Londres tiene sus propias estrellas

Capítulo 2 | Raven

Capítulo 2

Raven

¿Ese momento dónde ya no puedes más? Este es ese momento para mí. Apenas pongo un pie en la grama del campus, la verde y tersa grama, comienzo a respirar profundamente. No hay melatonina ni nada que pudiera hacerme calmarme, ¿Y cómo podría? Mierda, tengo desde los trece años fantaseando con esta universidad. 

Las fantasías quedaron cortas.

Al bajarme del auto le hago el saludo militar a mi chofer, es de la emoción y algo así como la tradición desde que estaba en secundaria. Él me asiente como diciendo que entiende mi felicidad y se marcha. Comienzo a dar mis primeros pasos para finalmente acercarme más a las grandes construcciones que se erigen de manera imponente con su estilo clásico y modesto. 

Tengo varios síntomas: el aire se me sale de los pulmones, la lengua se me seca y la voz casi no me sale. El diagnóstico es simple: soy universitaria.

¡Rayos… sí!

La euforia me arrasa acompañada del nerviosismo, ¿Qué me tendrá mi ahora alma máter? Mis largas botas marrones, que combinan con la falda del mismo color, son las que me llevan por el camino central. 

Al ver a mi alrededor veo a personas sentadas charlando afablemente. Y llamo a mi mejor amiga, Sara Cyrus, es decir, mi madre. Puede sonar distante y deprimente, pero no lo es. Sara es la dueña de muchas floristerías, las Edén, y es muy conocida por ser una empresaria hecha a sí misma, pero además de eso es mi madre y amiga chismosa. 

Siempre tuve muchas amigas en el St. Lucas, pero nunca nadie como ella; siempre fui consciente de que no eran amigas de verdad y que por otro lado, serían totalmente amistades superficiales, es decir, no muy cercanas. Soy buena en mantener mis límites y no dejarme ver tal como soy; se podría decir que he sido hermética.

—¿Ya llegaste, Raven?

—Es mejor aún de lo que pensaba… 

—Tú también eres mejor de lo que piensas, hija, puedes con ella —me dice. Y por lo ajetreada que suena sé que está trabajando con el papeleo y aún así sacó tiempo para mí —. ¿Estás segura de la carrera que elegiste? Aún puedes cambiarla, querida.

—Comunicaciones es lo que quiero. Así seré como papá.

—No debes elegir carrera solo por conseguir eso, cielo.

—Es lo que quiero, mami —confirmo en un susurro —Estoy lista para empezar mi camino por aquí y mi paso con altura y simpleza…

—Y soltería, Raven, soltería.

—Sara, entré a la universidad no a Tinder.

—Nunca hay buenos partidos ahí —murmura.

—¿Y tú cómo sabes?

—Si lo fueran, no necesitan Tinder.

Cuelgo luego de una risa como despedida. Todas mis amigas del St. Luchas, una preparatoria femenina, con las cuales tuve clases desde mis seis años, estudian en otras universidades o hasta otros continentes, así que estoy sola, no conozco a nadie aquí. 

Empezar desde cero es nuevo para mí porque la plataforma de mi vida ya la construí con detenimiento y ahora debo cimentarla otra vez. 

—Enfrentarás esto y te sentirás orgullosa de ti a fin de semestre —veo que todos comienzan a unirse con los respectivos grupos y yo estoy parada a mitad del pedregoso camino —O tendrás un colapso mental para el segundo día… Pero positiva ante todo.

Tomo una liga y subo mi coleta, porque mientras más alta mejor; es como una corona cuando estás insegura de ti misma. Camino como si no estuviera estresada simplemente por estar existiendo… aquí, sola.

Nunca necesité esfuerzo para hacer amigas. Sin embargo, me acerco a las chicas que están sentadas junto a la fuente de agua cristalina a unos pasos de mí. Sé que soy buena persona, que soy agradable y al mismo tiempo… estoy consciente de que soy atractiva, así que mi cerebro no encuentra una razón por las cuales no deberían ser o querer ser mis amigas.

Gran parte de todo es autoconfianza, porque el setenta por ciento de las veces los demás confían en ti al verte seguro de lo que haces.

Estas dos chicas se ven muy seguras de sí mismas, hay una vestida con un pantalón de mezclilla y una camisa negra, casi se siente desentonando con todo el lugar y una con un vestido muy elaborado y rosa. En verdad ambas son hermosas. La rubia de rosa levanta la mirada cuando me paro delante.

—Buenos días, soy Raven.

Me sonríe de manera no tan tierna, mientras la chica a la que le sostiene la mano solo escucha música desinteresadamente.

—Soy del St. Lucas —vuelvo a decir cuando no me responden.

—St. Ives —responde la que escucha música.

Que groseras ambas… 

—¿No están emocionadas por… todo esto?

—No es el primer día del prescolar, ¿Qué edad tienes? ¿Cinco años o algo así? —se burla la rubia.

Sí, prefiero a la castaña que escucha música.

—Tengo diecinueve, no cinco, esa edad ya conocía los modales —le respondo algo ofendida.

—También es de primer año, Rosé, no la molestes —le dice la de la camisa negra. 

Siento un poco de vergüenza.

—Lamento si las he interrumpido o molestado.

—De ser así te hubieras ido, ¿No? —maldita rubia… La castaña la corrige con la mirada y entonces esta se encoge de hombros.

Cuando ya escucho la manera en la que las bocinas del anfiteatro que conocí el día del recorrido suenan, tomo la decisión de irme. Saco mi jugo y me doy un trago para mojar la garganta seca que me ataca…  Que vergüenza, Dios mío.  Camino rápido y entonces subo la mirada hasta el cielo mientras lo hago para evitar ponerme a llorar, ¡Tengo una base demasiado costosa…! Se me corre el rímel y no sabré por cuál puente sería mejor tirarme.

¿Cómo pudo la rubia ser tan grosera en tan pocas palabras?

—Ya veré que hacer, mamá, tomaré el primer avión, aunque… ¡¿Puedes fijarte por dónde vas?! —grita alguien.

¿Es a mí? Me volteo rápido pero para cuando entiendo la situación ya estoy tirada en el piso. 

—¿Qué mierda? —se me escapa decir tras el impacto, la sorpresa y el repentino dolor en mi trasero.




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