Locura, amor y ¿peleas?

capitulo treinta y uno

—Lo siento, pensamos que Emiliano estaba aquí, Luz necesitaba hablar con él, por eso la traje hasta acá.— Se excusó Hannah, parecía nerviosa, pues miraba de un lado a otro, como si mágicamente iba a encontrar la ayuda que necesitaba.

—Emiliano salió, pero puedo llamarlo para que haber venido no sea de gusto. — Digo y sin esperar la respuesta tomo el celular de donde lo tenía y marco el número de Emiliano.

—¿Y quién eres para tutear a Emiliano? —Pregunta mi prima, pero al parecer no lo recuerda.

—Ella es la…

—Cuando venga Emiliano que te lo diga— respondo antes de que Hannah lo haga.

No espero mucho cuando la llamada se conecta. —Au, ¿Pasa algo?

—Sí, aquí está Hannah con una señorita, te buscan. —Sí, Lucia quiere jugar, pues yo con gusto la voy a complacer.

—¿Luz? —Pregunta él.

—Exacto, ¿Crees que puedes venir un momento?

—Diles que me esperen, iré a almorzar a casa y hablaré con ella.

—Está bien, te esperamos.

—Te amo, beso. —Se despide él y corta la llamada antes que pueda contestar.

—Tomen asiento, él ya va a regresar. — Les digo, Hannah es la más incómoda en todo el asunto.

Mía, está tan entretenida viendo todo lo que sucede a su alrededor, que no se da cuenta de que yo ya vi, que vamos a ser su novela favorita en estos momentos.

—Me podrías dar un jugo de naranja. — La que suelta eso es Luz.

—Sí, en un momento señorita. —Responde Mía.

—No le estaba diciendo a usted, estaba hablando con la otra muchacha.

—Ella no esta trabajando aquí. —Responde Mía con los dientes un poco apretados, y con una sonrisa mal disimulada.

—¿Así? No era que Emi la tenía trabajando para él.

Volteo a verla, y Hannah niega con la cabeza, como advirtiéndole que no se metiera conmigo. —Es cierto. —Contestó, me levanto de banqueta del desayunador. —¿Alguno en especial?

—Aurora. —Me advierte Mía, no es que no lo quiera dejar pasar, lo que me molesta es que actúe como si no me conociera, porque lo hace adrede.

—Una limonada esta bien.

—Ok, solo dame unos minutos.

Tomo mi celular y entro directo a la cocina, agradezco al cielo, que ya pueda hacer ciertas cosas con las manos, termino de lavar mis manos, y dejo que el tiempo trascurra.

—¿Tanto tiempo te llevas en hacer una limonada? Le diré a Emi qué tipo de empleada tiene. —Dice viéndose las uñas.

—Se lo puedes decir en este preciso momento. —Digo viendo al hombre parado detrás de ella.

—Emi, que bueno que volviste. — Dice ella levantándose de donde estaba, con una actitud mimosa, como que lo que ella quisiera es ley. —Llego esperando mi limonada casi una hora, y crees que tu empleada puede hacerlo.

—Entrégale la limonada, que estoy cansada de su parloteo.

Emiliano me mira sin poder creer lo que acabo de hacer, de un momento a otro todo es silencio, hasta que Emiliano es el que se encarga de hablar. —¿No era para ti? —Niego con la cabeza.

—La señorita aquí presente, quería una limonada, pero no de las que hace Mía, y me pidió amablemente de que yo se la preparara, pero sabes que no puedo y tampoco me podía negar, así que fue que amablemente te la pedí.

—¿Por qué dejas que te tutee? Y peor, ¿Qué te falta el respeto de esa manera?

—Toma. —Dice entregándole lo que traía en la mano para llegar hasta donde mí. —¿Hiciste algo? —Parece preocupado.

—No Emiliano. —Interviene Hannah. —La verdad es que Luz me insistió y el tío sabes como es él. Emiliano asiente.

—Esta bien, pero ya que están las dos aquí, quiero dejarles algo muy claro, lo que paso hoy no se vuelve a repetir, Aurora es mi mujer, y no es una empleada suya, para que la traten como tal e incluso si así lo fuera, el respeto va ante todo. — Su declaración hace que mi corazón se acelere.

—¿Tu mujer? —Pregunta Luz a la vez que apachurra lo que tiene en las manos.




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