Los Brazos de Morfeo.

06.

Noah:

El sonido de platos estrellándose contra el suelo es lo que me hace abrir los ojos.
Me incorporo completamente exaltada y miro a mi alrededor, en busca del causante del ruido.

Entonces veo una figura pequeña salir corriendo desde la cocina a gran velocidad, seguida de Apolo con una sartén en mano.

—¡Ya verás cuando te atrape! —exclama el Dios persiguiendo desesperado lo que parece ser un gato.

El pobre animal sube a mis piernas, causando que de un respingo y se esconde entre mis brazos.

—¡Suéltalo, Noah!, ¡voy a dárselo de comer a los perros!

—¿Por qué? —exclamo abrazando más al gato quién me mira con sus oscuros ojos.

Es tan suave y cálido...

—¡Rompió todos mis platos!, ¡destrozó las cortinas de mi cuarto!, ¿tienes idea de lo costoso que era todo eso? —exclama.

Entonces Morfeo aparece en la sala, con su cabello oscuro despeinado, una camiseta gris y unos jeans negros. Sus pies van descalzos y una taza de café adorna sus manos.

Sus ojos azules se fijan en el gato y una sonrisa socarrona se le escapa.

—Deja de jugar, Freya —Sonríe el Dios dándole un sorbo a su café.

—¿Quién? —exclama el Dios de la luz, confundido.

La gata se escapa de mis brazos para pararse a un lado de la ventana y es cuando una brillante luz la envuelve. Su silueta crece y se deforma hasta que queda una forma completamente humana.

La luz se desvanece dejando ver a una joven de cabello castaño y ojos oscuros, vestida con un suéter rosa viejo y unos jeans grises, sus pies llevan unas zapatillas negras y su mirada está teñida de malicia.

—Hola, baby —Saluda con una auténtica sonrisa.

—¿Qué diablos acaba de pasar? —exclamo levantándome del sofá.

—Hola, soy Freya, Diosa del amor —Sonríe la chica estrechando mi mano.

—Soy Noah... —Me presento— así que te conviertes en, ¿gato?

—Una de mis muchas transformaciones —admite.

—Los Dioses nórdicos tienen una mayor capacidad para cambiar de forma que nosotros en el mundo humano —explica el Dios del sueño dejándose caer en el sofá—. No te esperaba, Freya.

—Seguí tu presencia hasta aquí y realmente no tenía paciencia para esperar a que fueras por mi, así que aquí estoy.

—¿Te molesta si la mato? —pregunta Apolo apretando el mango de la sartén.

—Oh, vamos; son cosas reemplazables, eres un Dios, ternurita, el dinero no es problema —Se encoge de hombros, lo que hace enfurecer a Apolo un poco más.

—Si me disculpan, iré a atender a Vincent, no se encuentra nada bien. —espeta y da media vuelta para irse.

Miro a Morfeo, quisiera decir que no estoy preocupada, porque no debería estarlo, pero Vincent no es alguien que precisamente me caiga mal...

—Vincent necesita del bosque y el bosque de él, por eso también necesito la ayuda de Artemisa; ella puede hacer un conducto de energía entre el bosque y su Señor —explica bastante serio.

—Pero... ¿por qué iba ella a ayudarlo? —exclamo—, se supone que ella no lo quiere.

—¡Já!, Claro y Vincent es un conejo... —El sarcasmo brilla en cada una de sus palabras— tú no sabes nada, Gatita, yo pienso que en verdad hay algo ahí.

—Si vuelves a llamarme...

—¿Me recuerdas quién perdió en el Tutti Frutti?

—¡Nunca acordamos que me llamarías así si perdía!

—¿Ah, no? —musita desviando la mirada—, me da igual, te gané y voy a llamarte como quiera.

—Eres un idiota, Squishi —musita la chica dándole una palmada en la nuca a Morfeo.

—Ya te dije que no me llames así. —Rueda los ojos él y yo no puedo contener las carcajadas por más tiempo.

—Así que, Squishi. —Sonrío con burla.

—Es una ternurita —dice Freya revolviéndole el pelo como si fuera un niño, a pesar de que le lleva tres cabezas de altura.

—Para ya —Se queja él alejándola—. ¿Por qué no vas a comprar algo de comer?

Entonces sus ojos se iluminan.

—Comida... —musita con ilusión —, ayer se me quemó el pescado y no pude cenar.

—Toma y tarda todo lo que quieras —dice el Dios del sueño dándole unos billetes.

—¡Volveré pronto! —anuncia y una luz blanca vuelve a envolverla, convirtiéndola en un pájaro y con los billetes en el pico, se va volando por la ventana.

—Bien, un problema menos —Se dice él sentándose nuevamente en el sofá.

—¿Por qué te llama así? —Río.

—Buena pregunta, quisiera saber también la respuesta.

—¿Vincent estará bien...?

—Sí, lo máximo que podría pasar es que sienta fiebre —Se encoge de hombros—, ¿por qué te preocupa?

—¿Y por qué no? —ataco cruzándome de brazos.

Él rueda los ojos con exasperación y toma una hoja y una lapicera de la mesita de café frente al sofá.

Escribe algo que no llego a leer y entonces comienza a doblar el papel. Lo miro confundida mientras con dobleces forma una mariposa.

—¿Origami? —Alzo una ceja incrédula.

—Mejor aún —dice y entonces le susurra algo a la mariposa que no logro comprender.

El papel comienza a moverse sólo, la figura agita sus alas hasta elevarse en el aire y entonces, sale volando por la ventana.

—¡¿Cómo hiciste eso?! —exclamo.

—Es un viejo hechizo básico, y la más elegante forma de comunicarse —Me guiña un ojo y toma otra hoja y vuelve a mirarme—, es fácil; primero doblas aquí... —Comienza a explicarme como se hace la mariposa de papel —. Luego dices et muscis vitamque significa vive y vuela en latín; dibujas éste símbolo... —Dibuja un círculo atravesado por cuatro líneas en todas direcciones en el ala izquierda.

Entonces las alas comienzan a moverse y elevarse.

—Debes escribir la dirección y el mensaje antes de doblar el papel, claramente. Ella sabrá a donde ir —explica mientras la mariposa se eleva pero se queda en el mismo lugar, revoloteando—. Ella no irá a ningún lado porque no hay mensaje ni dirección.




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