Locura, amor y ¿peleas?

Capítulo diecinueve.❤️

Emiliano.🧣🔥

Llegamos a la mansión, dejando a Aurora con Mía, dejando claro que esta vez tengan más cuidado con la cocina, no quiero que ninguna de las dos salga lastimada.

Y peor volver a ver Aurora atendiendo la mes, cuando en realidad la quiero a mi lado, solo verla la noche anterior, por pocos minutos como empleada de la mansión, encendió un fuego dentro de mí, pero no de buena manera.

Las dejo tranquilas por un momento, voy directo al despacho de mi tío, cuando voy a abrir, para mi sorpresa esta cerrada.

—¿Cerrado?, pero mi tío nunca lo ha mantenido así.

De casualidad veo que el mayordomo Isaac, viene caminando por el pasillo.

—Isaac—. Lo llamo.

—Dígame, señor, en qué puedo servirle.

—Necesito la copia de la llave del despacho.

—¿Está cerrado? —Hasta él se da cuenta de que algo no anda bien—. Enseguida se las traigo.

Veo, como desaparece por el pasillo, en cuanto a mi atención está en la puerta cerrada, se escucha un pequeño ruido, lo que me pone más ansioso. Puede ser que mi tío no esté bien o peor que le pudo pasar algo malo. No me imagino que haría si eso llegara a pasar.

Pasaron unos minutos hasta que Isaac llegara, me entrega las llaves y no lo pienso dos veces, abro la puerta y la sorpresa pintada en toda mi expresión.

¿Un gato?, un gato. ¡Dios! Casi me da un infarto, pero ¿De quién es?

—Señor—. Me dice Isaac—. Es la mascota de la señorita.

—¿Mascota? Él lo permitió—. Es lo más seguro.

—Sí, ya que la señorita no padece de ninguna de sus alergias, lo permitió, pero con la condición de que no tuviera nada que ver con él, ya sabe como se dé alérgico al pelo de los gatos o cualquier animal.

Yo asiento compartiendo la opinión de Isaac, las cosas con mi tío están cambiando desde que Luz regreso a su vida.

—Saca a ese animal de aquí, y manda a alguien a desinfectar, no queremos a mi tío en el hospital, por favor—. Estoy enojado y no puedo negar, que él deje su salud a un lado, por un capricho de su hija me descoloca.

Está bien que quiera recuperar los muchos años perdidos por no estar a su lado, todo lo que perdió con ellos, lo comprendo, pero a costa de su salud, es indignante, hablaré con él.

Sé que dirá que Luz no vive con él y que puede traer al felino durante sus pocas horas de convivencia.

Una vez salgo dejando la puerta abierta, Isaac, ya se ha encargado de llevarse a la bola de pelos, mientras se encargan del despacho, subo a mi recámara de la mansión.

En mi recámara tengo mi pequeño despacho, algo que me gane, es la mitad del de mi tío, y está bien, aquí podre adelantar una reunión por videoconferencia de uno de los sectores que me interesa saber de por qué la baja en ventas.

Se suponía que solo serían unos veinte minutos lo que tardaría, pero se extendió a una hora más, termine con jaqueca de las excusas baratas de que no podemos con la competencia.

Me levanto y estiro un poco el cuerpo para bajar a ver a Aurora. Hoy tiene que mostrarme lo que aprendió.

Voy directo a la cocina, al entrar me encuentro con las dos mujeres riendo con complicidad, dejando muy en claro que algo se traen entre manos.

—Lo prometo—. Dice Aurora, mostrando su dedo meñique para cerrar el trato entre las dos, el cual Mía no duda en tomarlo.

—Más vale que recuerdes esta promesa, porque yo sí te la haré pagar—. Las dos sueltan una carcajada.

—¿Cuál promesa? — Pregunto, pues tengo curiosidad, veo como las mejillas de Aurora se tiñen de rojos, sube hasta sus orejas y baja a su cuello.

—Una tontería Emiliano—. Responde Mía, le creería, pero la actitud de Aurora me deja mucho que pensar.

—Esta bueno—. Termino el tema—. Témenos que irnos— digo esta vez a Aurora, ella asiente, extiendo mi mano y ella lo toma sin oponerse, me gusta el tacto de su piel.

Así pasaron unos días, nuestra pequeña rutina, de vez en cuando le doy un pequeño obsequio, su sonrisa son las mejores recompensas.

—Hoy quiero probar una receta que vi en internet, guarde el video, ¿qué dices? —Pregunta, llegando al supermercado, donde vamos a abastecernos de lo que necesitamos.

—Me parece bien, ya sabes que no lleve nada de ajo—. Se ríe, esa risa que dan ganas de besarla.

—Ya lo sé, tengo todo lo que te hace mal aquí—. Dice, tocando su cabeza.

—Esa es mi chica.

—Claro. —Dice presumida.

Salimos del vehículo, y caminamos, tomo el carrito, mientras ella va seleccionando varios productos que necesitamos.

Hasta que llegamos al área de verduras, ella estaba seleccionado unos tomates, cuando un conocido se acercó.

—El gran Emiliano, ¿qué tal hombre?

—¿Qué tal Walter? —Digo al conocido de copas.

—Aquí viéndote, ¿para cuándo otra de nuestras salidas? —. Me quedo helado, inmediatamente mi mirada se va a la mujer que detiene la tarea de buscar tomates, para prestar atención a lo que pueda obtener.

—Lo siento, tal vez un día de estos, por los momentos soy un hombre domado—. Digo tomado a Aurora por la cintura.

—No sabía que tenías novia—. Miro a Aurora y la veo rojo como verdura que tiene en la mano—. Mucho gusto, Walter.

Se presenta él. — Aurora—. Contesta con nerviosismo.

Él, no platica más y se despide.

—¿Tu novia? —. Pregunta con mala cara.— deja de usarme de escudo para evadir a tus amigos.

—Entonces aceptaré la salida con él.

—Hazlo, sigamos en lo que estamos haciendo.

Un incómodo silencio se instaló entre nosotros.




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