Loba traicionada

¿Plantada?

En el reino de Luna Escarlata solo se respiraba alegría; todos se habían levantado animados, ya que el rey por fin les daría una reina.
En la capilla central del reino todo estaba decorado con rosas blancas; había un camino creado especialmente para que los novios llegaran. Los invitados entraban por otro lado, porque ese sendero solo podían transitarlo los futuros esposos.

Enormes esculturas de hielo estaban en la puerta, en forma de lobos, en honor a los futuros monarcas. Kael, junto a otros hechiceros, usó su magia para crear una ilusión de cielo estrellado dentro de la capilla. Todo estaba demasiado hermoso. Los antiguos reyes yacían en grandes tronos de oro macizo, sentados, tomados de la mano. A la reina Elora se le cristalizaban los ojos de vez en cuando, porque dos de sus hijos se casaban el día de hoy.

En la puerta, una persona recibía a cada manada, porque todos tenían que conocer a su futura reina. Varios estaban confundidos, pensando que el rey se había casado varias veces; lo que no sabían es que Herodes jamás había contraído nupcias con nadie.

La capilla se llenó; cada uno de los invitados estaba presente, solo faltaban los novios.
Dalila y Elías estaban en primera fila, ambos vestidos elegantes, aunque Dalila estaba preocupada porque la novia no llegaba, y mucho menos su hermano, que ya tenía que estar al pie del altar.

—¿No sabes nada de Herodes? —preguntó Elías, observando a todos lados, mientras las personas comenzaban a ponerse nerviosas.

—Aún no aparece. Espero que Aria entre después de él y no antes; sabes el miedo que le tiene a este día —Daniela caminaba de un lado a otro, tratando de saber si Kael al menos tenía alguna información, pero tampoco sabía nada.

Los murmullos de la gente comenzaron, aunque no eran alborotados; al ser todos lobos, o al menos la mayoría, era fácil escuchar lo que decían.

—Vaya, otra boda emocionante —comentó, con risas, la media hermana de Aria, que no se veía con un vestido rosado, al lado de su madre.

—No te burles; al parecer va a tener dos bodas fallidas —no paraba de reírse, y Cedric, que se dio cuenta, las miró con reprimenda.

—¿Pueden callarse la boca las dos? —se alejó, volviendo al lado del alfa y sus padres. Atenea también estaba presente; su vestido, escotado al frente y en la espalda, llamaba la atención de todos.

—La van a dejar plantada, porque no la pueden rechazar, ya que no es su mate. ¿Nos podemos ir? Qué aburrido —vociferó Atenea, con un tono que ya tenía harto a Darius.

—Te puedes comportar; estamos en el territorio del rey —la apretó por los brazos, usando su voz de mando, y ella asintió con la cabeza al ver la rabia en los ojos de su esposo.

Mientras tanto, Eros, el padre de Herodes, se acercó a sus hijos un momento.

—Elías, necesito que te prepares. Si por esa puerta entra Aria, debes casarte con ella; no voy a permitir que vuelva a sufrir —La voz del hombre era firme; no le importaba tener problemas con Herodes, pero no iba a permitir que dañaran a esa pequeña.

—Qué están locos; Herodes va a enloquecer —intervino Dalila. Para ella, todo esto era una locura, aunque sabía que su padre tenía razón: Aria no podía volver a sufrir otra decepción.

—Si ella aparece es porque no le importa; así que ve a ver por qué no entra Aria —habló Elías, acomodando su traje. Esta vez no tenía la sonrisa de siempre; cuando se trataba de la pequeña Aria, todo era serio.

Válida comenzó a caminar hacia la entrada, disimuladamente, yéndose por uno de los lados. Aunque la gente comenzara a sospechar, cargo ocurría: el novio debía estar en el altar y la novia aún no entraba.




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