♥Aurora.♥
Después de los gritos que lo acompañaron de unas carcajadas por mi atrevimiento, me miraba como si yo fuera una mujer extraña con una imaginación fuera de este mundo.
—Créeme, si fuera a robarte el corazón, ya días lo hubiera hecho, demasiado bien te conozco para poder aprovechar cualquier momento y comerte—. Dice aligerando el ambiente luego de metida de pata que hice, solo que en mi defensa mi madre de niña siempre me metía ideas tontas en la cabeza.
Desde historia como en coco, hasta los hombres que le robas los órganos a los niños por dulces, tipo Hansel y Gretel, pero en la vida real.
—Lo siento, solo que se me vino a la cabeza los cuentos que me contaba mi madre antes de dormir.
Él vuelve, me mira como si aquello solo le causa más gracia de lo que esta decidido a admitir.
—Eras de las niñas que le contaban cuentos antes de dormir, que interesante.
—No precisamente tienen que ser cuento de hadas, eran de terror.
—¡Dios!, entonces eres de las traumadas, que tienen miedo a una relación, porque tiene duda que el hombre que la trate de conquistar sea un vampiro, con ganas de clavarle los dientes a medianoche.
Siento mi cara arder de la vergüenza que me produce estar aquí frente a él, después de soltar semejantes barbaridades, aparto mi vista de su cara, y dejo que mi mente divague por las calles y personas que pasan frente a mí.
—No te cohíbas conmigo, no me sentí ofendido por tus comentarios, solo que me tomaste desprevenido.
—Siento tanta vergüenza de lo que mi boca puede soltar, necesito tener más filtro la próxima vez.
—Te diré algo, no tienes que aparentar conmigo, algo que no eres. Eres perfecta tal y como eres—. Coloca una de sus manos encima de las mías, nunca me imagine que después de eso, él me diera a entender que todo estaba bien.
Tomó su mano, pero la apartó para que no piense que me estoy aprovechando de la situación.
—Ya tienes una idea sobre el pastel casero—. Me río de solo pensar que todo aquello de lo que es capaz, la chica solo por agradar a un hombre que posiblemente nunca se ha interesado en ella como mujer.
—Sí. Creo que será el más conveniente, que no se vea perfecto en tanto la elaboración, pero no sé si ella estará de acuerdo con lo que yo pienso. —respondo cuando soy consciente del cambio de la conversación, para seguir con el ambiente agradable que llevábamos.
—Yo estoy de acuerdo, se lo comentaré a ella a ver qué piensa.
Yo, me enojo de hombros, ella quiere hacerle creer que ella lo preparó y piensa presentarle un pastel perfecto.
—Ella no sabe cocinar, ¿cómo diablos piensa que él le creerá? —Hago claro lo que siempre he pensado: que nada puede parecer perfecto si quieres conquistar a un hombre.
—Tienes razón, no creo que ese antipático le crea que hizo tal cosa, si hasta el agua se me quema.
Nos reímos, y no es por ella, sino por lo que quiere que piense él.
—Sería genial, ver la reacción de él, al verla llegar con un pastel perfecto.
—Es más que perfecto.
—Eso opina usted, señor Byron.
—Claro que sí, opino eso y más.
El resto del camino lo hacemos con broma en broma; una vez llegamos a mi destino, parece recio a irse.
—Si no existiera ese compromiso, me quedaría a pasar la noche contigo.
Le sonrió. —Será la próxima vez.
Se despide y veo cómo el auto desaparece de mi vista, me río, pero cuando…
—¿Qué hace aquí? — le preguntó al hombre parado en la entrada del edificio.
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Emiliano.🔥
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Veo cómo se baja del coche de Byron, no entra inmediatamente, eso me da una ventaja de poder descender de mi auto, he de ir hasta donde ella está.
No pregunten, cosas que ni yo mismo entiendo, aquí estoy yo esperando que vea mi presencia, soy consciente de que parezco un enfermo acosador.
Cuando ella voltea, se lleva su sorpresa al estar aquí parada al frente de mí.
—¿Qué hace aquí? — Me pregunta, y es que hasta yo mismo me hago esa maldita pregunta.
—¿Cómo conoces a Byron? —omito su pregunta y voy directo a lo que se supone me interesa.
—No es asunto suyo.
—Claro que lo es —. Digo tomando su brazo.
—Suéltame, no tiene ningún tipo de derecho.
Y es ahí donde me doy cuenta de lo absurdo que es la situación, estoy aquí frente a ella, reclamándole, cuando no me debe ningún tipo de explicación.
—Lo siento—. Me disculpo y la dejo ahí, parada. Haciéndose de ideas que no son ciertas o ¿sí?
Sacudo mi cabeza para sacar lo absurdo que es la solo idea de imaginar eso.
Arranco mi vehículo sin dirigirme una mirada a esa mujer.
—¿Qué diablos te pasa, Emiliano? — doy un golpe al timón, estuve a punto… —No eres un puerto, eres un hombre adulto.
Ya que no anduve la respuesta a mi pregunta con ella, iré a ver a mi amigo.
Él, sí, tendrá que darme una pequeña explicación.
Tomé el camino a sabiendas a donde se dirigía Byron, aquel lugar donde, nadie, a excepción de los amigos muy cercanos, conocíamos.
—Me tendrás que dar una buena explicación.
Veinte minutos después estoy en la entrada del lugar, dejando que mi mente reaccione. No es que fuera un santo, solo vengo a preguntar para salir de la duda que se me instaló en mi mente.
—Todo sea por ella.
Uno de sus hombres me escolta hasta su oficina.
—Señor, lo espera.
Me abre la puerta e ingreso.
—Qué sorpresa tenerte por aquí.
Me siento frente a él, soy un ridículo.
—¿De dónde conoces a Aurora?—no me detengo a saludar.
Él levanta una ceja, dejando en claro que eso era lo último que se esperaba de mí.