Londres tiene sus propias estrellas

Capítulo 20 | Mitchell

Sigo comiendo mi postre favorito, las natillas, esas mismas que tuve que salvar de las garras de la chica aquella.

Me las como sentado en el banquillo de esta ventana, mirando hacia el jardín y la noche lejana. El frío del lugar me haría temblar de no ser por la manta que cubre mi cuerpo ahora mismo, y a la que me aferro con fuerza. 

Mi paz ahora mismo es algo ilusoria, puesto que desde que vuelva a mi realidad en Londres volveré a tener esa presión, sin embargo, me gusta mi vida de ambas formas: la libertad y despreocupación de Bath y la movilización y formalidad de Londres. 

De niño mi vida era parecida a eso mismo, mi madre es Bath. Ella amaba venir aquí en nuestras vacaciones, fin de semanas o hasta días de escuela en los cuales me buscaba temprano sin miedo a hacerme perder clases; decía que un familia enfermó, teníamos una cita médica, ella necesitaba ayudarme en algo, o cualquier otra excusa no refutable; es más, olvidé la cantidad de personas que ella tuvo que hacerles acto de presencia en sus “funerales”. Ella siempre fue Bath.

Yo, Londres. 

Y quizás si ella supiera que estoy aquí vendría, o simplemente me recordaría las cosas que solíamos disfrutar aquí, como su tan amado museo de Jane Austen, su puente favorito o la Abadía que tanto ama visitar y que ha sido el lugar de varias de las escenas de sus libros. Lo segundo por no dejar a Randall.

Al ver que me he acabado mi pequeño y sabroso manjar, dejo de lado la tacita de porcelana. ¿Podría comprar esta cabaña a la familia de Warren? Podría, con mi fideicomiso y ganancias obtenidas de mis trabajos, claro que sería posible… Pero ¿Para qué? Siempre y cuando no esté rentada la familia de él nos dejaría venir sin problemas.

El silencio del bosque en que este lugar esta situado es mi favorito. La brisa fría contra el ventanal, alguna que otra pequeña ave o hasta el sonido de la noche en sí… todo se siente muy relajante y hogareño.

Bajo mi propia advertencia me voy envuelto en mi manta a caminar, hasta donde escucho una leve voz quejarse. Apenas atravieso hasta el otro lado del primer piso, veo que en el baño de aquí abajo esta la misma persona que sospechaba que era.

—¿Sucede algo, Raven?

—No necesito ahora mismos tus intervenciones —dice enojada e intenta alcanzar algo de encima de un estante.

—Vengo con la menor cantidad de pretensiones y respuestas cínicas, lo juro. ¿Necesitas algo?

Duda unos segundos, pero finalmente se rinde y me señala un bolsito. Entiendo que lo quiere recuperar. Ella aunque es muy alta, no logra alcanzar lo que sea que sea eso; así que supongo que ella no fue quién decidió subirlo.

—Emma lo puso sin mi permiso cuando desempacó…

—No tienes que disculparte.

—¿No estás muy amable?

—Me salvaste, básicamente. Así que te has ganado un poco de mi paciencia… —murmuro mientras lo bajo.

—Que agraciada yo —dice cínica.

—No lo digo por mal, me refiero a calmar mis respuestas. ¿Qué es esto?

—Mi Skincare.

—¿Thomas no lo iba a hacer contigo?

—Decidió ir a recolectar algunas cosas al patio, cuidar el huerto y ayudar a limpiarlo —responde con un poco de preocupación —¿Quién prefiere eso a skincare?

—Bueno, quizás eso no sea cuidado para la piel, pero sí es su tipo de autocuidado. La naturaleza es su manera de mantenerse sano. Todos son diferentes, niña.

Le entrego en las manos aquello que me pidió. 

—Algunas veces siento que no le entiendo…

—¿En qué sentido?

Ella me da la espalda y deja sobre el lavamanos todos los envases que debo admitir se ven muy estéticos. Alcanzo a leer algunas cosas sobre ácidos, vitaminas, minerales, hidratación y más. Hay más de veinte diferentes. 

—Es como si tuviéramos toda la mesa, pero aún así no pudiéramos completar el rompecabezas. No sé ni por qué te cuento mis cosas.

—¿Sabes que Thomas es la persona más directa que conozco? Además de la más honesta, empática, amorosa y tierna, pero también la que tiene más dignidad; y honestamente, quién se conoce mejor. No he conocido a nadie que se conozca mejor de lo que él. Conoce sus límites, sus lugares de alerta, su proceso, su tiempo y sus emociones… Y no dejaría pasar las cosas que sabe que tiene que hacer por su salud mental o bienestar por nada ni nadie, no acepta manipulación o siquiera amenazas, es la razón por la que la única persona que ha amado lo perdió.

—Entonces ¿Él decidió irse, él fue quién terminó, además de que ella lo amenazó o manipuló? —comienza a calcular curiosa.

No está entendiendo nada.

—Él sabe qué necesita para su bienestar, y conoce su soledad ya. 

—Yo no quiero intervenir en su bienestar.

—No digo eso, digo que amarlo incluye una persona con ese mismo nivel de autoconocimiento. Porque así como él no cede en las cosas que sabe que le hacen bien o mal, necesita alguien que no ceda tampoco. Dos personas sanas que quieran amar sin miedos. ¿Entiendes?

—¿Estás diciendo que soy manipulable y cedo? —se exalta y da la vuelta.

—Estoy diciendo, Raven, que la única manera en la que puedes amarlo y ser amada por él es conociéndote más, y no dejando de ser tú o aparentar algo más.

—¡Yo no aparento…!

—¿Y dónde está esa fuerza cuando se trata de él? —pregunto —No sé tú, pero yo me harté de verte fingir ser la chica suave.

—Cuando intenté hacer chistes o sacar esa parte de mi personalidad él sólo parece… sentirse sacado de su confort.

—Él no está mal, y tú tampoco. Simplemente son personalidades diferentes —me mira. Y decide compartir conmigo, me acerca luego de tomarme de mi camisa. Al quedar frente al lavamanos decido sentarme en el retrete que tiene la tapa puesta. Ella se acerca y me indica con la mirada que me relaje. Me echa en las manos un líquido viscoso y transparente: limpiador —¿Tendré que hacer skincare?

—Mantener esta conversación tiene un precio.




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