Los Brazos de Morfeo.

04.

El agua está helada, pero no me importa, es un alivio poder intentar al menos liberarme un poco de la mugre en mi. Intento sacar todo lo que puedo, incluso intento lavar mi ropa interior un poco, pero las manchas no salen...es irrecuperable.

Y lo único que tengo.

La calma a mi alrededor es preciosa y en momentos como estos lamento no saber nadar, tengo que quedarme bastante a la orilla. No quiero que él tenga que andar salvándome de cosas tan absurdas.

Morfeo y Vincent charlan sobre el plan a varios metros de mi, para que no puedan verme. No tengo idea de adónde iremos ahora, pero lo que más anhelo en éste momento, es algo de ropa limpia. Por más que sea un decrépito camisón blanco, deseo algo que me cubra un poco más.

Estoy poniéndome mi ropa nuevamente cuando unas manos me toman completamente por sorpresa, cubriendo mi boca y tirando de mi hacia atrás, me resisto todo lo que puedo mientras el escalofrío gélido del miedo me recorre.

—Hey, hey, cálmate —La voz familiar del Dios se cola en mis oídos mientras me arrastra hacia unos yuyos—. Hay guardias de Oro en éste bosque, descubrieron lo que pasó y si nos encuentran no será nada bonito.

Quito su mano de mi boca y lo miro.

—¿No puedes con ellos?

—Mis poderes de ataque no sirven en otro lugar que no sea el Olimpo. Lo único que puedo hacer es abrir portales o llevar gente al mundo onírico, no puedo hacer más.

—Entonces, ¿estamos indefensos ante un ataque?

—No, yo estoy con ustedes —dice Vincent apareciendo a mi lado—. Ellos están en el lado Sur del bosque, podremos escapar sin problemas.

—¿A dónde iremos? —pregunto.

—Hacia el Dios más cercano y simpático, Baldr.

—¿Baldr?, Pero si ese es un debilucho... —Comienza Vincent.

—No —Lo interrumpe Morfeo—, es inmune a todo, lo único que puede dañarlo es el laurel. Podría intentar apuñalarlo y el cuchillo ni siquiera rozaría su carne.

—Woh, hasta que alguien con unas neuronas piense en hacer una daga con un laurel y, ¡ups!, El plan se fue a la mierda —espeta el señor del bosque con sus cejas oscuras levemente alzadas.

—Es uno de los Dioses más amables que hay, y el único que sería capaz de recibir a la Nefilim así como está sin ofenderse. Porque sabes bien como es Hades, como es Artemisa y esos, no le permitirán entrar.

—Quiero imaginar que no le pedirás ayuda a Artemisa, ¿o sí?

«Ésta conversación se está yendo a la mierda...»

—Vincent, sé que la odias...

—¡Me transformó en Casper la muy zorra! —exclama el castaño—, ¡porque simplemente no le agradaba!

—Artemisa es una persona... difícil.

—¡Me vale una...!

—¡Podríamos seguir la conversación en tierra, maldita sea!, Lo último que quiero es enfermarme por culpa de ustedes. —exclamo.

El Dios del sueño mira a Vincent con malicia y una sonrisa torcida.

—No vas a hacerlo... —dice él.

—Oh, sí que lo haré —Sonríe Morfeo y saca de debajo del agua una especie de... ¿varita?

Una carcajada me azota y mientras veo el pedazo de madera blanco con piedras preciosas incrustadas.

—¿Qué eres?, ¿una hada madrina? —las burlas salen de mi boca sin que pueda detenerlas mientras sigo riéndome.

—Soy mejor que esas viejas  —dice y cuando yo pienso que va a sacudirla, simplemente la parte al medio como si fuera nada más que una ramita.

Es entonces cuando todo sucede.

Un brillo morado se desprende de ambas partes de la varita y en cuestión de segundos nos envuelve completamente, me aferro al brazo del Dios sin entender qué diablos está sucediendo y él me lo permite.

—¡Ya verás cuando lleguemos, idiota! —exclama Vincent queriendo atacar a Morfeo, pero entonces la luz que nos rodea se hace lo suficientemente brillante como para que tengamos que cubrir nuestros ojos.

Entonces siento el agua desaparecer de mi cuerpo, me siento caer. Me aferro aún más fuerte al Dios del sueño y siento su mano sobre mi otro brazo.

Aprieto mis párpados, esperando el impacto, pero mi cuerpo cae sobre una superficie blanda.
Mis ojos se abren, con curiosidad y me doy cuenta de que estamos en una casa.

—Si te quitaras de encima, te amaría. —Me espeta el Dios desde debajo de mi cuerpo, amortiguó mi caída.

Ruedo los ojos y me levanto para intentar mirar mejor en donde estamos. Un apartamento modesto, con pocos muebles y paredes blancas nos acoge. 
Vincent cayó de bruces contra el suelo y se frota con enojo el mentón.

—Espero que ésta sea la casa del tal Baldr. —escupe levantándose.

Morfeo suelta una carcajada cínica.

—Estamos en casa de Apolo, Baldr no está muy lejos de aquí.

Vincent lo mira mal y el Dios sube las manos en gesto de inocencia.

—¿Acaso creíste que nos transportaría a la casa de Artemisa con la Nefilim así de desastrosa?, Nos echaría con apenas vernos.

—¿Qué mierda quieres que haga?, Un río no basta para arreglarme. —Comienzo a enojarme cada vez más.

—Te ves para la mierda y soy sincero, si no te gusta, no es mi problema.

«Éste tipo es increíblemente imbécil.»

—¡Tú...!

Entonces la puerta principal se abre, dejando entrar a un joven de cabello rubio y unos ojos grises preciosos. Trae puesto una camiseta negra que no hace más que destacar su dorado pelo y unos jeans del mismo color.

—¿Morfeo? —exclama confundido mientras cierra la puerta tras de sí—, ¿qué haces aquí...?, ¿quiénes son ellos?

El hermoso chico nos mira a Vincent y a mi como si fuéramos fenómenos de circo.

—Él es Vincent, Señor del Bosque y ella es Crysanthe Noah no sé su apellido, la Nefilim.

—¿Nefilim? —arquea una ceja dorada—, ¿de la que tanto hablabas?

—La misma. ¿Lo ves?, Tenía razón sobre ella y sobre lo que Zeus quiere hacer, Apolo. Te necesito conmigo en esto.




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