Londres tiene sus propias estrellas

Capítulo 25 | Thomas

Me estoy ahogando. 

Es todo lo que sé.

Me estoy ahogando en mis propias lágrimas, ¿Qué me pasa? ¿Por qué estoy soñando esto? Esperaba algo diferente, esperaba quizás recordar algunas cosas o imaginar otras, más no el llevarme toda la oscuridad interior a ser visible ¿Y por qué no me puedo levantar? 

Sé que es un sueño, y siento que estoy consciente. Pero igualmente, no logro volver a la realidad aunque quiero.

Siento que estoy tumbado en un vacío, pero no me puedo levantar o ponerme de pie, ni siquiera sentarme, porque se me hace imposible mover mi cuerpo. 

—¡Thomas! —escucho que grita esa voz, otra vez.

Es su voz, es su melodiosa, tierna, única, suave, tranquila e inconfundible voz…

Es ella.

—Pianito… —susurro, porque es lo único que puedo hacer —Petra…

Inmediatamente digo su nombre en voz alta todo comienza a cambiar. Todo. ¿Dónde estoy ahora?

—¡Thomas!

—Mi amor —susurro.

Ahora sí puedo mover mi cuerpo, ahora sí puedo ver fuera de esa oscuridad absorbente.  

Veo aquel lugar, dónde tuvimos nuestra primera cita y nos atendió mi hermano; veo el parqueo donde tuve un ataque de ansiedad antes de entrar; veo su rostro al preocuparse por mí; veo la manera en la que sus ojos luego comenzaron a verse más oscuros, pero siempre diferentes, solo porque esa noche hicimos el amor. Todos esos recuerdos se vuelven puñales en mi sueño, literalmente. 

Se clavan entre mis costillas. Se clavan pero no sale sangre de esas heridas, sino que salen del cuerpo de ella, y a ella por fin la veo. Está sentada en mi cama, en mi cuarto, allá, lejos de mí.

La oscuridad pasada ya no está tan vigente, sino que su cuerpo destila un tipo de luz contagiosa y cálida.

Aunque yo siento el dolor y recibo las heridas, la sangre sale de su cuerpo. No se inmuta, no cambia su rostro calmado. No cambia la manera de verme, se sigue viendo igual de tierna. ¿Ella habrá cambiado la manera de verme cuando me fui? En otras palabras, ¿Ella dejó de verme con amor en la realidad, cuando me marché?

—Lamento haberme ido… —confieso con dolor.

Jamás lo había dicho de manera honesta. Lamento haberme ido sin poder seguir la relación, porque todo sería tan diferente entonces. Lamento no haberme esforzado más, lamento no poder besarla una última vez, lamento no estar para ella en esos momentos difíciles, lamento no poder cumplir todas las promesas que me hice a mí mismo sobre nuestros futuros… lamento no amarla de manera más cercana; esto de amarla a la distancia es el peor castigo.

—Mi flor… así no funciona el amor. Yo lamento haberte hecho sentir que debías elegir entre tu sueño y yo.

—Debí haberte elegido.

—Y entonces hubieses sido la persona más miserable de todas. No había una decisión correcta.

—Ahora soy miserable, sin ti.

—No debías quedarte con alguien que no te quiere sin manipulación, cielo. Amor, ambos éramos muy inmaduros para merecer todo el amor que nos teníamos y por esa inmadurez nos lastimamos —dice —. Tal vez alguien te ame como tú amas, cielo. 

Me duele como su rostro ahora sí cambia, a uno más y más triste.

—Yo…

—Me duele no ser esa persona.

Siento como entonces, me vuelvo a ahogar. Dejo de ver su cuerpo, dejo de ver todo. Ahora solo soy una voz, solo son voces las que escucho, todo está negro, todo está tan… vacío.

—Eres esa persona —susurro.

—¿Y por qué la besas a ella?

—Es que ya no estás aquí…

—El amor no está condicionado a espacio-tiempo, vida. Si aún me amas, ¿Cómo no sientes que me engañas al besarla?

Sí lo siento… 

—¡Joder! —grito cuando salgo del trance.

—Calma, calma, estás de vuelta… —responde Warren a mi histeria. —Estas a salvo.

Estar recostado en el sillón de la casa es bastante traumante porque cada vez que lo uso es porque él me va a hacer preguntas. Ofrecerme a ser voluntario de prueba para el método en que basa su tesis es más complicado de lo que creía. 

—¿Por qué no podía despertar? —pregunto interrumpiendo lo que sea que escribe en su cuaderno.  

—La hipnosis inversa no me da el poder, es tuyo. Solo te ayude a entrar al inconsciente. Quizás no querías salir. ¿No habías cumplido algo que querías en se momento?

—No la había visto, solo escuchaba su voz. Supongo que quería verla antes de irme.

Luego sí desperté.

—La lograste ver, ¿Cierto?

—Sí…

—¿Qué viste?

—A ella, sangrando por mis heridas. Yo tenía el dolor y las heridas, pero la sangre le salía a ella.

—¿Qué más, Thomas?

—La vi, hablamos… Me ahogué en mis lágrimas al inicio, como si estuviera en alguna caja que era del tamaño exacto de mi cuerpo, no podía moverme o salir, y cuando mis lágrimas caían, entonces se acomulaban y subían hasta mi rostro otra vez.

—¿Cómo te sientes?

El corazón me corre a mil. No puedo ni controlar mi respiración. 

—Deberíamos hablar, ¿Quieres? —asiento —Empecemos por los colores —vuelvo a asentir —, ¿Qué colores predominaban en tu…?

El celular interrumpe a Warren. 

Pues respondiendo a su respuesta no terminada de formular, los color que predominaban eran rojo al igual que su cabello, miel y marrón. Todo era en esa escala. Todo era como ella. 

—Es mi tío —informa. Me pide disculpas y se retira —Dile a Henry que tras terminar de preguntarte, le tocará a él, ¿Puedes, por favor?

Me levanto, al quedar sentado mi cuerpo vuelve a tomar equilibrio, cosa que se me dificulta. 

Mi realidad, la que se supone que conozco y a la que estoy acostumbrado, se vuelve casi irreconocible luego de aquella visión. ¿Dónde podría sentirme cómodo, entonces? Con ella no es posible.




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