Locura, amor y ¿peleas?

Capítulo ocho. ❤️

♥Aurora.♥

Todo se me ha complicado, ahora tendré que pagarle a una persona para que atienda a mi mamá y a mi hermano.

No terminó de salir de una para entrar a otra, ahora mi tía no puede, ya que una de sus hijas se va a casar y tiene que ayudarle en todo lo que pueda. No me lo tomen a mal, me alegro por mi prima, pero todo esto hace que me frustre por mi suerte.

—¿Y esa cara larga? — me pregunta Martín, un Colombiano sexy.

—Cosas de la familia, ya sabes.

—¿Ahora qué pasa? — pregunta Conchita, resopló tratando de controlar mi ansiedad.

—Mi tía, ya no puede cuidar a mi mamá y, aunque le pago por hacerlo, no es una cifra exagerada, como lo está haciendo la persona que se hará cargo ahora. Ya que ella tiene que hacerse cargo de los hijos de mi prima Luciana.

—¿Y qué pasó con tu prima? — inquiere.

—Al parecer conoció a alguien y vendrá al país. Ya hablé con mi hermana, bueno, con la muchacha que mi mamá crio, que está aquí también. Estamos preocupadas, pero al ser ilegales no podemos viajar para poder resolver ese asunto.

—Qué gran dilema.

—Lo que pasa es que ahora se me está subiendo la carga, y mi hermana, desde su embarazo, no ha podido ayudarme.

El hambre en estos días se ha asentado por todo el estrés que me está causando, lo de mi madre, y sobre todo el bienestar de mi hermano.

—Confía en Dios, todo lo va a poner en su lugar.

—Confío, pero no puedo dejar de preocuparme.

Ella asiente, como comprendiendo el dilema en el que estoy.

El dilema en el que me encuentro es volver a mi país o intentar con la persona que mi tía recomendó.

—Tomo se va a resolver—. Me consuela tomando mi mano, siento que la vida puede ser un poco injusta, no salgo de una cuando me cae otra encima.

Tengo que ser positiva, la vida me puede dar limones y yo las convertiré en limonadas para la venta. Le doy mi mejor sonrisa, para no tener que preocuparla por algún problema que solo a mí me compete. —Tengo la certeza que será de esa manera, pronto resolveré todo lo que me molesta.

—Esa es mi niña—. Dice y me abraza, yo dejo que sus brazos me envuelvan, me relajo un poco al sentir como me trasmite esa seguridad que tanto necesito.

Siento mi celular vibrar, desde el incidente que tuve con el socio de Bob, lo he traigo encima y usarlo cuando voy al baño, para evitar cualquier mala interpretación, no quiero que Bob tenga problemas por mi culpa.

Vi que era una de las clientas que me compra y no dude en tomar el pedido, algo que me había mejorado, ya no eran dos pasteles al mes, ahora eran tres a la semana.

Eso me alegraba, porque quiere decir que los clientes quedan satisfechos, y eso me da dinero extra para lo que necesito.

«Byron: Tengo un pedido especial, es para una amiga, que quiere conquistar un corazón.» Manda caritas de diablitos y fuego.

«Aurora: Hola, gracias por recomendarme, si sabe sus preferencias me lo puedes enviar, yo con gusto se lo haré.»

Seguimos con una pequeña conversación donde nos ponemos de acuerdo como será y cuando.

Lo que no sabe que con cada cliente que consigo me alegra el corazón, porque pronto podre conseguir lo que buscaba aquí, y regresa a mi país.

—Pronto mamita, pronto. — Digo apretando el móvil en mi pecho.

—¿Pasa algo Aurora? — Aquella voz hace que suelte mi celular, porque siempre me encuentra en los momentos menos oportunos.

—Nada, señor—. Digo y recojo el aparato, sin voltearle a ver, porque prefiero mantener cierta distancia de él.

No reviso si el aparato se dañó, lo meto al mandil sin ponerle mucha importancia, aunque mi corazón late acelera al presentir que otro gasto va a requerir de mi sueldo este mes. —Permiso—. Digo pasando por su lado, esta vez no me detiene.

—Me puedes llevar donde se encuentra Bob—. Escucho como se dirige a mi compañera, lo cual agradezco. Sígame, Señor — Responde ella.

No es a ti, es a ella que se lo estoy pidiendo, ¿Te harás la que no escuchas Aurora? —Lo último que me dice hace que detenga mis pasos y se tense todo mi cuerpo.

—Llévame a su oficina.

Quisiera protestar, decirle que conoce muy bien el camino, pero le di la sonrisa más falsa que tengo en mi catálogo. —Claro, por favor sígame.

Él parece satisfecho con mi reacción, cuando voy subiendo las escaleras, siento su mirada en una parte de mi cuerpo.

—Los ojos al frente, Señor—. Digo.

—Que tu trasero quede al frente, no es mi problema, señorita.

Siento mi rostro enrojecer, son orejas parece que se van a empezar a incendiar, por lo que fue tan directo, parece darse cuenta de mi incomodidad. —Si gusta, puede acelerar el paso, para que no piense cosas de mí que no son.

No contesto, dejo que piense que gano.

Subo dos escalones más, detengo mis pasos y doy media vuelta, para quedar al frente de él, aquello no se lo esperaba, pues casi choca conmigo.

—Usted fue que insistió que fuera yo que viniera como su guía turística, cuando conoce mejor que nadie donde queda la oficina de Bob, y si me estaba viendo el culo, es porque le gusto lo que miraba, al contrario, me equivoque y sea amiga en vez de amigo.

Antes que regrese mi andar me toma de los brazos, y me estampa en la pared.

—Podría demostrarte ahora mismo, si me apeteciera, pero no eres mi tipo.

Aquello daño un poco mi ego, pero no me dejo, me suelto de su agarre, termino de subir, llegando por fin donde estaba la oficina.

Toco sin que él me lo pida, lo último que deseo es estar cerca de este troglodita.

—Bob, tienes visita —. Hablo lo suficientemente alto, para lo que sea que Bob esté haciendo se detenga y salga a resolver lo que este hombre quiera.

Él me mira y no aparta la mirada en lo que esperamos que Bob de señal de vida, lo cual tarda, y mi ceño se empieza a fruncir.

Vuelvo y toco la puerta, esta tarda unos minutos en abrirse, la primera que sale es Sandra, y no me sorprende, ruedo los ojos, todo el mundo dentro de la pizzería sabe la relación tóxica que tienen, pero eso no es de mi incumbencia.




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