Londres tiene sus propias estrellas

Capítulo 11 Thomas

  —¿Todo listo? —cuestiona Warren.

—Sí, hermano, todo listo.

Vuelvo a repasar. 

—Recuerda agradecerle a tu amigo Shawn que nos prestara su club —dice Mitchell cuando llega de su rutina diaria de correr. Jamás la deja para la noche, pero estuvo todo el día planificando algunos temas, solucionando algunas cosas. El decanato está dejando demasiado trabajo sobre los hombros del rubios, pero confío en que cuando sienta que es demasiado se retirará.

—Sí, de hecho, es demasiado grandioso —Warren comienza a saltar—, hagamos algo. 

—No vamos a jugar ninguno de tus juego, créeme.

—Concuerdo con Henry —digo—. El psicólogo eres tú, pero tus juegos hablan mucho de tu madurez, hermano.

—No es eso, y claro que van a jugarlos, será lo mejor de la noche. Pero lo que quería decir es, ¿Y si rentamos la casa de mi tía este sábado?

—Ay hombre, hemos empezado el año apenas, es el último año de nuestras maestría y hay que empezar la tesis. Hay cosas que hacer.

—No seas tan responsable, Thomas —ordena con gracia Henry—, aunque no estoy de acuerdo con los juego de Warren, sí sería bueno. Este año sabes que no hay piedad, así que hay que aprovechar nuestros últimos días de felicidad. Además, está cerca del lago, hay muchas plantas, quizás puedas tener contacto con la naturaleza… 

—Ojo con que no hay soborno ni manipulación aquí —habla Mitchell sin dejar de leer su libro.

—Seguro Ash invita a Emma —dice Warren.

—Mientras ella no invite a la chica esa, ¿Raven? Todo bien —dice mi amigo el rubio.

—¿Qué te hizo la pequeña damita? —cuestiona Henry —No es tan mala.

Mitchell ignora la pregunta, simplemente seguimos con la conversación, no es la primera persona que Mitch rechaza por razones que nosotros no entendemos pero le respetamos.

—Vamos, hombre.

—Bien, vamos este fin de semana —me reí por cómo todo había salido, mencionan naturaleza y saben que me anoto —, ¿Dónde está Ashton?

Warren habló —Salió a correr y aún no llega.

—Se fue a acostar luego de bañarse.

Solo Warren y Ash han visto la manera en la que me ha dolido tomar esa decisión, pero todo se puso rojos y debía parar.

—Bien, me duele ser el primero en entrar en este tema —empieza Mitchell  —, pero ¿Thomas? —asentí en respuesta a mi nombre— ¿Se puede saber por qué estabas bebiendo anoche?

Rayos...

—¿Me viste?

—¿Tú qué crees? —levanta la mirada de su libro y la fija en mí, es una mirada de “es obvio”— Sabes que eres…

—Soy débil, puedes decirlo, Mitch. ¿Sí? No tengo que ocultar eso —sonrío algo nostálgico.

—Tenías casi nueve meses limpio, Thomas —me reprocha Mitchell. 

Algo que me gusta mucho del rubio es que la pena no evita que me diga las cosas que siente que tiene que decir. Jamás me aligeraría las cosas…

Petra seguro odiaría verme beber; si supiera claro mi debilidad. Nunca le conté de eso, de hecho, casi no le conté nada de mí. Todo en mí se dedicó a escucharla a ella; cosa de la cual no me quejo, la escucharía con felicidad cada segundo de mi vida si pudiera.

—No eres débil —entra Warren —, tienes una debilidad, esa no es tu identidad. Es diferente a las nuestras. Y eso es normal y humano, amigo.

Y Warren pues es como tener un psicólogo que aligera lo de Mitch.

—Y ahora sí es un psicólogo —bromea Henry.

Reímos un poco. 

—Sin embargo, el morbo de reírnos del psicólogo no interrumpe el hecho de que seguimos hablando de ello —dice Mitch.

—Conocí a una chica —digo —, sé que saben quién es, o lo han notado, o lo sospechan. El estrés emocional ha superado… me ha superado. Lamento decepcionarlos.

Todos ellos me miran.

—Ella no es mi tipo. De hecho, nadie es mi tipo. Solo he tenido una novia en mi vida.

—Señorita pianito —todos miramos a ocurrente Warren, jamás ha dejado de nombrarla desde que le conté el año pasado, como si quisiera confrontarme directamente —. No me quieran controlar. Soy como el viento.

—¿No eras psicólogo? 

—Lo soy, Henry, pero ¿Qué es la vida sin molestar a tus amigos?

—Cállense y maduren —interrumpe Mitch —, sigue contando, Tom.

—La chica fue algo que no esperaba. Es… como la electricidad… O mejor, como cuando sientes que nada puede cambiar y… —no sé cómo expresarlo—, es como cuando… Tú sientes que la semilla no germinará, y lo aceptas. Ya no te duele, no te estresa, lo sabes y no estás mal con eso. Pero… de repente, sale un pequeño tallito. No es tan grande como lo tenías en tu mente al inicio, pero es más de lo que ya esperabas. Así que… no puedes controlar tu reacción. Un ápice de esperanza… cuando todo lo creías perdido.

—¿Lo que tenías en tu mente? ¿Qué era lo que tenías en tu mente? 

—¿Eh? —reacciono.

—Dijiste —prosigue el Warren en su faceta de psicólogo; amo la manera en la que se desliza tan fácil entre sus facetas —, “no es tan grande como lo que tenías en tu mente”. ¿Qué es eso?

—No entiendo la pregunta.

—Thomas, comparas el tallito no esperado, con el tallo que habías tenido. Aunque sea en la imaginación. ¿Qué es eso?

El chico se levanta en la emoción, como si estuviera frente a un caso que no entendía. No lo sé, Warren está analizando todo esto a profundidad y me está dando un poco de impaciencia.

—Ella —respondo sin pensarlo.

Joder…

Warren se carcajea un poco. 

—Sentiste algo por la chica en cuestión. Era más de lo que habías sentido por otra persona, pero insignificante en comparación a…

—Lo que sentí por Petra…

Joder…

—Me dieron ganas de conocerla. ¿Qué tiene de especial esa niña para que no la puedas olvidar? —pregunta Mitch.

—Te sorprenderías… Te haría amarla en cuestión de segundos.

—Nada sucede en cuestión de segundos —dice Mitch sonriente.

—Con ella sí.

Solo lee su libro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.