Elliot
Bajo del vehículo, me quito las gafas de sol y observo el lugar donde quedé verme con Ava.
¿Me citó en una fábrica abandonada? Hay un cartel que dice que se vende. ¿Querrá que le compre la fábrica? Pues si esa es su idea, pierde el tiempo. Es un precio alto para unos días como novia falsa. No pago por sexo.
Espero equivocarme porque ella me agrada, que no le importe lo que las personas piensen ayudará a que mis viejos amigos no puedan ofenderla.
Sé que no debería importarme lo que ellos opinen, ni siquiera debería considerarlos amigos luego de todo el drama que pasé en la secundaria por causa de ellos. Sin embargo, deseo refregarles en la cara que no solo triunfo en mi vida laboral y tengo más dinero del que ellos verán en sus vidas, sino una mujer guapa, independiente, inteligente y con gran sentido del humor es mi novia.
¿Está mal? Probablemente. ¿Me importa? No mucho.
Solo quiero ser el triunfador por una vez en mi vida y no el nerd aburrido de la secundaria, aquel blanco fácil para hacer bromas.
Saco el celular para preguntarle a Ava por donde anda, entra una llamada de Andrea y la desvío sin interés en hablar con ella.
Andrea y yo terminamos hace dos meses, sin embargo, de vez en cuando tenemos algún encuentro placentero.
Debería escuchar a mi amigo y socio Brody cada vez que me dice que debo cortar todo tipo de contacto con Andrea porque sigo dándole esperanza. Después de todo, la relación terminó porque ella quería más que un par de citas y buen sexo y yo no.
Se me pasó por la cabeza invitarla a la boda, mas Brody me hizo entrar en razón. Llevarla le habría dado esperanza.
Andrea vuelve a llamar, pienso en responder, pedirle vernos y cortar definitivamente cuando veo a Ava caminar hacia mí.
No estoy acostumbrado a verla vestida casual, tengo más fresca su imagen con el delatar de camarera que con la ropa que lleva debajo de este.
Ahora tiene puesto vaquero desgastado y tiro alto, tenis blancos y una blusa mangas cortas metida dentro del pantalón. Su cabello ondulado y rebelde está suelto y libre haciéndola ver exótica.
No es el tipo de mujer a la que suele prestarle atención. Soy de las rubias de estereotipo. No obstante, Ava tiene una mirada sincera y penetrante, labios carnosos que dan ganas de besar y una sonrisa contagiosa. Es inevitable sentirse atraído por su personalidad magnética.
—Hola. Perdón la tardanza. A mi bombón se le pinchó una rueda.
Sacudo la cabeza dejando de pensar que es guapa y me enfoco en lo que ha dicho.
—¿Tu bombón?
—Sí, mi vehículo.
—¿Conseguiste a alguien que te cambiara la rueda?
Ella ríe.
—Ya lo hice yo—se cruza de brazos—. Don espresso, soy una mujer muy capaz que sabe apañárselas sola sin la ayuda de un hombre. Lo único que necesito hacer es lavarme las manos, así que vamos.
—¿A dónde vamos?
—A mostrarte lo que quiero a cambio de ayudarte.
Ella cruza la calle y la sigo sin hacer más preguntas, pronto estamos en el interior de una casa grande con una bonita galería donde hay varios niños corriendo por esta.
—¿Quieres que te ayude a adoptar un hijo?
Ella ríe.
—No, claro que no, al menos no ahora y no contigo. Puede que en dos o tres años adopte alguno, pero por ahora no tengo deseos de ser madre.
Una señora mayor se acerca a nosotros y Ava la saluda con un abrazo cariñoso, se separan y me la presenta.
—¿Ya decidiste darle una oportunidad al amor? —pregunta la señora.
—No, Agnes. Este es Elliot… olvidé el apellido. No importa. Él donará el dinero que falta para cambiar las tuberías y todo lo que quedó pendiente.
La mujer dibuja una sonrisa más grande y toma mi mano.
—Qué alma noble. Muchas gracias. Será bueno tener todo como nuevo para que los niños estén más cómodos… Pasen, en un rato le serviremos la cena y se pueden quedar.
—Ahora vamos, Agnes.
La mujer asiente y se aleja.
—Entonces, no quieres que te dé dinero, sino que lo done a este lugar.
—Exacto. Agnes es la dueña de la casa, la heredó de sus padres y cuando el esposo la dejó por infértil, ella se puso bastante triste y pensó en vender porque era demasiado grande para ella. Una amiga la convenció de convertirla en un albergue para recibir algunas madres solteras en situación de calle. Acogió a una mujer que había dado a luz un bebé, unos días después la mujer se fue dejando al bebé abandonado, ella y Arianda, su amiga, lo acogieron, lo llevaron a un orfanato, el lugar a donde le llevaron estaba lleno y les preguntaron si podían acoger a algunos niños, ellas aceptaron y así nació el lugar. No lo llaman orfanato, sino alberque y aquí hay treinta niños entre los cinco y los diez años de edad.
»Cada tanto se hacen campañas de adopciones. El problema es que mientras más grandes son los niños, más difícil es que logren ser adoptados, así que el objetivo es que ello puedan estudiar, informarse y alimentarse bien para que cuando sean mayores de edad tengan la oportunidad de ir a una buena Universidad aunque no hayan tenido padres.