Locura de amor

Capítulo 2

Elliot

La cara de la guapa camarera me indica que fui muy directo y poco explicativo, de seguro me cree que soy un loco por abordarla de esta manera y pedirle que sea mi novia falsa para impresionar a unos viejos amigos.

Impresionar no, sino evitar ser la burla del grupo. Lo fui durante toda la secundaria y por una vez en la vida deseo presumir mi dinero y una novia guapa.

No es algo que habría considerado si tuviera otras opciones, u otras mujeres que no confundieran las cosas.

—¿Fumas hierba?

Ella niega.

—No, ya hace años que la dejé, a los veinte lo hacía, ahora soy una mujer adulta y responsable. Lo dije porque me gustó como sonó… De todas maneras eso no viene al caso.

»Explícate eso de la novia porque estoy a punto de llamar a la policía o al hospital psiquiátrico, todavía no estoy segura.

Dibujo una sonrisa.

Tiene sentido del humor, ya lo he notado durante este tiempo que he venido a tomar café. Aunque no lo parezca, puedo prestar atención a mi alrededor sin descuidar lo que estoy haciendo.

Puedo decir que la camarera es amable, con sentido del humor y tiene mucha paciencia.

Justo ahora me mira como si estuviera loco y puede que yo pensara igual en su lugar.

—Que necesito una novia falsa por unos días y me parece que puedes ser tú.

—¿Quieres que finja ser tu novia? —asiento—. ¿Por qué?

—Porque iré a la boda de uno viejo amigo de la secundaria, a un pueblo a un par de horas en París, y necesito llevar pareja para evitar a las solteronas desesperadas y callarle la boca a mis amigos casados que bromean conmigo y mi vida de soltero. Usualmente no me importa y evito ir a estos eventos, pero en esta ocasión soy el padrino y me acorralaron para no poder escapar. Me molestó que comiencen a hablar de mi pobre soltería y les dije que tenía novia, así que esperan que asista con mi novia.

—¿Viven en la edad de piedra dónde estar soltero era pecado?

—Algo así.

—Yo creo que en realidad ellos desearían estar solteros y le es más fácil burlarse de ti que admitir lo que siente de verdad.

Meneo la cabeza.

—Puede que sí o puede que no. El punto es que siempre fui el nerd de la escuela, el inadaptado que tenía como objetivo salir de ese pueblo y ahora los papeles se invirtieron, o caso.

—De seguro tus amigos se quedaron, se casaron con sus novias de secundaria y están tan envidiosos de tu vida de empresario soltero con dinero viviendo en París que tiene que buscar algo para joderte. Y tú en lugar de mandarlos a depilarse los testículos y conseguir nuevos amigos, quieres presumirles tu vida parisina.

Vaya, es buena sacando deducciones.

—¿Cómo sabes que soy un empresario con dinero? No creo que les guste que los envíe a depilarse. En todo caso es tarea de las esposas.

—El traje que llevas es de diseñador y el reloj cuesta más que mis dos riñones en el mercado negro. O eres empresario o un narcotraficante bien vestido, aunque dudo la segunda opción porque estos suelen andar del brazo de mujeres operadas y en autos blindados.

Dibujo una sonrisa.

—Soy asesor financiero. Tengo mi propia compañía.

Enarca una ceja.

—Tanto no me equivoqué. Ahora, ¿por qué quieres que yo específicamente sea tu novia falsa? Hay tantas mujeres.

—Eres guapa, me gusta tu sentido del humor y me gustó lo que le dijiste al anciano sobre el matrimonio.

Se cruza de brazos y evito mirar su escote.

—¿Estabas escuchando mi conversación con mi vecino?

—Estaba sentado al lado y no es como si estuvieran hablando en voz baja. Puedo usar mi teléfono y escuchar. El punto es que contigo estoy seguro en el mundo del amor. No busco novia real, el matrimonio es inexistente en mi lista y la mayoría de las mujeres es lo que buscan. No quiero que se confundan. Algo que no creo que pasaría contigo.

Pasa la lengua por sus labios, una vez más evito distraerme con su atractivo y espero su respuesta.

—No, el matrimonio no está entre mis objetivos en esta vida. Sin embargo, la propuesta no me parece para nada atractiva. Odio mentir, me caen mal los que mienten, y me parece patético mentirle a un grupo de casados infelices para que no bromeen con la soltería que ellos desearían.

—Comparto tu opinión y justo ahora desearía echarme para atrás, pero no puedo. Te pagaré lo que pidas. Solo dime cuanto.

Descruza los brazos y mueve el dedo negativamente en mi cara.

—No quiero tu dinero. Si lo aceptara me sentiría como una prostituta sin sexo, a menos que eso esté incluido y sería una prostituta con sexo y eso no va a pasar. Tengo sexo por placer, no por dinero. Gracias a Dios mi cafetería va muy bien y dinero no me falta…

—¿Eres la dueña?

—Una de las dueñas, estoy asociada con mi mejor amiga, quien justo ahora está ocupada con un bebé recién nacido, un niño de casi seis años y un trabajo demandante en la empresa que comparte con su esposo… Ese no es el punto.




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