Massimo.
Dejo a Julieta con Aurora, una vez que recibí la llamada de Emiliano, salgo y me dirijo donde me cito, sé que tiene algo entre mano y me alegra que no se quedara con las manos cruzadas.
Llego al edificio, Emiliano está esperándome. —¿Sabes algo?
—Sí, entremos. —Dice abriendo la puerta.
—Ahora dime. —Le exijo. —Deja ya la intriga, me tienes con el alma en la boca, suéltalo.
—Efectivamente, Luz no es tu hija, pero tengo miedo de la tía de esta, necesitamos ver si alguna de las joyas fue extraída.
—Eso lo podemos ver, vamos donde esta el equipo de seguridad, ellos pueden monitorear todo.
—Es que ella sabe la contraseña de tu caja fuerte. —Suelta, eso me hace detener los pasos, y voltear a verlo.
—¿Cómo lo sabes?
—Me lo confesó Luz, todo fue orquestada por la Tía. —Cuenta, pero no me convence del todo.
—Vayamos a ver que sucede, tengo un mal presentimiento, y necesito que estés con la cabeza fría.
—¿Crees que sea ella? —Al parecer estamos en la misma sintonía, no todo puede ser una bella casualidad, sé que hay algo oscuro atrás de todo esto.
—Es una probabilidad que no podemos descartar ¿Estás de acuerdo?
—Solo espero que no sea así.
Entramos, y como Emiliano dijo varias joyas iban de camino al aeropuerto, llame inmediatamente a la policía y al aeropuerto. Salimos de la cabina. —¿Y ahora? —Pregunta Emiliano.
—Es hora de saber la verdad, recuerda que siempre serás el hijo que no tuve.
—Lo sé, pero en este momento no deseo eso. —Me rio por lo que implican sus palabras.
Subimos a su coche, para poder llegar a tiempo, ahora más que nunca tengo que llegar al fondo de todo este asunto, lo que me preocupa es Emiliano, que salga más lastimado que nunca.
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Emiliano.
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Bajamos del coche, mi tío me sigue los talones, lo bueno que pudimos conseguir una foto de ella, por las cámaras de seguridad.
Seguimos las instrucciones que nos dice el aparato en mi mano, pero estamos lejos, pero al menos ninguno de los aviones que ha despejado van ellos, siguen aquí.
—Alla. —Le digo a mi tío, cuando el aparto vibra que estamos cerca, no despego mis ojos de la persona que va con un gran sobrero.
—Hasta aquí llegaste. —Digo tomándolo del brazo, mi sorpresa es mayor, que hace el mayordomo aquí. —¿Dónde esta ella?
—¿Quién? La tía de la señorita me pidió traer este equipaje, por eso estoy aquí. —Dice él con sinceridad.
—¿Y ella?
—Sé quedo en la mansión. —Informa.
—Sigue con las instrucciones que te dio, por favor, una vez que termines me avisas.
—Maldita bruja, ¿A qué juega?
—Emiliano. —Massimo me toma del brazo para que detenga mi andar. —Llamemos a la mansión, no podemos arriesgarnos.
—Mejor miremos las cámaras de seguridad. —Es la mejor opción.
Cuando abro la cámara de su recámara, hago que la cámara gire y no la encuentro, voy habitación por habitación, hasta detenerme en la de mi tío, un escalofrío me recorre ¿Qué hace ella allí?
—Ya se han tardado. —Dice viendo a la cámara. —Ya es momento de quitarnos las máscaras de una vez por todas, traigan a las hijas de Julieta con ustedes, era divertido.
Mi tío parece darse cuenta quién es, porque se ha quedado mudo.
—Es ella ¿Cómo volvió de la muerte? —Y mis sospechas se hacen realidad.
Llamo a Aurora, para ver si nos podemos ver en la mansión, pido que vaya con Ana, y deje a Kenneth y al bebe al cuidado de Mía y de Byron, mando algunos guardes paladas, para que estén más seguros.
Todo pasa tan lento o es que mi ansiedad esta al tope de un colapso, tengo que ser fuerte por todos, necesitamos la verdad, aunque esa verdad todavía sea cuestionada.
Llegamos a la mansión y todo está a oscuras, eso hace que se vea tétrico, llegamos a la habitación, pero recuerdo que Aurora y Ana están en camino.
—Tenemos que esperar a que lleguen, no las podemos dejar solas, más con el peligro al acecho.
Regresamos a la primera planta, donde esperamos que ellas lleguen, trato de calentar mis manos, hasta ahora me doy cuenta cuanto me afecta todo lo que esta pasando.
—Toda va a estar bien, te lo prometo. —Me dice mi tío.
—Sé que así será, necesito llegar al altar con Aurora. —Declaro, para ver su reacción, miro que me mira con pesar y sé lo que piensa, aunque no lo diga, puedo leer su mente como un libro abierto con su advertencias.
Cuando las vemos entrar, mi corazón se acelera, es obvio que solo dueña es la única capaz de hacerlo sentir de esa manera.
—Vamos, necesito saber que tiene que decir esa señora. —Dice al solo llegar.
—Vamos. —Digo tomando su mano, aunque ella la esquiva, claro que me duele, me duele mucho que me trate de esa manera, pero también la entiendo.
Llegamos al segundo piso, exactamente donde está la habitación de mi tío, él no duda en entrar.
—Ahora sí… —Se calla al ver que ella esta extendida en la cama como si fuera la dueña y señora.
—Si osito de felpa. —Le dice ella, con ese mote tan ridículo.
—Sabía que eras tu maldita Rosaura, sabías que eras tú. — Dice Massimo, tratando de llegar a ella, yo sé su intención y lo detengo.
—Ese es mi hijo. —Suelta, dando unas palmas de satisfacción. ¿Su hijo? ¿Qué mierda?
Editado: 29.11.2025