Los Brazos de Morfeo.

25.

Noah:

Mi vista se fija en un punto negro acercándose hacia mi y, cuando está lo suficientemente cerca, veo que es Morfeo.

Pero desprende un aura oscura, sus ojos están completamente negros, sus labios morados y su piel está blanca como la nieve.

—¿Morfeo? —murmuro, retrocediendo unos pasos, pero su puño conecta con mi abdomen a una velocidad y con una fuerza tan abismal que salgo completamente disparada fuera de la terraza.

El intenso dolor se concentra en la zona golpeada, mientras me ahogo con mi propia sangre. Veo al dios del sueño descendiendo hacia mi, ambos estamos cayendo en picada directo hacia el duro pavimento.

La sensación de vértigo me supera, mientras que intento procesar lo que sucede y lo que puedo hacer.

"Está poseído.", Dice la voz del Espíritu Santo en mi cabeza, "Debes matarlo antes de que él te mate."

—No puedo matar a Morfeo... —exclamo.

Entonces su puño vuelve a impactar contra mi, me sujeta por la cintura y me arroja contra el edificio, causando que mi espalda se destroce contra las paredes del lugar.  Un grito ahogado se construye en mi garganta mientras observo, atónita, como él comienza a acercarse a mi.

Mi corazón late con tanta fuerza que temo a que se salga de mi pecho, puedo sentir los huesos de mi columna volviéndose a unir y el dolor punzante que eso causa.

"Voy a matarlo."

«¡No lo harás!»

"Va a matarte y va a absorberme. No pasaré de ser el ciervo de una niñita a ser el de una especie de demonio."

—Noah —dice, con una voz que no reconozco.

Se acerca y vuelve a sujetarme con sus gélidas manos, miro de lleno sus ojos negros, nunca había visto algo así, ni siquiera en alguien poseído por un demonio.

Esto va más allá de eso.

—¡Morfeo, basta! —exclamo, mientras siento el ardor en mi garganta y se me dificulta cada vez más respirar.

Siento la energía proporcionarme un cosquilleo alrededor del cuerpo, la fuerza concentrándose en mis puños y le doy un golpe lo suficientemente fuerte como para que me suelte.

Mis ojos se fijan en el agujero que dejó mi impacto contra el edificio y sin pensarlo dos veces, corro lo más rápido que me dan las piernas hacia allí.

Me trago cualquier miedo que pueda causarme y, simplemente, salto.

Puedo sentir el aire filtrarse por todo mi cuerpo, mientras caigo en picada, nuevamente hacia el suelo; cierro los ojos con fuerza, a la espera del intenso dolor por el impacto, pero entonces, unos brazos me atrapan y soy elevada nuevamente.

—Te dije que ahora sería tu ángel guardián —dice Nale, sonriendo de lado.

Creo que nunca estuve tan feliz de ver a un ángel. Mi vista se fija en el edificio del cual salté y veo a Morfeo allí, buscándome con la mirada.

Mis ojos se cruzan con los suyos, pero cuando está por saltar hacia nosotros, algo lo ataca. Lo único que alcanzo a ver, es un destello dorado antes de que Nale comience a descender.

—¿Qué fue eso? —exclamo mirándolo a sus ojos azules.

—Santiago se encargará de Morfeo, los demás están abajo —explica mientras descendemos.

Sus enormes y relucientes alas blancas vuelan con elegancia y algo de prisa.

Cuando mis pies tocan el suelo, el alivio me inunda. Oigo que Nale intercambia unas palabras con los dioses frente a mi, pero no puedo parar de pensar en lo que acaba de pasar.

—¿Qué le ha pasado a Morfeo? —pregunto mirándolos—. Comenzó a atacarme...

—¡Oh, mierda!, ¡Creí que no lo vencerías! —exclama Sacha abrazándome de repente.

Su contacto repentino envía un escalofrío repulsivo a lo largo de mi cuerpo y quiero alejarme. Pero me recuerdo que no es momento para recordar eso.

No es momento para decir lo que sucedió.

"Débil.", Dice con sorna la voz del Espíritu Santo.

«Cállate.»

Lentamente rodeo al guardián con mis brazos, mientras lo único que realmente quiero, es que se aleje.

—Cuanta confianza me tienes, Sach... —musito con sarcasmo y finjo una leve sonrisa.

Tsukoyomi me observa, luce completamente diferente, sus ojos brillan en una llama color salmón, trae una katana entre sus dedos y marcas en letras japonesas por todo el cuerpo, a excepción de su cara.

Su mirada es un misterio.

Todavía traigo su camiseta, pero está bastante rota y sucia.

Sacha me suelta cuando oímos unos gritos desde detrás del Dios japonés. Él se gira, completamente sorprendido y yo retrocedo un paso.

"Morfeo va a matarte. El chico que lo atacó no podrá con él."

—Ya déjame... —murmuro abrazándome a mi misma, en busca de mi propia calidez.

"Voy a matarlo antes de que te mate a ti. No seré su esclavo."

Un intenso dolor de cabeza me azota y llevo mis manos a mi cabello.

—Ya basta... —chillo en voz baja mientras sigo retrocediendo.

Por suerte, todos están muy distraídos con lo que está pasando con unos policías, por ende no distinguen mi intenso malestar. Loki también está presente, cosa que me extraña bastante.

Mi vista se nubla y el dolor se intensifica, pero muerdo mi labio lo más fuerte que puedo para intentar no gritar.

"Dame el control."

«No dejaré que lo mates.»

"No era una pregunta."

Y entonces, todo se vuelve negro. Estoy en el mismo lugar que antes, sumida en la plena oscuridad. El frío me recorre mientras doy un paso en lo negro de mi mente.

—¡No lo mates! —exclamo—, ¡Por favor, no lo hagas!

La desesperación se arraiga en mi sistema, mientras que miro la marca en el interior de mi muñeca. Quema.

—¡Ya para! —chillo a la oscuridad—, ¡No me conviertas en su asesina! —Se me quiebra la voz y caigo de rodillas.

—Llorando y gritando solo demuestras lo débil que eres —Su voz retumba en mis oídos.




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