Locura de amor

Capítulo 10

Ava

Llevo media hora sentada con los amigos de don espresso y ya me caen mal. Burke y su esposa Becca me agradan, los demás no.

Nos hicieron varias de las preguntas que pensamos que nos harían. Elliot respondió mientras yo me encargué de llenar mi estómago.  

—¿A qué te dedicas, Ava? —pregunta la rubia de manicura francesa. Creo que se llama Abigail y es la dama de honor.

No estoy segura. Me mareé entre los nombres.

—Vendía drogas y como casi termino presa me retiré, compré una cafetería y me encargo de manejarla.

Todos me miran como los ojos abiertos.

—Está bromeando—aclara don espresso riendo—. Le gusta bromear mucho. Es dueña de una cafetería en París, está asociada con su mejor amiga. Es uno de mis lugares favoritos.

Afirmo con la cabeza.

—Y ahí se conocieron. ¿No? —musita Becca.

—Sí. Él iba cada sábado a desayunar a la cafetería, ordenaba lo mismo y siempre estaba enfocado en su teléfono o en la tableta. Al pasar los meses, comenzó a llamar mi atención, pero no me hablaba y pagaba en efectivo, así que no podía averiguar su nombre…

—Y por eso me dice don espresso. —ríe.

—Siempre pedía espresso doble, aún lo hace—agrego—. Hasta que un día me habló, así no más de la nada y me invitó a salir. Yo me quedé pensando si era real o una ilusión.

—Lo que ella no sabía es que yo sí le prestaba atención. No iba solo por el buen café y la buena pastelería. Estaba intrigado por la mujer guapa, amable y simpática que atendía la cafetería. No quería que pensara que era un idiota más, pues varios hombres la invitaban a salir y ella decía que no. Un día decidí que debía hablar con ella y arriesgarme. Al acercarme, no supe bien que decir y la invité a salir directamente.

—Le dije que no para hacerme la interesante y que no pensara que era fácil, mas él insistió hasta que me convenció. Ocho meses después, aquí estamos. —termino.

—Qué romántico—exclama Becca—. No creía que aparecería una mujer que lograra sacarlo de la soltería.

—Y pensar que en la secundaria se congelaba a la hora de hablar con una chica—resalta el moreno alto, creo que se llama Paul—. Quiso invitar a salir a una chica, no recuerdo el nombre, tartamudeó tanto y se puso a temblar que la chica salió huyendo.

Todos ríen, excepto Elliot.

—Sí, es verdad. Ni hablar cuando pasaba Melanie Suttler.

—Yo opino que la mayoría en la secundaria son adolescentes inseguros que se enfocan demasiado en los demás y no en uno mismo. Yo creo que todas las burlas que recibió en la secundaria sirvieron para hacerlo más fuerte y convertirlo en el hombre exitoso que es hoy.

Comparto una mirada con mi novio falso, él me brinda una sonrisa y afirma con la cabeza.

—Es verdad. Cada vez que algún obstáculo se presentaba, recordaba que sí pude superar la secundaria, no importaba nada. —añade.

—Tuviste suerte de conocerlo siendo millonario y guapo. En la secundaria era todo lo contrario—agrega Abigail—. Ni lo hubieras vuelto a ver.

Río.

—Yo nunca fui de sentirme atraída por los guapos. Mi exnovio de la secundaria era un musculoso con cara de hámster, pero en la cama me atendía muy bien. Lástima que la droga lo mató.

Las mujeres me miran horrorizadas. Elliot aprieta mi pierna por debajo de la mesa y lo ignoro.

—¿Murió de sobredosis? —pregunta Burke.

—No, chocó en su motocicleta. Perdió el control por estar drogado y no llevaba casco. Al menos murió en el acto y con lo drogado que estaba creo que ni se enteró.

Elliot vuelve a pellizcarme y me arrimo a él.

—Vuelve a pellizcarme y diré que me golpeas.

—Lo siento mucho—dice Becca—. Debió ser duro.

—Tranquila, ya no era mi novio cuando pasó y él fue el idiota por no usar casco y conducir drogado. Así es la vida—me pongo de pie—. Muy interesante la charla y la comida deliciosa, pero Elliot y yo debemos instalarnos. Ni pienses tener sexo ahora, pepinillo, porque con las cinco veces de anoche me dejaste agotada. Un consejo, si van a tener sexo en el auto, que no sea en un deportivo.

Todos me miran como si hubiera dicho que soy prostituta drogadicta… Rayos, ¿cómo no se me ocurrió? Eso los habría dejado más sorprendidos que ahora.

Elliot se levanta, también asombrado por lo que dije, mas no agrega nada.

Becca se ofrece a enseñarnos la habitación, pues todos nos quedaremos en esta casa, la casa de sus padres, todo el fin de semana y no quiso que nos fuéramos a un hotel.

Si voy a estar conviviendo en esta casa con los descerebrados del comedor, por lo menos me divertiré un rato.

Becca abre la puerta y señala que debemos compartir baño con los demás. También señala que hay manta y toallas limpias en el armario.

—Siéntanse cómodos y los veré a la hora del té—agarra mi mano—. Me alegra que hayas venido, Ava, le darás un toque fresco al ambiente.




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