Los bebés secretos de millonario.

Capítulo 19

Las máquinas zumbaban de manera constante junto a la pequeña y pálida figura en la cama.

Ayla yacía inmóvil.

Diana se sentó al borde de la cama, sus dedos temblorosos mientras acariciaba la fría mano de Ayla.

Los ojos de Diana estaban rojos e hinchados, con rastros de lágrimas secándose en sus mejillas.

—¿Por qué a ella, Drew? —la voz de Diana se quebró—. Solo es una niña. Es mi bebé.

Drew se colocó detrás de ella, su mano descansando suavemente sobre su hombro.

—Es fuerte, Diana. Va a superar esto. Ya verás—.

El doctor lo calificó como un pequeño ataque al corazón. Pero para Diana, no existía lo “pequeño” cuando se trataba de su niña.

Ella se secó las lágrimas con el dorso de su mano, susurrando:
—Es mi culpa. No debería haberla emocionado tanto. Debería haberlo previsto—.

—Para —la voz de Drew se suavizó mientras se sentaba a su lado—. Esto no es tu culpa. Los niños captan las cosas, las emociones y los cambios. Estará bien. Solo necesitas respirar—.

Diana sacudió la cabeza.
—No deberías estar haciendo todo esto. Pagando las cuentas… asumiendo responsabilidades. No es tu problema, Drew—.

Él frunció el ceño, ofendido.
—No lo llames problema. Diana, esto… esto es mi familia ahora. ¿Crees que me iría porque se volvió difícil? No, estoy aquí—.

Las lágrimas volvieron a llenar los ojos de Diana.
—No se trata de irse. Se trata de justicia. Ya has hecho demasiado. Sus tratamientos y medicinas son caros. Debería ser mi carga—.

Él sonrió débilmente, interrumpiéndola.
—No te preocupes. Quiero lo mejor para Ayla, Diana. He creado una página de GoFund para Ayla. Las donaciones están llegando lentamente, pero ayudarán un poco—.

El ceño de Diana se frunció.
—¿Una página de GoFund?—

—Sí —apretó suavemente su mano—. La gente se preocupa cuando ve algo real. Y la historia de Ayla tocará corazones. Te lo prometo, me aseguraré de que reciba la atención más cara y avanzada disponible—.

Diana nunca habría pedido donaciones. Ella nunca suplicó dinero a nadie en sus peores momentos. Dio a luz a tres hijos completamente sola.

La garganta de Diana se tensó.
—Deberíamos estar agradecidos de que podamos permitirnos esto, Drew. Algunos padres ni siquiera pueden hacerlo—.

Drew hizo una pausa, estudiando su rostro.
—Tienes razón. Pero tal vez no tengamos que hacerlo solos—.

Diana lo miró, confundida.
—¿Qué quieres decir?—

Drew se inclinó un poco más. Pero luego tomó la mano de Diana y la sacó de la habitación.
—Ayla merece lo mejor, Diana. Lo mejor del mundo. ¿Por qué no puedes acercarte a su padre?—

Todo el cuerpo de Diana se tensó.

Esas palabras la golpearon como una bofetada.
—Drew… —la voz de Diana era débil pero defensiva—. Eso es… complicado—.

Él inclinó ligeramente la cabeza.
—¿Complicado? ¿O orgullo? Se trata de tu hija—.

La mandíbula de Diana se apretó.
—No entiendes—.

—Lo sé, pero esto ya no se trata de ti ni de mí. Se trata de Ayla. Si el hombre puede ayudar, si tiene todo el dinero del mundo, ¿por qué no dejarlo?—

Diana se volvió, con los ojos llenos de lágrimas de nuevo.
—Porque… ni siquiera sé si Nathan Grey me creería. No es el tipo de hombre al que puedas volver así como así. No conoces a Nathan Grey—.

Drew exhaló.
—Tal vez no lo conozca. Pero, ¿y si tu orgullo le impide a Ayla recibir el mejor tratamiento del mundo? ¿Aún pensarías que vale la pena?—

La pregunta cayó con fuerza.

Diana no dijo nada. Se sentó en la silla cercana.

Ella había decidido que los niños solo le pertenecían a ella.

Él colocó suavemente su mano en su espalda.
—Mírame, Diana—.

Se volvió para mirarlo, las lágrimas cayendo libremente ahora.

—No te estoy pidiendo que le supliques —continuó Drew—. Todo lo que digo es que, si quieres lo mejor para Ayla, tal vez sea hora de dejar de quedarte en medio. Tal vez sea hora de hacer lo que sea necesario.

Diana tragó saliva con fuerza.
—Lo haces sonar tan fácil—.

—Nunca dije que fuera fácil —murmuró Drew—. Pero estaré aquí. Pase lo que pase, estaré justo a tu lado—.

Drew sonrió para mismo. Estaba siguiendo de cerca a Nathan Grey y sabía que estaba comprometido con alguna familia real. No había manera de que él tuviera algo para Diana, pero ciertamente podría gastar dinero para mantener a estos tres niños en secreto.

_ _ _

Más tarde en la noche, Ayla se había estabilizado. Los doctores dijeron que podía ir a casa.

Diana salió del hospital, abrazando a Ayla contra su pecho.

Condujeron en silencio durante un largo rato.

Ayla dormía en el asiento trasero, su pequeña mano aferrada a su conejito.

Diana miraba por la ventana.
—Ahora se ve tan tranquila. Nadie adivinaría por lo que ha pasado—.

—Es una luchadora —dijo Drew en voz baja, manteniendo los ojos en la carretera—. Igual que su madre.

Diana sonrió débilmente.
—Siempre dices eso—.

—Porque es verdad —aseguró Drew, sosteniendo su mano.

Diana se giró para mirarlo.
—Drew… sobre lo que dijiste en el hospital—.

Él asintió, sin quitar los ojos de la carretera.
—¿Sobre Nathan Grey?—

—Sí. Yo… no sé si puedo hacer eso. No sé qué diría—.

—Entonces no lo hagas —dijo Drew con sencillez—. Pero prométeme algo: no dejarás que tu miedo te impida intentar todo por Ayla. Si alguna vez decides acercarte a él, estaré aquí. No lo enfrentarás sola—.




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