Locura de amor

Capítulo 9

Elliot

Quiero disculparme con Ava por mi actitud, pero no sé como hacerlo y me da miedo hablarle. Temo decir algo que lo arruine peor de lo que ya lo hice.

La realidad no soy bueno disculpándome por mis actitudes y menos con mujeres. No estoy acostumbrado a hacerlo. Sin embargo, esta vez si debo hacerlo. Me porté mal al hacerle reclamos delante de un desconocido.

Tiene razón al decir que hago esto para mostrar mi vida “perfecta” delante de los que se burlaron de mí. Ella aceptó por una buena causa, más allá de su deseo de aventura, lo hizo por los niños y eso habla bien de ella y mal de mí.

—No vuelvas a dejar el vehículo parado por tanto tiempo. —aconseja Vic.

Prometo no hacerlo, le doy las gracias y subimos.

Ava se queja de que su cabello se mojó y odia que eso pase.

Me gusta que lleve el cabello suelto y natural. El estilo afro va bien con su bello rostro.

—¿Por qué me miras así? ¿Tengo bigotes o algo en la cara? —se toca los labios.

No puedo evitar reír.

—Me gusta tu cabello.

—Eso lo dices porque no lo tienes.

—Y me quiero disculpar por mi actitud. No debí hablarte así, menos delante de otra persona.

Ella suspira.

—Te perdono, entiendo que estabas celoso.

—No estaba celoso.

—Lo tomaré como que así fue—no digo nada. Tal vez sea cierto, pero no lo admitiré. Soy territorial y no puedo evitarlo—. La próxima vez, nuestro trato de pareja falsa se cancela, me quedo con el dinero que donaste y te culparé por no ganarme un Oscar como la mejor novia falsa de la historia.

—Ese premio no existe.

—Lo inventarán por mí. No te invitaré a la alfombra roja. Ahora conduce.

Pongo el vehículo en marcha y me dedico a conducir. El resto del camino Ava pone una canción tras otra, cantándola y bailándola como mejor puede.

No sé como puede saberse todas las canciones y tener tanta energía.

Llegamos a mi viejo pueblo cerca de la una de la tarde, justo para almorzar. Le escribo a Burke, quien me dice que estamos a tiempo de reunirnos con todos para almorzar, así que conduzco hacia su casa.

De pronto los nervios se hacen presentes. ¿Y si Ava mete la pata con respecto a la relación? ¿Si lo hago yo?

—¿Hace cuánto tiempo salimos? —pregunto.

Enarca una ceja.

—Podemos decir que hace un tiempo.

—No, tiene que ser un número concreto.

—¿Tres meses?

—Muy poco tiempo.

—Seis u ocho.

—Salimos desde hace ocho meses, nos conocimos en tu cafetería, tuvimos nuestra primera cita…

—En un globo aerostático y una cena romántica. Nuestro primer beso no los dimos bajo la lluvia.

—Tienes imaginación.

—No es imaginación, es una historia robada. Así fue la primera cita oficial de Iker y Aithana cuando comenzaron a salir.

—¿Tus amigos?

—Sí, los padres de Brennan. ¿Lo recuerdas?

—El niño de seis años que escuchó a sus padres decir que soy un inseguro.

—Ese mismo. Por cierto, lo había olvidado, Iker te agradece por haberle sacado la idea a su hijo de vender a su hermana por Internet.

Río.

—De nada. Es bueno que ya no quiera venderla, en especial porque su inocencia puede llevar a meterse en problemas con Internet—Ava asiente estando de acuerdo—. Volviendo a nuestra primera cita… ¿De verdad así fue su primera cita?

—Sí, aunque no lo creas. Muy de película.

—Ni sabía que había globos aerostáticos en París.

—Sí, se organiza una vez a la semana cerca de la Torre Eiffel paseos en globo, luego se puede cenar bajo las estrellas e incluso bailar. Es un combo de pareja. Eso me dijo Aithana. Yo nunca fui.

Detengo el vehículo en la entrada de la casa de mi amigo.

—Bien. ¿Algo más que puedan preguntar?

—Si preguntan por tu madre, te encargas de decirles que está en una residencia.

—¿Cómo sabes que está en una residencia?

—Te dije que te mandaría a investigar—río y dejo de hacerlo al notar que ella permanece seria—. No era broma.

—¿De verdad me mandaste a investigar?

—Obvio. ¿Qué creías? ¿Qué me iba a ir con un empresario rico y guapo a un viaje de fin de semana así como si nada? Necesitaba asegurarme que eres decente y no terminaría secuestrada.

Asiento quitándome el cinturón.

—¿Crees que soy guapo?

—No empieces a alimentar tu ego.

—En fin, mi madre está en una residencia en París porque se negó a vivir conmigo. Dijo que trabajaba mucho y no quería vivir en una casa sola y tampoco ser un estorbo en mi vida, así que juntos buscamos una residencia y vive ahí donde hay otras personas con las que suele jugar a las cartas, tiene clase de yoga, gimnasia acuática y otras actividades. La visito cada viernes en la noche y los domingos sin falta y siempre que puedo en la semana.




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