Los Brazos de Morfeo.

01.

Los golpes inundan mi cuerpo con brutalidad, el dolor al que ya me acostumbré me tortura nuevamente, los sollozos y lágrimas calientes llenan mi cara mientras ese tipo me golpea.

-Repite eso, pedazo de mierda -escupe en mi oído mientras me jala tan fuerte del pelo, que creo que me arrancará el cuero cabelludo.

-D-Déjame... por favor, ¡Lo siento! -grito humillada y cansada.

Apenas si puedo moverme, apenas si puedo respirar, apenas si puedo gritar cuando vuelve a golpearme.
Mi cabeza retumba contra el frío suelo de mi celda, el sudor, la sangre y el dolor se aferran a mi anatomía como las fauces de un Rottweiler.

Pero a pesar de todo...

A pesar de todo me levanto.

A pesar de que lo único que tengo puesto es mi ropa interior, a pesar del intenso dolor en todo mi cuerpo y lo vulnerable que estoy en éste momento, me levanto.

- ¿Quieres más, engendro? -espeta el minotauro y lo miro.

-Tan sólo eres una aberración a la naturaleza, al igual que yo, acéptalo de una puta vez, cerebro de vaca. -digo con odio, escupo la sangre acumulada en mi boca y alzo la cabeza para demostrar que sigo viva.

Que por más que me torturen una y otra vez, no bajaré mi cabeza.

Su pezuña se entierra en mi estómago y nuevamente la sangre se escapa de mis labios, una espantosa tos me invade mientras vuelve a destrozar mis huesos con esa fuerza abismal.

Muerdo mis labios hasta que duele, pero intento no gritar. Las lágrimas saltan de mis ojos, mis puños se aprietan y él me patea de vuelta, mandándome a volar contra la pared de la celda.
Caigo al suelo en un terrible golpe sordo y mis ojos lentamente comienzan a cerrarse.

«Basta, Noah, no puedes quedar inconsciente... No puedes darle la satisfacción.»

-Tauro -Una voz conocida se oye a las espaldas del monstruo que me tortura todos los días-, suficiente por hoy, déjanos solos.

Vuelvo a escupir la sangre acumulada en mi boca y siento náuseas, pero no puedo vomitar, no tengo nada que vomitar.

-Siempre tan rebelde, Noah.

Le repetí tantas veces que no me llame por mi nombre al infeliz, que ya he perdido la cuenta.

-Crysanthe para ti, Thor... -Logro decir mientras me arrastro hacia una esquina.

Mis heridas escuecen, todo me da vueltas y siento frío.

-¿Necesitas ayuda? -pregunta arqueando una rubia ceja.

-No.

Cuando al fin logro acomodarme en una posición levemente cómoda, mis ojos se encuentran con los suyos, compasivos como de costumbre.

- ¿Quieres decirme a qué mierda has venido? -Mi voz se escucha venenosa y cargada de odio a pesar del ardor en mi garganta.

No solía maldecir, no solía ser tan maleducada.

Ahora nada me importa.

-Ha llegado la hora. -Sus palabras caen sobre mí y siento cierto alivio al oír esa frase.

Pero el alivio rápidamente se ve opacado por el pesado recuerdo de mi padre.

«No puedo permitir que el linaje termine conmigo.»

Mi ojo izquierdo está tan hinchado que apenas puedo ver bien con él, y duele, duele como mil infiernos; pero debo aguantar, después de todo mis heridas terminan curándose en un día.

Un guardia de Oro, con su dorada armadura que me impide ver sus ojos, entra. Claro que no necesitan mucho más para cargar conmigo, no es como si pudiera ofrecer mucha resistencia.

- ¿Por qué viniste personalmente a avisarme eso, hijo de Odín? -espeto mirando al Dios frente a mi.

Su cabello rubio ceniza está mojado, tiene mal abotonada la camisa negra y se ve que se vistió a toda prisa. Sus ojos claros vagan por cada herida de mi cuerpo y se detienen unos instantes en mis ojos.

- ¿Sabes, Noah?, Si hay algo que me gusta de ti, es ésa mirada desafiante que siempre adorna tu rostro.

Ya ni siquiera tengo fuerzas para corregirlo, el guardia de Oro me coloca unos grilletes en mis demacradas muñecas y comienza a arrastrarme, como si fuese una bolsa de basura; el suelo rasga contra mi piel y un gemido ahogado se desliza por mis resecos labios.

-Espera -Lo llama el dios del trueno y el guardia se detiene en la entrada de la celda-, déjame al menos llevarla yo mismo.

-Imposible, órdenes de Zeus, nada de trato especial para la Nefilim-dice él con voz neutral y suelto una carcajada incrédula.

-No necesito tu lástima ni tu caballerosidad, martillito -Logro decir y escupo lo que queda de sangre en mi boca sobre su bota-. Oh, qué mala puntería tengo, el objetivo era tu rostro.

Entonces el guardia me da una patada en la espalda que me hace chillar, me tomó por sorpresa. Caigo hacia adelante y un gemido se me escapa, ni siquiera tengo fuerza para levantarme y enfrentarlo, las perdí hace mucho tiempo.

- ¿Cómo te atreves? -exclama tomándome por mi cuello desnudo, ni siquiera lucho cuando me da un puñetazo en el estómago, caigo al suelo nuevamente y mi visión se nubla.

-Hey -Lo frena Thor empujándolo contra los barrotes de la celda-. Déjala ya.

-Recibo órdenes de Zeus, no de usted. -Le espeta el guardia cuyo rostro está oculto bajo el casco dorado.

Entonces todo ocurre muy rápido, el martillo apareciendo, la corriente de electricidad destrozando el cerebro del guardia y el olor a quemado instantáneo que inunda mis fosas nasales.

«Sin duda éste tipo está loco.»

Unos brazos me levantan del suelo y un gemido de dolor intenta escapar de mis labios.

-B-Bájame...

-Cállate. -dice con una voz dura mientras me lleva en sus brazos por entre los pasillos.

Me mantengo en un estado de semi-inconsciencia todo el camino, hasta que comienzo a oír la molesta música del Gran Salón.

Thor me baja en la puerta, pero mis piernas ceden y casi caigo, su brazo rodea mi cintura a tiempo antes de sentir el impacto.




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