Aurora. ❤️🧣
Por la tarde llego Mía con mucha comida, en su mirada se notaba que era genuino lo que sentía, me acaricio mi cabeza como si fuera una niña pequeña, coloco un mechón de cabello en la oreja.
—Ay, niña—. Se queja—. Cuando Emiliano me informo lo que te había sucedido, no lo podía creer, ahora tenemos que cuidar muy bien esas manos.
—Sí, ahora voy a seguir las indicaciones del médico, todo va a mejorar—. Le prometo.
—Claro que lo hará, yo estaré pendiente que así suceda. —Dice Emiliano sin despegar la vista de la laptop.
Seguimos platicando hasta que llego la hora de macharse.
La enfermera entra para revisar mis heridas, eso parece importarle a Emiliano, pues se levanta para acompañarnos.
—¿Cómo está? — Pregunta, sin que la enfermera terminara de quitar las vendas que las cubren.
Cierro mis ojos, para no verlas.
—¿Duele? —Pregunta don metiche.
—No, solo le da miedo. —Le contesta la enfermera por mí, en eso siento unas manos sobre mis ojos. —¿Ahora estás mejor? —Pregunta.
—Claro, ahora estoy mejor.
—Gracias—. Siento mis ojos arder, y no logro mantener las lágrimas por mucho tiempo.
—Con cuidado, que le duele, si no sabe…
—No me duele, solo es… —No me deja terminar cuando ataca con otra pregunta.
—¿Por qué lloras?
—Porque eres demasiado lindo conmigo. —Respondo con toda la sinceridad, siento sus besos en mi cabeza.
—Siempre estaré para ti mi llorona. —Responde, haciendo que con eso una risa se me escape.
La enferma suelta una risita, por la escena que estamos dando.
—Siempre le aplicamos algo para que no le duela, pero parece que su preocupación llega a grados extremos, ya termines, es hora de cubrirlo.
Cuando ella se retira, es el momento que Emiliano bajas las manos, dejando por fin que mis ojos vean.
—Puedo ayudarte con los baños, te juro que no pasara nada.
—¡Por Dios! ¿Cómo puedes decir esas cosas?
—Pero un día seremos esposos, y podemos empezar desde ahora, en la parte que dice en la salud y en la enfermedad, yo tengo ser tu apoyo.
—No nos estamos casando.
Entonces me sorprende cuando saca dos anillos.
—Serán nuestros anillos de promesas, yo prometo cambiar este anillo por el que grite que eres mi prometida, prometo darte todo el amor que necesitemos, estar allí para ser tu hombro, aquel que necesites, tu muralla para protegerte, pero sí una vez te fallo, te juro que no lo haré consciente, pero estaré siempre ahí mi querida esposa.— dice deslizando el anillo en mi dedo anular.
—Emiliano…
—Shh… no he terminado, eres el amor de mi vida, y con que he decidió compartir mi vida, nuestra pequeña boda, que será reemplazada por una que mereces, porque el día que decidas que ya no me amas, seré la bestia y voy a encerrarte hasta que lo vuelvas a hacer.
—Acepto, porque yo también lo quiero contigo.
Sellamos nuestro pacto de amor, con un beso, ese beso que me llevo al cielo.
—Te amo Aurora, sé que es muy pronto decirlo, pero es lo que siento. —Lo veo con los ojos muy abiertos. —No importa que lo digas, con que yo lo sienta en ese momento es suficiente.
Los días pasaron.
—Emiliano, ve a ver porque la enfermera tarda tanto, por favor. —Ya estaba esperando por mi baño, pero Emiliano no regresaba y ya me estaba desesperando.
Cuando él regresa, viene solo mi decepción es evidente.
—Lo siento, no hay ninguna enfermera disponible, hasta dentro de una hora.— Se encoge de hombros. —Puedes esperar.
Mi cuerpo lo sentía incómodo, ya no podía esperar.
—Puedes ayudarme, pero tendrás que vendarte los ojos. —Le digo.
—Claro, pero tendrás que guiarme.
Y así lo hacemos, tomó una de sus corbatas, él se la amarra, cuando estamos en el baño.
—Nada de tocar lugares prohibidos. — le recuerdo, no sé cómo pienso lograr eso, necesito un baño para cada rincón de mi cuerpo, pero las enfermeras no aparecen desde varias horas atrás, y se supone que ya va a venir el médico que me opera a revisarme y no puedo estar sin bañarme.
—¿Lugares prohibidos? —levanta una de sus cejas, y suelta una risita pícara.
—Solo será echarme agua, para estar presentable para el médico Emiliano, después que me ayude la enfermera que lo ha estado haciendo.
—Yo puedo hacer exactamente lo mismo que ella, prometo borrar todos los recuerdos luego que salgamos.
Suspiró, porque sé que no voy a sacarle la idea de la cabeza, solo pienso que algunos médicos vendrá y veo al hombre que tengo en frente, es mi única opción, mi hermana no ha venido y se supone que estaría aquí ya.
—¿Por qué lo piensas tanto? No perdamos más el tiempo, entra a la ducha.
Veo cómo él se va quitando la ropa.
—¿Por qué te quitas la ropa? — preguntó con mi voz ronca y mis mejillas encendidas.
—Estoy con los ojos vendados y todavía quieres que me moje mi ropa, ¿qué pensabas?
—Nada, hay que darnos prisa. — Esto es tan vergonzoso, yo estoy casi desnuda.
Media hora más tarde él me está ayudando a peinar mi cabello.
—¿mejor? — pregunta, yo estoy tan avergonzada, que no puedo verlo a la cara. —¿Aurora? Es normal lo que paso en el baño, incluso va a pasar más adelante, relájate ¿sí? Porque me estás haciendo sentir culpable.
—Solo me siento avergonzada, no me obligaste a nada que no quiera es solo…
Deja de peinarme para colocarse frente a mí. —Puedes ser sincera conmigo, si no te gustó puedes decírmelo.
—Es bueno, extraño, nunca había experimentado tal cosa.
Él sonríe y besa mis labios, solo con pequeños roces.
—Aprenderás a poner tus propios límites si algo no te gusta.
Así paso hasta que mágicamente las enfermeras aparecieron, y los doctores llegaron.
Los días pasaron, con una incomodidad terrible. Ya quería regresar a mi vida con normalidad, pero es algo que no podré. Teniendo a Emiliano respirándome en la nuca.
Editado: 15.11.2025