Los Brazos de Morfeo.

24.

Loki:

—¿Tú estás traicionando a Odín? —musito con sorna—, ¿el hijo favorito?

—¡Yo no estoy traicionando a nadie, Loki!, No dejaré que el ingenuo de mi padre destruya el mundo, no dejaré que nuestro ejército sea usado para ésta conquista sin sentido —espeta, sus ojos azules son fuego en este momento—. Nuestro tiempo de veneración ha pasado. Los humanos merecen creer en lo que se les venga en gana.

—¡Eres un traidor!, Tu deber como hijo es obedecer a Odín, ¿a quién diablos le importa los humanos?

—Sin ellos jamás habríamos existido, estúpido, tú no entiendes. Hay una fuerza muy grande en este mundo que permitió existir el nuestro, sin la fé de los humanos jamás habríamos existido —exclama sacudiéndome un poco—. Zeus lo único que quiere es poder, ¿acaso crees que nuestro padre gobernará con él?, Maldita sea, Loki, ¡despierta!, Zeus lo matará cuando tenga lo que quiere.

Sus palabras queman sobre mi, pero realmente ya lo sabía. Lo supuse desde el primer momento.

Recito para mis adentros unas palabras en mi idioma natal y mi mano se ilumina, dejando aparecer mi espada.

—No dejaré que arruines la única oportunidad que tengo para hacer sentir a papá orgulloso —espeto y él me empuja.

—Oh, vamos, Loki, ¿Qué harás?, Tal vez con la lengua seas hábil pero no sabes ni dar un mísero golpe decente —dice con esa insoportable sonrisa de suficiencia de siempre.

—Veremos si dices lo mismo cuando le cuente a padre lo que estás haciendo —Sonrío—. ¿Por qué tanto interés por la Nefilim, eh?, Primero la salvas de la muerte, luego la tratas diferente a los demás prisioneros —espeto y una sonrisa ladeada se forma en mis labios—. No sabía que era tu tipo.

Apenas termino la frase, siento su martillo estrellarse contra mi estómago, el dolor abrazados me corroe mientras soy lanzado hasta el otro lado del vacío apartamento.

No tengo mucho tiempo a reaccionar antes de que un rayo me ataque, enviando una descomunal descarga eléctrica a través de todo mi cuerpo. Un grito de dolor se construye en mi garganta, pero no puedo dejarlo salir porque Thor me toma del cuello y me levanta de los escombros.

—No hagas las cosas más difíciles, Loki, deja a la Nefilim por ahora. Aún no es tiempo —dice mirándome con sus ojos azules que tanto le envidio—, no me hagas matarte.

Una risa cínica me consume, no sé de dónde saco las fuerzas para reírme, pero de todas formas puedo sentir el familiar y abrasador dolor de mi cuerpo sanando.

—¿Tú?, ¿matarme?; Oh, vamos, Thor, no tienes las agallas.

Y cuando siento la fuerza en mi mano, mi espada –que había soltado cuando me lanzó lejos–, vuelve a mi palma y de un rápido movimiento, clavo hasta el fondo la hoja en el pecho de mi hermano.

La sangre se le escapa por sus labios y me suelta para tambalearse hacia atrás y finalmente, cae sentado.

—Yo sí te mataré —espeto arrancando la espada de su carne, él suelta un alarido de dolor y yo limpio la hoja con un pañuelo que tenía en el bolsillo.

—Estás cometiendo un error, Loki... —Logra decir.

—Uno del que no me arrepentiré, al fin ocuparé el lugar que me pertenece al lado de padre y te sacaré de mi vida —digo caminando hacia su martillo, lo levanto como si no pesara nada y me giro para ver el rostro sorprendido de Thor.

—Nadie más que yo puede sostenerlo...

—El martillo iba a ser para mi, pero padre te prefirió a ti, el martillo reconoce a su verdadero dueño, hermano —Sonrío.

—Eso no te pertenece —exclama, la herida en su pecho se cierra y se levanta—, ¡Devuélvelo!

—Ven por él, Thor.

Él quiere acercarse, puedo sentir la energía y la fuerza del rayo fluir por el martillo y por mis brazos, le arrojo el artefacto y no tiene tiempo a esquivarlo.

Sale disparado hacia la calle nuevamente y yo no pierdo tiempo en seguirlo.

Oigo los gritos de la gente, las sirenas de policía, junto con los bomberos y ambulancias se acercan, debo apresurarme antes de que los humanos comiencen a estorbar.

Aterrizo sobre un auto, Thor se ha estrellado contra el suelo. Voy a rematarlo, cuando percibo la energía de la Nefilim cerca, miro a mi izquierda y la diviso caminando hacia nosotros, arrollando con todo a su paso. Estiro la mano y los imanes mágicos que conseguí por contrabando, atraen al martillo hacia mi palma.

Es impresionante lo ingenuo que puede ser Thor.

—Despídete, hermano —musito levantando el martillo con bastante esfuerzo.

Él me mira con su rostro demacrado y justo cuando estoy por golpearlo, alguien me arroja al suelo.

Un torrente de energía golpea a un autobús justo detrás de mi, si no me hubiesen empujado, me habría golpeado.

Ella sigue caminando, agrietando el suelo y totalmente fuera de sí.

—¿Qué mierda? —murmuro incorporándome, me encuentro con unos ojos grises mirando directo a los míos—, ¿Quién eres?

El joven de cabello castaño me suelta –me tenía sujeto por la cintura–, y se levanta limpiando el polvo que ensució su ropa.

—¡Sacha! —grita alguien a sus espaldas y entonces veo como un ángel desciende desde las alturas—, Noah no reacciona...

—Lo sé, el Espíritu Santo ha tomado el control de su cuerpo, no se puede hacer nada más que esperar a que ella misma salga de eso... —dice mirándolo.

—Debemos frenarla, está causando un desastre —dice un chico rubio apareciendo junto al ángel.

Entonces miro hacia donde se supone, estaba Thor, el martillo ha desaparecido de mis manos y mi hermano también.

—¡Mierda! —exclamo levantándome, estaba tan distraído mirando al castaño que olvidé lo de Thor.

Miro a mi alrededor, completamente furioso, buscando al dios, pero no está, tampoco puedo percibir su presencia.

Se ha ido.

Mi oportunidad de acabarlo se ha ido.

—¿Y ése quién es? —exclama el rubio señalándome con asco.




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