Los Brazos de Morfeo.

20.

Noah:

Tardo unos minutos en procesar que al fin se ha ido, todo en mi cuerpo me duele. Sollozo lo más fuerte que puedo mientras me arrastro hacia la pared para sentarme, cada movimiento es una tortura. Quisiera gritar, pero mi garganta quema cada vez que respiro, lo único que puedo hacer es volver a llorar en silencio, mientras mis manos tiemblan. Sigo sin poder procesar bien lo que acaba de pasar...

Me han roto nuevamente y no puedo soportarlo. Muerdo mi labio hasta que saboreo la sangre en él, para intentar concentrarme en otro dolor que no sea el que me causa mi mente al revivir una y otra vez los hechos ocurridos hace minutos. Las lágrimas calientes no cesan mientras entierro mi rostro en mis manos.

Ha logrado la mierda que se propuso.
Me ha destrozado. Me ha roto en mil pedazos que no puedo recoger.

Quiero quedarme en ésta habitación para siempre, no quiero que nadie me vea, no quiero que nadie me toque nunca más. Es como si todavía pudiera sentir su respiración contra mi oído, como si pudiera sentir su tacto tan áspero y asqueroso contra mi piel. 

No puedo parar de soltar lágrima tras lágrima. Maldigo el día en el que Thor me salvó de esos malditos rayos.

Si tan solo hubiera muerto, todo ésto jamás habría pasado. Pasar por esa mierda es mucho peor que morir. Tiene que serlo...

Con manos temblorosas y entre sollozos me estiro para ponerme mi ropa, la falda está bastante rota y el crop top está desgarrado. Freya no me dejó ponerme un sostén porque insistió en que el top se usaba sin uno.

Pero, ¿qué más da?

Logro ponerme de pie, mientras todo me duele y los sollozos me retuercen hasta quebrar mi corazón una y otra vez. Salgo de la habitación, utilizando la llave que Zeus dejó en el cerrojo de ésta y salgo al pasillo. Cubro mis pechos con mis brazos.

Me recargo contra la pared, mientras rehago mis pasos hacia la única habitación que conozco, la de Morfeo. No es que quiero caer en sus brazos y llorar como una enferma mientras le cuento mis mierdas.

Lo que menos quiero es que me vea.
Solo quiero entrar en el baño y quedarme ahí una eternidad.

Solo quiero ducharme e intentar quitarme la asquerosa sensación de Zeus en mi cuerpo.

Abro la puerta con manos temblorosas y veo que no hay nadie dentro, doy gracias al cielo mientras camino lentamente al baño. Cierro con el pestillo y sin mucho más, abro la ducha.

Me miro al espejo, tengo todo el maquillaje de ayer corrido, líneas negras decoran mis mejillas, arrastradas por las lágrimas, las cuales cesan. Tengo el labio partido, un moretón en mi mentón y muchos otros en mi cuerpo.

Sollozo y finalmente grito, mientras el sonido es desgarrado por el ruido de la ducha. Llevo mis manos a mi rostro mientras no paro de gritar y llorar. Me meto dentro de la ducha y me dejo caer contra la pared de ésta, dejando que el agua haga lo que quiera conmigo.

Grito y golpeo la pared mientras los recuerdos me deshacen y me ahogo en llanto. Todo me duele, creí que no volvería a experimentar éste dolor...

Creí que esto no volvería a pasar...

Abrazo mis rodillas contra mi pecho, mientras el agua caliente me quema, pero no me importa. Quiero sentir cualquier dolor menos éste.

No puedo evitar preguntarme una y otra vez: ¿Por qué me pasa esto?, ¿qué hice para merecerlo?

—¿Quién anda ahí? —dice alguien golpeando la puerta, pero no me atrevo a contestar—, ¡abra la puerta!

Lo único que puedo hacer es sollozar más fuerte y golpear mi nuca contra la pared una y otra vez, mientras cubro mis oídos.

No encuentro el valor para contestar, sé que tarde o temprano alguien va a verme así pero no me importa.

Apenas puedo articular palabra, solo puedo gritar y gritar.

La puerta finalmente cede ante los golpes y por un momento creo que es Morfeo, pero unos ojos dorados aparecen entre el vapor que causa el agua hirviendo.

—¿Nefilim? —exclama Tsukoyomi acercándose confundido—. Diablos, ¿estás bien?

Niego energéticamente con la cabeza mientras no puedo detener los sollozos.

—¿Qué te pasó? —dice acercándose, se mete en la ducha sin darle importancia al hecho de lo caliente que está el agua o que su ropa se moje—, dímelo...

—N-No me toques... —exclamo alejándome—. N-No lo hagas...

—Pero debo sacarte de aquí, vas a enfermarte —dice cerrando la llave de la ducha—, vamos —Me extiende su mano pero me levanto sola.

Un estallido de dolor en mi zona genital sucede cuando me muevo y casi caigo al suelo, pero logro estabilizarme.

—Toma —dice dándome una toalla para que envuelva mi cuerpo—. Entraste en mi habitación por accidente —Intenta sonreír pero falla en el intento—, la de Susanowo es la de al lado, pero es normal confundirse, son completamente iguales.

Camino fuera del baño con un nudo enorme en la garganta y lágrimas silenciosas descendiendo por mis mejillas.

—Puedes quedarte aquí hoy, si quieres —dice con vos suave—, no hay problema. Hay muchas otras habitaciones donde puedo dormir...

Abre la cama y camina hacia un armario.

—¿No me dirás qué fue lo que pasó? —pregunta dándome una camiseta negra—, ¿por qué estás tan golpeada?

—No importa —murmuro tomando la camiseta—, no quiero echarte de tu propio cuarto pero si me pudieras dejar sola...

—Lo entiendo —asiente—. Volveré en media hora y te quiero ver en esa cama para cuando lo haga, ¿bien?

—Gracias...

—No es nada —dice corriéndose el pelo de la cara y se marcha por la puerta.

Me sorprende que sea amable conmigo luego de que casi asesino a Susanowo.

Me quito la falda rota y me pongo la camiseta, es tan grande que me llega hasta los muslos, pero Tsukoyomi es bastante alto, así que no me extraña.

Tiro a la basura la ropa y me meto en la cama, algo incómoda por hacerlo. Cierro los ojos con fuerza, intentando no pensar en lo que ocurrió.




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