Los Brazos de Morfeo.

22.

Noah:

Hace dos horas que estoy en ésta bañera, ahogada en mis lágrimas y pensamientos. El agua ya se ha enfriado, pero no me importa.

Necesito estar sola.

No puedo parar de pensar en lo que pasó y en que no pude hacer nada. Luego de ese ataque que me dió con Susanowo, no pude darle ni un solo golpe que valiera la pena a Zeus.

Ni uno.

Si fuera más fuerte...

Si fuera más fuerte no habría sucedido.
Si hubiese sabido controlar mi fuerza, me habría defendido.

Pero no.

No lo hice.

Ni siquiera me molesté en quitarme la camiseta que Tsukoyomi me prestó para meterme aquí, aunque no sé porqué lo hice.

La sensación de su aliento contra mi oído me azota y golpeo el interior de la bañera.

—Hijo de puta —chillo golpeando repetidas veces la bañera, hasta que el dorso de mi mano duele lo suficiente como para hacerme parar.

Los sollozos vuelven a atacarme mientras cubro mi rostro con mis manos y dejo fluir las lágrimas. La vergüenza y la impotencia me corrompen con la simple idea de que alguien se entere de lo que pasó...

No puedo, no quiero dejar que eso pase...

Lo único que quisiera en éste momento es desaparecer. Que me trague la tierra y dejar de existir de una vez por todas.

Hundo mi cabeza en el agua y cierro los ojos, mientras trato de recordar alguna buena escena de mi infancia en lugar de seguir reviviendo lo que pasó una y otra vez.

Pero entonces un torbellino de dolor puro estalla dentro de mi.

"Débil" Dice una voz en mi mente y siento como si me quemaran desde adentro, marcas extrañas se forman por todo mi cuerpo, iluminadas en un tono celeste muy claro, casi blanco. Ahogo un grito e intento sentarme, pero mi cuerpo no responde. Mi boca se abre, intentando gritar, pero lo único que logro es que el agua se filtre dentro de mi. Me retuerzo, pero no logro incorporarme.

«¡Por favor, basta!»

"Débil." La voz severa nuevamente, pero no puedo distinguir su género. El dolor abrazador y espantoso me corroe mientras quiero gritar por ayuda, quiero salir de la bañera. No quiero morir.

La gélida desesperación me atraviesa y me retuerzo, las marcas queman más fuerte e intento gritar, pero sigo sin lograrlo, no controlo mi cuerpo.

Veo un millón de cosas pasar frente a mis ojos, Emeraude; mi padre; Freya; Apolo; Hades; los guardias de Oro; Zeus; Thor; Nale; Sacha y Morfeo.

Morfeo con sus brazos cálidos y reconfortantes.
Morfeo y esos ojos tan azules que sería un lujo nadar en ellos.
Morfeo y su voz diciéndome que todo estará bien.

Todo se vuelve negro y dejo de sentir el agua en mi cuerpo, el dolor se desvanece. Simplemente dejo de sentir.

Pero entonces, es como si algo jalara de mi, me aferro de alguna forma a la fuerza que intenta arrastrarme fuera de mi cuerpo y lucho contra ella.

De repente puedo sentir mi cuerpo, pero sé que realmente no lo estoy controlando. Camino en la oscuridad de mi mente, no puedo oír nada.

Muerdo mi labio inferior con desesperación y me abrazo con mis brazos mientras comienzo a adentrarme en la oscuridad.

Pero de repente una mano se aferra a la mía, fría como el hielo, un escalofrío impulsado por el miedo recorre mi cuerpo e intento soltarme, pero una voz conocida inunda mis oídos.

—Noah, por favor, escúchame, no tengo mucho tiempo... —dice la voz y una luz aparece a lo lejos, iluminando la espalda de Emeraude.

Sus ojos oscuros y penetrantes se fijan en los míos y me toma de las manos.

—¿Emeraude...? —murmuro no muy confiada.

Trae puesto un camisón blanco y su cabello oscuro atado en una coleta alta.

—Debes luchar, ¿me entiendes? —dice apretando mis manos—, debes superarlo todo y luchar. Eres fuerte, yo lo sé. Tu padre te cedió ese Don porque sabía que te protegería, debes enseñarle quién eres antes de que te consuma... Hay muchas cosas que te esconden, Noah. Cosas importantes, y cuando te enteres, será más doloroso de lo que crees...

—E-Em... —musito apretando sus manos contra mi pecho—, Nale está con nosotros, está bien, está vivo...

Una sonrisa nerviosa atraviesa su rostro.

—Él será tu respaldo entonces —musita—. Me han dejado venir con un mensaje muy importante, Noah... El enemigo de tu enemigo es tu amigo.

—¿A quién debo buscar?

—Al diablo. Antes de que Zeus lo haga, antes de que se ponga del bando ganador, estarán muertos...  —dice soltandome.

—Pero, Em... Es el diablo, no...

—Zeus podrá creer que acabó con el cielo, pero con el infierno no se juega. Y con Lucifer menos. Tienen cartas a su favor si lo convencen de hacerlo, ¿me entiendes? —exclama—. Imagina las cuarenta legiones de demonios contra Zeus, los siete príncipes, podrán dar una buena pelea, Noah; de otra forma a éste paso morirán...

—Emeraude, es Lucifer, ¿por qué diablos se uniría a nosotros?

—Porque él quiere almas, ¿correcto?, Pueden darles todas las de los putos guardianes de Oro que te hicieron mierda por tres años, y el alma de un Dios vale mucho. Eres más fuerte que él, aunque no lo creas —Posa su mano en mi mejilla, está fría—, su poder viene de las almas que consume, del dolor. Tu energía es pura, eres capaz de acabar con él si te lo propones, Noah.

—Pero estoy muriendo... —murmuro desviando la mirada.

—Lucha. —espeta—. Lucha contra la energía, es tu cuerpo y no puede tomarlo, debes domarla —dice retrocediendo, su tacto me abandona y las lágrimas llenan mis ojos—. Debo irme...

Comienza a caminar hacia la luz que la alumbra a lo lejos e intento seguirla, pero cuando toco su mano me empuja tan fuerte que caigo al suelo.

—Llegas  a poner un puto pie en el puto Más Allá y voy a partir tu fantasmagórico culo, ¿me oíste, Noah Ward? —escupe señalándome con su dedo índice.




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