Londres tiene sus propias estrellas

Capítulo 28 | Mitchell

—Sí, decano, me he preparado y todo lo acordado está listo.

—La universidad te agradece todo tu esfuerzo —responde con la formalidad que a ambos nos caracteriza —, y tu tío también, felicidades, Mitch, estoy muy orgulloso —dice entonces mostrando cierta paternidad digna de mi tío —, mi hermano también lo estaría.

Tras una leve y sencilla despedida corto la llamada. Sonrío en mis adentros. Mi tío es quizás lo único que me confirma que mi padre sí existió en algún momento más allá de mis recuerdos.  Y se siente reconfortante. 

—¿Estás seguro de que quieres ir a la playa cuando tienes tanto que hacer? —le pregunto a Henry, que parece estar dentro de algún episodio de insomnio. Tienes todos estos días que no duerme nada, las ojeras le caen al suelo y sus ojos se ven pesados —¿Tampoco has dormido nada hoy?

—Nada —le sirvo café en su taza, está sentado en la pequeña isla que divide la cocina de la sala —. Desde que Warren me hizo eso de la hipnosis mi mente no quiere ceder.

—¡Deberías anotar eso en tu tesis, Warren! —le grita Ash cuando se despierta.

—¿Qué hora decían que es? —pregunta Thomas viniendo también, se sienta al lado de los otros chicos. ¿Qué le ha pasado en la cara?

—Las seis y media, ¿Qué te pasó? Pareces que te atropelló algo.

—Warren y su hipnosis.

—¡Dejen de culparme a mí y a la ciencia de la psiquis! —grita desde el baño, donde se debe estar rasurando la barba.

—Dos de cuatro de tus sujetos de prueba han tenido efectos adversos a tu terapia. Eso debe ir a tu tesis —le digo.

—¡Lo que irá es que ustedes han tenido problemas para asimilar lo descubierto en su subconsciente!

—¿Quieres hablar de algo? —le pregunto a Thomas, quién parece haber envejecido cuatro años en estos dos días.

—Raven aún no aparece. Tampoco me responde.

—Está bien —le digo rápido —, ella está a salvo.

—¿Cómo lo sabes?

—He hablado con ella —respondo y me encojo de hombros.

Me mira de soslayo. ¿Qué?

—¿Sucede algo?

—No sabía que eran tan cercanos.

—Hicimos las paces —sentencio y cierro la conversación.

Todos nosotros ya trabajamos en nuestras tesis. Henry hace una sobre los países superpoblados y la diversidad que presenta en las clases sociales y como esto a su vez depende del tipo de gobierno que esté en lugar. Warren sobre aquella cosa que sacó cosas de nosotros que no sabíamos. Ash sobre cómo los estudiantes necesitan crear un vínculo con el propósito de cada tema para asimilar las cosas. Thomas sobre la flora y sus lenguajes. Yo, pues hago una sobre ciberseguridad y puntos débiles de las principales redes sociales. 

Detestan esto de hacer tesis. Pero yo amo hacer investigaciones.

—El viaje a la playa de los amigos de Emma y Rosé será este fin de semana. 

—Warren, debemos concentrarnos en nuestras últimas clases y finalmente en las tesis.

—La vida es muy corta, Ash. El que tenga miedo a morir que no nazca.

—Yo soy provida —dice Henry un poco confundido a hacia donde va esta conversación.

—¿Raven irá? —pregunta Thomas y me detengo de echar la leche sobre mi café mañanero, aunque estoy de espaldas a ellos puedo entender todo —¿Sí?

—Si Emmanuelle es la anfitriona no la dejará no ir —dice Henry.

Sonrío ladinamente.

+

—Buenas tardes, profesor —susurro. 

—Buenas tardes, señor Radcliff. ¿Está listo?

—Estoy listo, señor.

—Confío en usted para darle mi más preciado tesoro —dice —, esta vocación es mi esposa, mis hijos y mi familia —eso explica la ausencia de todo lo antes mencionado —. No espero menos que la excelencia de usted.

—Puede irse tranquilo —respondo.

—Esto no es ni siquiera mi decisión —farfulla mientras recoge todas las cosas que tiene regadas sobre el escritorio con pesadez y un poco de enojo —. La universidad y el decano me quieren obligar a darme unas vacaciones. No las he necesitado en los últimos quince años, no necesito un mes de vacaciones ahora.

Le respondo cosas que sé que desea escuchar y como sé que ni me presta atención tomo el tiempo para llamar a mi madre cuando él se aleja unos pasos.

—¿Madre?

—Quiere el penthouse.

—¿Qué? —tapo mi oído restante para poder entender qué es lo que me ha dicho.

—Randall… —solloza.

Todo me hace tanto sentido que me ofende que no lo había visto antes, con razón insistió en mudarse del lugar donde vivimos desde que nací e incluso luego dijo que no podían vivir de alquiler, sino que compraran algo.

—Por eso insistió en que te mudaras de la casa… pero que se pusiera a tu nombre…

—No… él no haría algo así.

—Te hizo mudarte, comprar un penthouse de su agrado y ponerlo bajo tu nombre, así al divorciarse eso tendrías que dejarlo o darle la mitad por haber sido comprado bajo el matrimonio… Y cómo te quedarías con la casa familiar… entonces le dejarías eso.

—Randall no… él no haría…

—Hizo cosas peores.

—¿Cosas peores?

—Mamá… —digo y suspiro —, sé que te golpeaba. 

Corta la llamada.

Y tomo eso como advertencia. Me voy del lugar tras despedirme. Jamás había conducido esa motocicleta con tanta velocidad, debo llegar donde mi madre. Debo llegar porque Ana cuando se siente herida o lastimada, cuando sus emociones afloran demasiado, hace cosas como tomar demasiada Sertralina, Valium o hasta Xanax; esa es la razón por la que jamás le confíe sus dosis, siempre yo era quién manejaba esas cosas. 

No ha sido suicida nunca, pero sí irresponsable e impredecible.

Siento mi vista nublarse y sé que no es por la brisa o el frío, es la impotencia.

—¡Maldito! —grito cuando acelero. Me estoy imaginando a mi madre llorando, tirada en una esquina, sintiéndose sola y usada, pensando en que debe volver con él… Mierda.

Me enoja tanto que siento la sangre queriendo escapar por la palma de mis dedos, por todas mis extremidades.




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