había imaginado.
Aunque ella no se iba a quedar allí sin hacer nada, así que lo siguió y llegó a donde se estaba llevando a cabo una pelea diez minutos más tarde, porque quedaba algo lejos.

Su cuerpo tembló al ver al montón de lobos de su manada ser aventados contra los árboles; otros estarían muriendo.
Kael usaba magia para detenerlos, pero eran muchos vampiros.

El cuerpo de la joven se erizó por completo, prueba de que estaba la piedra lunar que había perdido su antigua manada. Esa esfera poderosa ralentizaba los movimientos de los lobos, y hasta podía sentirlos llegar.

Aria reconoció a uno de ellos; era a quien veía en sus pesadillas cuando asesinaron a su amiga Aveline. Entonces no dudó y cerró sus ojos, concentrándose en poder acabar con ese hombre.
Rayos verdes salieron de sus manos; el poder de su madre se hacía más fuerte, entonces, cuando atacó al vampiro que peleaba con Zeus, el rayo lo hizo salir disparado, aunque no fue suficiente. Zeus giró su cabeza para verla, y ella pudo detallar la intensidad con la que la miraba.

Mientras más vampiros comenzaron a atacar, Aria se concentró haciendo desprender energía de su cuerpo. Era verdad que el poder de la piedra era debilitar a los lobos, y estos, que estaban adormecidos, comenzaron a tomar más fuerza.
Este acto la debilitaba, pero no le importaba mucho; solo lo hacía por su reino.

—¡Ataquen a la elitar! —gritó el vampiro que cayó lejos, pero en vez de retroceder, movió sus manos haciendo que un rayo saliera del cielo e impactara un árbol para así poder golpearlo.

La situación estaba fuera de control; los lobos mordían, asesinaban a los chupasangre, pero la verdad es que no tenían la ventaja: ella estaba contrarrestando el poder de la piedra.

Sintió un fuerte golpe cuando uno de los vampiros la lanzó al suelo, haciéndola golpearse la cabeza.
Zeus no dudó, y en un segundo arrancó la cabeza al sujeto; fue tan rápido que los focos vieron cómo salió desprendida la cabeza del hombre por los aires.

El enorme lobo acercó su cabeza a la pequeña, y esta asintió, haciéndole saber que estaba bien.

—No te preocupes, estoy bien —sonrió, levantándose, aunque sus ojos luchaban por mantenerse abiertos.
Ella sabía que en cualquier momento caería desmayada, así que hizo un último esfuerzo y de su cuerpo salió una ola expansiva que lanzó a cada uno de esos seres demoníacos lejos. Después de eso, cayó al suelo, dejando a Zeus paralizado de terror.




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