♥Aurora♥
Llegué tal y como había dicho Bob. No era que no confiara, solo tenía miedo, un miedo que me impidiera trabajar y no poder llevar la carga de mi familia.
Tomo asiento donde me indica la enfermera, tengo que esperar a que me llamen, para que me atiendan.
Una vez dentro del consultorio, le explico al médico mis dolores y mi trabajo; él parece pensativo.
—Necesito algunas radiografías, y sobre todo que no calientes tus muñecas por unos días, te voy a recetar calcio, aunque…
—¿Aunque qué? — preguntó.
—Necesito hacerte algunos exámenes.
Empezó a interrogar, me sentía como si había cometido un delito.
—¿Eres sexualmente activa?
Siento mi cara enrojecerse, solo de recordar esa pregunta hace que quiera meterme la cabeza como el avestruz y no volverla a sacar por un tiempo.
Después del bochorno que sentí con el doctor, ¿era necesaria esa pregunta?
Me cubro la boca con las manos, de solo imaginar que el médico pensara que tenía algún tipo de prácticas de ese calibre, siento que mis orejas no dan para más.
—¿Se encuentra bien, señorita? —Esa pregunta hace que salga de mis desafortunados recuerdos.
—¿Disculpe? —preguntó. Como si no hubiera escuchado bien la pregunta, responde Aurora, responde, no nos hagas pasar más vergüenza. — Lo siento, creo que sí.
—Está toda roja, pensé que le había pasado algo. — dice y el recuerdo del médico es lo que se me viene a la mente.
—¿Cree usted que es necesario que un médico le pregunte por su vida sexual? — Veo cómo el pobre hombre voltea a ver por todos lados, y ahí es donde me doy cuenta lo que he preguntado.
Ahora sí, Aurora, no vas a salir del cuarto por varios días. —Lo siento, lo siento, solo que pasé una vergüenza y todavía no sé si es por eso que mi cerebro no trabaja bien.
Antes de que él pudiera contestar, salgo corriendo, literalmente corriendo.
Gracias a Dios. No le di vuelta a ninguna persona, porque ya sería el colmo de los colmos.
Cuando doy la vuelta por una esquina y veo una tienda, será mejor que entre y chequee a ver qué hay.
Entro a la tienda de zapatos, te necesito unos porque en unos meses la nevada me puede tomar desprevenida.
Empiezo a ver algunas opciones, pero ver que cuestan más de lo que puedo gastar, busco algo más cómodo, para no salir con las manos vacías, no quiero pasar más vergüenza de la que llevo encima.
Voy donde están algunas bufandas de varios colores, algunas de estas serán buenas para la temporada, estaba viendo los precios, y mi boca se abría cada vez más al ver el precio. Estaba viendo algunas y sabía que no podía, este sería un buen recuerdo de este día.
Veo una que tiene el precio que me puedo permitir; la tomo, no lo pienso demasiado, solo pagar para terminar el día.
Cuando algo se supone que estaba saliendo como bien, algo hace que regrese, y veo una mano tomando lo que se supone era mío.
—Suéltalo. — Digo dándome la vuelta para ver quién detuvo mi andar, pero lo que no me esperaba era ver a un hombre de casi dos metros de altura, su cabello negro como la noche y unos ojos grises entre azul, era un hombre que dudaba que existiera, y yo con mi ropa.
No me detuve a pensar lo que sucedía, solo quería salir de allí. —Suéltala tú, no miras que es mía. — Sabía que él tenía las de ganar, pero tampoco me iba a dejar amedrentar.
—Señorita, usted no mira. — Me dice el igualado.
—Yo la tomé primero. —Me defiendo.
—Amor. — grita una mujer hermosa, y el hombre guapo se distrae dejándome la oportunidad de huir, ya que muchas personas no estaban viendo.
Ese hombre está casado, tonta, tonta, tonta. En lo que él se distrajo para ver la modelo que tenía al frente, yo decidí no hacer más locura.
Ya por hoy tenía que ser suficientes. Suelto la prenda y no dudo en salir de allí. Todo el mundo me ve, pero hago como que no los miro, trato de calmar mi corazón acelerado.
Camino para tomar el metro y volver al trabajo, tal vez Bob me ponga de mesera.
Veo mi figura, ¿yo de mesera? Ni de chiste.
Caminó con la orden que pidió el cliente, con esos vestidos que se ponían los años anteriores. Cuando la orden está, llevo la bandeja en mis manos. Cuando estaba por llegar a la mesa, siento cómo los patines no se detenían y voy a dar de nariz a la puerta.
Se me escapa una risa y veo cómo el pasajero que tengo al frente me queda viendo.
Sí, en definitiva, esa soy yo.
Lo mejor que pude hacer fue conectarme con la música en lo que llegaba a mi destino. Tenía que distraer mi mente.
En eso suena mi celular con una llamada entrante. Era Bob.
—Hola. —Digo con mi voz de que no esperaba su llamada.
—Aura, no vengas a trabajar hoy, quédate a descansar dos días, cuando te sientas mejor regresas. —Me informa, porque eso es obvio.
—Bob…
—No hay peros que valgan, descansa, haz lo que te pido el doctor, por favor, niña, por una vez.
—Necesito el dinero. —Siento mis ojos enrojecerse.
—No se te van a descontar los días, se te van a pagar normales.
Dicho lo último, corta la llamada, y yo me quedo congelada. Él ya habló con el médico y este ya le explicó todo.
Así que paso por una tienda a comprar algo para almorzar.
Me abastezco de comida para loros, porque uno puede aguantar, pero los hijos no. Tomo algo para hacer un pollo, papas y algunos condimentos, hoy tengo ganas de guiso con ensalada de papa.
.
Emiliano. 🔥
Estoy esperando que mi prima estaba comprando algunas cosas en una tienda que por caprichoso quiso entrar, todavía no sé qué hago aquí.
Veo unas bufandas, sería un buen regalo, para Navidad, es normal que se regalen esas cosas, veo varias, pero hay un color gris básico que me llama la atención, esta muy bonita. La tomo, al hacerlo siento que alguien la tiene tomada del otro extremo.