Loco amor

Capítulo 9

Miente, sé que Jack miente. No pudo haberlo hecho. No tenía motivos para hacerlo. Yo la vi esa tarde, hable con ella, estaba bien, teníamos un plan... Es imposible que no notara sus problemas mentales en estas semanas. Inconscientemente mi cerebro toma nota de sus inclinaciones. Giovanna no estaba enferma, tenía tendencia a hablar demasiado, sí; era curiosa, también, y es justo por esa razón que nunca habría atentado contra su propia vida. Deseaba conocer que ocultaba Jack respecto a Jae y ese extraño hermetismo y tratamiento. Eso era lo que más quería…

Limpio torpemente las lágrimas que humedecen mi rostro. He recuperado la consciencia hace unos minutos, pero no tengo fuerzas, ni ánimos para levantarme y buscarlo. Dirá lo mismo, mentiras, horribles mentiras respecto a ella. ¿Y ahora? ¿Qué hago? ¿Qué debería hacer? Si hablo, nadie me creerá y sin embargo, estoy segura de que ocultan algo más. La lámpara de la enfermería se enciende y apaga una fracción de segundo, sacándome de mi aturdimiento. ¿Suicido? ¿Bipolaridad? No, todo es una farsa, una mentira para ocultar lo que ella buscaba y quizás encontró. Y que no podrá decirme. Pero hay alguien que puede darme las respuestas que necesito.

Aparto la sabana y me incorporo al tiempo que retiro la intravenosa de mi brazo. Sin preocuparme por la temperatura del piso, ante la desnudes de mis pies, echo a caminar en dirección de la puerta. Ha anochecido, lo que significa que he estado sedada todo el día y que hace casi 24 horas que ella murió. 24 horas en las pudieron ocultar las evidencias, en las que crearon un falso escenario para sustentar su engaño. ¿Les han notificado a sus padres? Ni siquiera sé si vivía con ellos, si tiene hermanos... No sé nada.

Me apoyo en marco de la puerta y observo el pasillo. Está desierto, pero las cámaras de esta zona están encendidas. Deben asegurarse que nadie tome medicamentos de manera premeditada e ilícita. No puedo ir a verlo en este momento. Jack me seguiría a través de las grabaciones y aunque no pueda ver una vez que entre en los dormitorios, sabría a donde iría.

―¡Hannia! ―Diane, la encargada de la enfermería, corre apresuradamente hacia donde me encuentro―. ¿Qué haces de pie? ―La miro con desconfianza, en este momento no puedo confiar en nadie.

―Quiero ir a mi cuarto. ―Asiente sin tocarme. Creo saber la razón. Ataque a Jack o al menos lo intente antes de que me inyectara y perdiera el conocimiento.

―El director pidió que te quedaras. ―Desde luego que lo haría, mi reacción no muy normal y él no es ningún tonto. Incluso logro engañarme a mí―. Parece que sufriste una crisis nerviosa, así que deseaba tenerte en observación al menos esta noche. ―Sus palabras son fluidas, no parecen estudiadas y me sostiene la mirada. Dice la verdad. Eso me tranquiliza un poco. Sé que Celes está con él, pero tengo que ser cuidadosa y no fiarme de todos. Alguien más podría estar de su parte y si descubren que yo sabía los planes de Giova… no quiero pensar lo que podría pasarme. No tengo pruebas, pero no correré riesgos.

―Me siento mejor ―afirmo con voz pastosa. Suspira y toca mi brazo.

―Te daré un poco de agua, revisare tu presión y si todo va bien, podrás irte a tu habitación. ¿Te parece?

―Si.

Permito que me conduzca de regreso hasta la camilla, donde sin necesidad que lo diga, me acomodo en el borde. Ella no parece intentar de descifrarme, más bien es como si fuera algo rutinario y desde luego que lo es. Tiene que lidiar con las heridas que algunos pacientes de la clínica sufren durante sus recreos o incluso en sus dormitorios.

―Toma. ―Coloca en mi mano el vaso con agua, el cual me he cerciorado que va directo de la jarra, que no parece contener nada sospechoso. Aunque bien podría haberlo colocado con anticipación.

―Gracias. ―Doy un largo sorbo, intentando controlar mis miedos y suposiciones. No puedo dejarme llevar por la desesperación y cometer un error. No sé qué terreno piso y aunque no temo por mi vida, necesito saber qué fue lo que realmente ocurrió con Giova―. Lamento lo que paso. Niega sentándose junto a mí, sosteniendo el tensiómetro.

―Es comprensivo ―responde tomando mi brazo―. Créeme para todos ha sido algo inesperado y bastante fuerte. ―Coloca alrededor la banda y comienza a bombear aire―. Tú has sido su compañera, no era para menos. ―Suspira aflojando la válvula, pendiente de lo que indica en medidor―. Parece que tu ritmo cardiaco ha regresado a la normalidad. Eso es bueno.

―Si ―murmuro secamente.

―¿Alguna vez tuviste un episodio? ―Mierda.

―No. Nunca ―contesto sin problemas, porque es verdad. Asiente de nuevo con la cabeza y regresa hasta la mesilla.

―El director estaba muy preocupado por ti. De hecho insistió en quedarse, pero parece que tenía una reunión o algo así.

―¿No está en la clínica?

―No. Aun no vuelve.

Gracias a Dios.

―¿Sabes a qué hora volverá? ―Una pequeña arruga se forma en su frente―. Imagino que querrá hablar conmigo. ¿No? ―Bajo el rostro, frotando las manos contra la superficie de cristal del vaso, fingiendo nerviosismo. Es así como se supone que debería sentirme y no con deseos de gritarle en la cara todo lo que pienso.

―Tranquila. ―Coloca su mano sobre las mías, mirándome compasiva―. Es una buena persona y como te he dicho, su preocupación es por tu salud.




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