Los Brazos de Morfeo.

15.

Noah:

Ellos no paran de golpearse, una y otra vez, tiran una lámpara al chocar contra la mesita de noche y se hace pedazos contra el suelo. Aún así no paran.

Ya les he gritado de todo, Nale intentó acercarse, pero no pudo separarlos, Hades no está, Freya tampoco y Apolo está quién sabe dónde.

Me siento impotente por no poder hacer nada para que paren ésta pelea tonta, el puño de Sacha golpea la nariz de Morfeo, haciendo que suelte un hilo de sangre, el Dios le atina un puñetazo en el estómago y el guardián cae al suelo.

«A la mierda.»

Logro meterme en medio a tiempo para que el puño de Morfeo me de vuelta el rostro de un golpe. Caigo al suelo y el dolor estalla en mi rostro, veo puntos negros por todos lados, pero aún así me pongo de pié.

—¡Hey, hey! —exclama Nale extendiendo sus alas frente a mi, a modo de escudo—, ¡miren lo que causan!

Pero el coraje ya toma el control de mi, muevo el ala del ángel para enfrentarme a Sacha, quién está rojo de la vergüenza, su rostro está completamente destruido y Morfeo no está muy diferente.

—Vete, Sacha. Sal de mi puta vista. ¡Eres un cabezota!, ¡Morfeo lo único que ha intentado es acabar con Zeus y salvar tu puto trasero junto con el de toda la humanidad! —Le grito—, ¡si no puedes apreciar eso, y si soy tan mierda como dices, vete!, ¡vete y no vuelvas!

Lágrimas de impotencia descienden por sus ojos y aprieta sus puños, causando que más sangre salga de sus nudillos.

—¡Solo quiero protegerte! —exclama él posando sus manos en mis hombros—, ¡no quiero que mueras!

—¡No quiero que me protejas!, ¡quiero que pares de lastimarme como lo estás haciendo! —exclamo mientras las lágrimas caen por mis mejillas—. Quiero que pares... Quiero que te vayas...

—No voy a dejarte con él —espeta mirando a Morfeo.

Pero yo ya estoy caminando hacia la puerta para abrirla y que se largue.

—¿Cómo sabes que los guardias no te llevarán para hacerlo de nuevo?, ¿eh? —Y el miedo porque diga esas palabras me golpea—, ¿y si vuelven a abusar de ti, Noah?

Siento como si me hubieran tirado un balde de ácido encima. No puedo moverme, estoy paralizada en mi lugar sin poder siquiera respirar.

Los ojos de Morfeo van de un lado a otro, de Sacha a mi, sin poder creer lo que acaba de oír.

¿Qué?  —murmura, pero yo ya estoy corriendo lejos de ellos, por los pasillos del motel, por más que estoy en camisón y mis pies están descalzos. Salgo del edificio y el frío de la noche me envuelve.

Corro lo más rápido que puedo y oigo a Sacha y el Dios del sueño venir tras de mi.

«No voy a perdonarlo. No voy a hacerlo.»

Acelero el paso y giro abruptamente en un callejón, causando que me pierdan. 
Mi espalda se apoya contra la pared del lugar y me dejo caer, abrazando mis piernas contra mi pecho y enterrando mi rostro en mis rodillas.

Es obvio que tarde o temprano van a encontrarme, como es obvio también que fue estúpido huir de eso. Pero no podía enfrentar aquella situación, no puedo ir por ahí y decirlo en voz alta como si nada... No puedo superarlo aún...

Sigo sin ser lo suficientemente fuerte.

Mi mente comienza a mostrarme los tortuosos recuerdos de todo lo que me hicieron, el desgarrador grito que emití la primera vez retumba en lo más profundo de mi, destrozándome. Sollozo fuertemente mientras mi memoria sigue matándome.

Ellos sobre mi, golpeándome una y otra vez, jalándome del pelo tan fuerte que un poco más y arrancarían mi cuero cabelludo. Entrando una y otra vez, repitiendo el proceso como si nunca pudiera acabarse.

Claro que no, guardias no faltaban.

Cuando mis gritos de dolor asaltaban la estancia, me golpeaban más fuerte, con los mangos de sus espadas, hasta que estaba tan aturdida que no podía articular palabra. Ni siquiera podía ducharme luego de eso para intentar sentirme menos mierdosa, no podía hacer nada más que llorar en silencio mientras me dejaban tirada en aquél sucio suelo una vez más.

—Noah —La voz de Morfeo me saca de mis recuerdos y no me atrevo a levantar la vista, pero él ya me toma del mentón para que lo vea a los ojos, esos penetrantes ojos azules—. ¿Ese era el famoso secreto?

No puedo ni hablar, espero que mi mirada lo exprese por sí sola, pero para él no es suficiente.

—Dímelo, Noah...

 —admito finalmente y me deshago en llanto mientras él me rodea fuerte con sus brazos.

—Todo está bien... —murmura en mi oído—. Jamás dejaré que te vuelvan a hacer eso, princesa —dice con el dolor reflejado en cada una de sus palabras—. ¿Por qué no querías decírmelo?

Porque no quiero creerlo... —murmuro aferrándome más a él.

Me separa de su cuerpo para que pueda verlo a los ojos, están cristalinos y ya han perdido ese tono rojizo.

—Voy a acabar con Zeus, me voy a encargar de que cada maldito guardia de Oro pague el precio por siquiera respirar cerca de tu rostro —espeta—, los haré pagar.

Su mano roza mi mejilla y una débil sonrisa se desliza por sus labios.
Odio que las lágrimas no se detengan, a pesar de que estoy un poco más calmada que antes, la vergüenza aún me corroe por dentro. 

—Deja de llorar, o me harás llorar contigo, tonta —ríe y yo lo hago con él.

—Eres terrible —musito y entierro mi cabeza en su pecho, oyendo el melodioso palpitar de su corazón, no parece el pulso de un humano.

Tiene otro ritmo.

—¿Te sientes un poco mejor? —pregunta al cabo de varios minutos y me separo de él.

—Sí... ¿volvemos al motel? —pregunto con un suspiro.

—Si eso es lo que quieres —Se encoge de hombros y se quita su suéter gris para que yo me lo ponga, cosa que agradezco porque empezaba a tener bastante frío.

Su brazo rodea mi hombro durante todo el camino de vuelta al motel, que no son más de cinco cuadras.  
El lugar está silencioso, no vamos a la habitación que debía compartir con Freya, sino a la de Hades y Morfeo, la cual está vacía.




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