Emiliano. 🔥
Llegó días tratando de encontrarla, pero nada. La misión que mi tío me encomendó es como buscar una aguja, pero esta vez ya no es en pajas. Ahora se le ocurrió que estaba en un país que no sabía nada de nada.
La frustración llegó a mí, más rápido de lo que imaginé.
—Ve más rápido, necesito llegar lo más pronto posible. —Le digo a mi chófer.
Veo cómo asiente y cierro los ojos.
Una vez llegamos a la mansión de mi tío, mi sien y hago un pequeño masaje para que mejore el pequeño dolor de cabeza que me ha estado atormentando todo el día.
Una vez las verjas de la mansión se abren, sé que no hay vuelta atrás, tengo que ser sincero con él y decirle lo que pasa.
Esta tarea designada me tiene al borde del colapso. No hay registro de esas personas, fue hace más de veinte años.
Veinte años, no estamos hablando de unos pocos meses, estamos hablando de alguien que no sabe cómo es físicamente, qué color de piel, si se parece a su madre.
Es frustrante, ni el nombre completo de la persona sabe, y con eso quiere que la encuentre.
—Llegamos, señor. — me informa.
Espero unos minutos, para poder asimilar lo que pronto va a pasar, tomo todo lo que he averiguado, no he dormido más de cuatro horas diarias, desde que se me encomendó personalmente este trabajo.
Salgo con pasos seguros, ya de aquí en adelante dejaré el trabajo a los expertos, ya no puedo descuidar mi trabajo, ir rendido a dar órdenes, y tener la mente en otro lugar que no tendría que interferir, pero ya lo está haciendo.
Todos en la mansión parece que estaban esperando mi presencia, y cuando el mayordomo me dirige donde está mi Tío Massimo me espera, con él, su abogado, tienen varios documentos sobre el escritorio de madera.
El tío sentado todavía en su escritorio, se ve imponente, parece estar intimidando a su abogado que está al frente de él.
—Emiliano—. Saluda— parece que va a hacer una gran noche, ¿verdad?
Y desde allí, ya empezamos mal, tan mal.
—Tío, podemos hablar a solas, puedo esperar una vez te desocupes. — sugiero, pero al parecer le interesa tanto la información que le tengo a lo que el abogado le está tratando de explicar.
—Arregla eso cuanto antes, por la poca paciencia que tengo, te daré dos días si no sabes qué iras directo a la cárcel.
Hasta donde me encuentro parado puedo respirar el miedo del hombre, como puede recoger todo lo que tenía en el escrito y se apresura a meterlo en el maletín, pero por lo que veo el tipo se metió con quien no debía.
Una vez sale y desaparece, termino de entrar a la oficina, me siento, porque es obvio que existe la confianza.
—No se sabe nada de ella, como si nunca existió. — suelto de golpe.
No soy el tipo de andarse por las ramas, cuando sé que puedes ahorrarte tiempo cuando vas directo al grano.
—¿Buscaste donde te dije? — inquiere.
—Puede que no sea mi fuerte, pero tampoco estaba haciendo solo este trabajo, viaje personalmente al dichoso lugar, soborne y nada, las personas con el nombre no tienen las mismas características, han pasado más de veinte años, todos cambiamos.
—Ella no pudo haber cambiado.
—Puede que esté muerta.
El golpe en el escritorio me hizo arrugar el entrecejo, veo a mi tío, rojo, por mí puede estar verde, y no cambiaría mis palabras.
—Nunca en mi presencia vuelvas a decir esas palabras.
—Sí, tanto te afecta, no las hubieras abandonado.
—¿Qué vas a saber tú? Que en ese monto solo sabías comerte los mocos.
Se sienta y su frustración es evidente de aquí hasta China y haciendo la referencia cerca por no decir a años luz.
—Bueno, hay más gente, sume más gente, para abarcar más espacio.
—No quiero mucha gente involucrada, quiero que esto se maneje con el mayor tacto posible, no quiero que mis rivales lo tomen como una debilidad.
—Sé cómo manejarlo, no sería tan estúpido como meter a cualquiera aquí, además se piensa que es otra persona, no te preocupes.
—Eso espero, Emiliano.
—Puedes pasarles la tarea a algunos de tus hijos. —Le digo, levantando la comisura de mis labios. —Ay, lo olvidé, si tú no tienes hijos.
—Maldito engendro del demonio, si no fuera porque te crie como a mi hijo, te juro que te quitaría hasta el último peso.
Me rio, cada vez que quiere molestar, siempre sale con lo mismo.
—Tío, si fuera cierto lo que has dicho en los últimos años, no estaría al frente de la empresa y de mis negocios, pero volviendo al tema importante, no tienes algo de ella, alguna fotografía al menos.
Él me queda viendo, parece pensar lo que le estoy sugiriendo.
—No, no tengo nada de ella, tu tía en su locura las destruyo. Sabes su actitud hacia toda mujer que se acercara demás, al encontrar la caja que tenía guardada en la caja fuerte, termino en la chimenea de aquella casa. — Parece perdido en sus pensamientos. —No encuentro una explicación lógica que me responda ¿Cómo supo la contraseña?
—Puedes hacer un boceto de ella, algunas características, diablos, algo que no sea un callejón sin salida.
—Déjame ver qué puedo hacer, o que puedo recordar que sea útil para la investigación.
Terminamos la conversación, cuando salimos nos vamos directo al comedor, cenamos en un silencio tranquilo, hasta que es interrumpido por el sonido de una llamada, entrante a mi celular.
Frunció el ceño, todos sabes que a la hora de la cena nadie debe interrumpir, dejo que el aparato siga sonando, hasta que vuelve a reinar el silencio. Cuando termine voy a averiguar quién fue el imbécil que interrumpió nuestros sagrados alimentos.
Cuando termina la melodía, solo espera unos minutos y vuelve a sonar, mi tío deja los cubiertos, dejando en ver lo que le molesta aquel ruido, no lo pienso demasiado, me levanto y lo tomo. Cuando iba a pagarlo dudo si contestar.
—Lo siento, es importante. — me disculpo y salgo a la habitación continua.