Locura, amor y ¿peleas?

Capítulo treinta y cinco. ?❤️

Aurora.❤️

Ha pasado una semana desde que Emiliano me propuso matrimonio; hoy me encuentro en la pizzería ayudando con la clientela.

Me encanta pasar tiempo aquí, porque en la casa de Emiliano ya estuviera loca del encierro.

Tomo la libreta para poder escribir lo que quiere la mesa cinco; hoy están menos movidos que otros días.

—Buen día, bienvenidos. —Le digo a la familia que tengo al frente.

Dejó el menú para que pueda decidir qué quieren pedir para el desayuno; aunque es una pizzería, se sirve un menú variado para todos los gustos.

Todo está tranquilo hasta que veo entrar varios policías, mi cuerpo se eriza, pero no lo demuestro.

Claro que tengo miedo y un mal presentimiento se apodera de mi cuerpo.

—Buenos días. — Saluda uno de ellos. —Necesitamos hablar con el dueño del local.

Bob qué no está tan lejos, viene al encuentro del hombre. —Hola, soy yo, ¿en qué puedo ayudarle?

—Andamos buscando a la señorita Aurora… —No termino de escuchar lo que sigue diciendo, pues lo que tengo en las manos se me cae.

Bob voltea y es más que obvio que soy yo; todos empiezan a hablar y a decirme cosas que no entiendo o no quiero comprender.

De un momento a otro, el policía que ahora sé que es de inmigración, coloca unas esposas en mis muñecas, sin importarle qué siguen con las muñequeras especiales.

—Ella tiene sus derechos. — dice Bob, yo solo escucho lo que dice, porque no me atrevo a verlo a la cara después del gran problema que lo acabo de meter.

Lo probable es que clausuren el local, por tener trabajando a personas emigrantes.

Cuando me digno a levantar mi cabeza para ver que sucede, veo que solo soy yo la única persona detenida, no hay más.

—Usted, tendrá que presentarse a las oficinas correspondientes para dar su declaración por tal delito. —Dice el hombre extendiendo unos papeles. — por los momentos vamos a cerrar el negocio.

Mi miedo se hace realidad, y si pensarlo comienzo a llorar, por siempre meter en problemas a las personas que quiero.

—No pueden. — lo reta Bob.

—Claro que podemos, señor. —dice y los demás empiezan a desalojar a las personas.

Todo es un caos, terminan por arrancar y me llevan al lugar donde siempre supe que terminaría, cuando me bajan del vehículo me llevan a una celda.

Y sé que pronto estaré en mi país.

No hay nada que se pueda hacer. —Una semana y estaré con ustedes. —Digo en voz alta.

—No necesitas esperar una semana, hoy mismo regresarás a tu país, no hay nada que puedas hacer. —Me dice el hombre que me trajo hasta aquí.

Y tal como lo dijo, media hora después estoy subida en un avión rumbo a mi país; es obvio que alguien no me quiere aquí.

—¿Quién pudo ser? —Claro que pienso en todas las personas que rodean a Emiliano.

Claro que pienso en él, porque en los años que llevo aquí, es la primera vez que me sucede y la coincidencia más grande, una semana del compromiso.

—Espero que me busque Emiliano. —digo viendo cómo aquel avión despeja haciendo pequeña la ciudad donde queda la otra mitad de mi corazón.




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