Londres tiene sus propias estrellas

Capítulo 19 | Raven

En cuanto despierto noto la calidez de mi cuerpo, ¿Acaso hay una mejor manera de despertar que esta? No, no hay, pues tengo bajo de mí el cuerpo casi desnudo de él. Nuestra piel junta hace un encanto para mi cerebro.

La serotonina se debe haber descontrolado en mi cerebro.

Sé que Bath será el inicio de muchas cosas, estoy segurísima de eso.

Él descansa justo ahí, tan accesible, tan cercano, la paz entre sus facciones es contagiosa y aún más la leve sonrisa que su cara me enseña. Mueve sus labios de manera casi automática, así que entiende que sueña algo que le da felicidad. Paso un par de dedos entre su gran melena y entonces, él sonríe aún más. ¿Qué estaría soñando mi amor de universidad?

Me acerco poco a poco hacia él con intención de dejar un casto beso en sus labios…

—Petra —susurra sin desvanecer su sonrisa, paro casi en seco, mis labios jamás quedan a unos centímetros de los suyos… —, Petra… Pianito…

Gran comienzo. Se me apaga la serotonina.

¿Pianito? ¿Así él le decía a ella? ¿Quién demonios usa un apodo así? ¿Qué mierda?

Sí, no es la manera en que deseaba iniciar el día. Me descubro enojada, ¿Qué tiene ella de especial? 

—¿Petra? —exclama otra vez Thomas. 

Dormidos salen las cosas que más ocultamos, porque el descanso hace bajar la guardía… Lo interno se vuelve poderoso, ¿Esto es lo que él oculta?

Aún duerme. 

Estoy recostada sobre su pecho y me duele el mío al escucharlo decir el nombre de ella por segunda vez más que la primera, porque ahí confirmé que no es un error o que había escuchado mal. ¿Cómo pudo amarla tanto como para que siquiera entre sueños su nombre saliera invocado? ¿Quién es esa chica y por qué es tan amada por él?

Me quedo mirando sus facciones, la felicidad se le destila y mientras más sonríe, más se me humedecen los ojos y se me encoge el estómago  ¿Podría mi corazón quedarse escuchando esto? No lo creo, no lo soportaría.

Me levanto. 

Al estar en ropa interior, el frío del lugar es mucho así que tomo unas pantuflas al lado de la cama en la que estoy, tomo una bata de baño y voy a ducharme. Quizás el agua caliente me saque un poco de toda la congoja que ese momento me ha dado.

¿Tengo posibilidad siquiera con él?

Mientras me alejo sigo viendo el cuerpo de él, acostado, sobre aquellas sábanas blancas. ¿En algún momento él sería mío?

¿Ella es tan bella? ¿Acaso ella es insuperable?

Si Thomas la ama tanto, ¿No sería mejor aceptarlo? Él no me ama, él no me quiere ni la mitad de lo que a ella. Y apenas le conozco de unos días, él apenas me conoce de unos días, ¿Cómo podría amarme? Que tonta soy por exigirle silenciosamente que me amase. 

Si me llegase a conocer de verdad, ¿Me amaría?

¡Claro que sí, Raven! Nada de dudar de tu persona, ¿Comprendes? Eres hija de Sara Cyrus, ella no crió una chica insegura, crió una mujer empoderada, capaz de entender su valor. 

Me miro en el espejo, dejo caer la bata al suelo seguida de mi brasier y bragas… en mi completa desnudez visualizo mi cuerpo.  ¿Sería ella hermosa también? 

Me gustaría conocerla, siquiera hablarle. ¿Lo habrá amado así de mucho? ¿Sería él de la misma importancia para ella? 

Petra…  ¿Quién eres?

Abro la ducha y entro, deseando subir mis ánimos.

Se supone que hoy sería mi día de Skincare. Pero no veo las cosas muy a favor de ello.

+

Al salir de la habitación, camino con cuidado mientras seco mi cabello empapado. Todas las puertas están cerradas, menos la de Mitchell; me acerco a ver y nada. No hay nadie en su habitación.

Supongo que es el único despierto.  Lo que me faltaba.

¿A qué hora se despertaría Em?

Camino entre la hermosa cabaña hasta llegar  a la cocina. ¿Qué habrá de comer? La ansiedad me está dando con acabar todo lo que encuentre en la heladera. ¿Le preparo el desayuno a Thomas? Suena a buena idea. Abro el refrigerador. Encuentro una natilla blanca casera… ¡Sí! Puedo comer eso mientras hago desayuno. De niña era mi postre favorito, papá solía hacerlo todo el tiempo cuando mamá le dejaba cuidándome.

—Ni lo piensas.

Saco mi cabeza de ahí y me doy vuelta.

—¿No sabes decir algo no negativo? —le pregunto molesta —Además, ¿Tú mamá no te enseñó modales?

—No tengo porque decir algo positivo si no quiero.

Baja sus ojos y sigue leyendo, de espalda contra la encimera. ¿Mitchell nunca suelta ese libro? Su pelo rubio está atrapado en una media coleta… a simple vista se ve como alguien tierno, intelectual y pues… bueno, la vista me engaña por un segundo, pero es frío, sarcástico y estúpido.

—¿Qué quieres?

—Que se respete lo que es mío, ¿Podrías, por favor?

—¿Qué se supone que es lo tuyo? —pregunto retándolo.

—Lo que te ibas a robar, ¿Acaso eres cleptómana?

—¿Y tú, eres posesivo?

Levanta las cejas —Puedes apostar eso.

¿Sus ojos se oscurecen de repente? ¿Eso es normal?

—Píntate un bosque y piérdete.

—¿Estás desnuda bajo esa bata de lino? —me pregunta con horror, muerdo la parte de adentro de mi mejilla sin poder responder inmediatamente por los nervios —Es noviembre, en Bath, estamos casi a 1 C°. Un poco más y llegamos a bajo cero.

—Tengo derecho a dejar mi cuerpo libre si así lo desea mi cerebro. 

—¿Estás consciente de lo tonto que se oyó eso? 

—¿Acaso no puedo?

—No, sí puedes, pero usar esa excusa para ser irresponsable es estúpido.

El desagrado se puede divisar en mi cara —¿Sabías que eres insufrible? 

—Solo digo que te dará frío.

Ruedo los ojos —Por eso estás soltero, Mitchell. 

—Oh no, creéme, esa no es la razón por la que estoy soltero 

—¿Cuál sería? 

—Decisión —se encoge de hombros.

Vuelve a rodar los ojos. Solo las estúpidas de sus obsesionadas podrían soportalo.




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