Los Brazos de Morfeo.

27.

Skadi:

Mis ojos se abren lentamente, la luz de la habitación en la que estoy se filtra en mi vista y parpadeo varias veces para acostumbrarme a su intensidad.

Estoy en una de las habitaciones de la mansión del Dios japonés, lo sé porque realmente todas son muy parecidas.

Cuando los recuerdos de lo que pasó antes de mi inconsciencia suceden, la desesperación se arraiga en mi sistema.

-No... -murmuro levantándome de la cama, entonces noto que no tengo mi camiseta de ayer, sino otra mucho más grande, frunzo el ceño mientras intento procesar lo que está sucediendo.

-No debiste meterte con Perséfone, Skadi -dice Loki saliendo del baño del lugar-. Se lo han llevado.

Sus palabras caen sobre mi como cuchillos, no me interesa porqué me ayudó, no me interesa traer su remera, no me importa en lo más mínimo el dolor que aún siento en mi costado.

Me levanto, y salgo corriendo.

Mis pies descalzos corren por toda la casa, hasta que encuentro la puerta que da al exterior.

Sé que Sheri debió haberlo llevado al mismo lugar que la otra vez, así que comienzo a correr, abriéndome paso entre la gente que se cruza en mi camino. Aquél motel está a una calle de la mansión, así que no tardo mucho en llegar.

Ni siquiera paro ante los gritos de la recepcionista, solo corro hacia el pasillo, en busca de la presencia de Sheri, hasta que encuentro la habitación y de una patada la derribo.

El lugar está destruido, hay hielo por todas partes, el espíritu invernal se ha desvanecido y Jasper no está por ningún lado, lo único que queda, es su tablet en el suelo, completamente destruida.

Un grito se me escapa, mientras caigo de rodillas al suelo, las lágrimas caen a torrentes por mi rostro, sin que pueda hacer nada al respecto.

—¡Jasper! —exclamo golpeando el suelo con mis puños.

«¡¿Por qué lo dejé aquí?!, ¡¿por qué, por qué?!»

Unos brazos me rodean desde atrás y lucho levemente para liberarme de aquél agarre cálido que en éste momento, me quema y duele como nunca.

—Tranquila —dice Loki arrodillándose frente a mi—, todo estará bien...

—¡No te me acerques! —chillo levantándome—. No quiero que te me acerques, Loki...

Sus ojos azulados me escanean, sin saber qué más decir.

—Perséfone no es más que una perra desgraciada, Skadi, nunca debiste meterte en su juego —dice dando un paso hacia mi—, ella está del lado de Zeus, pero yo sé que tú estás cambiando de bando.

Lo miro, entre las lágrimas que inundan mis ojos y la desesperación que se filtra en cada parte de mi cuerpo.

—Yo...

—Sé que no congelaste a los dioses como dijiste, sé que dudas, sé que no quieres hacerles daño —musita acercándose—. Sé que lo que buscas es calor, Skadi.

-Se llevaron a mi hijo a aquél horrible lugar... -Mi voz sé quiebra-. S-Se llevaron a mi bebé, ¿qué se supone que haga ahora? -sollozo y él me abraza-, ¡No puedo seguir si no lo tengo cerca!

-Shh, tranquila, ya se solucionará... No le harán daño...

-Siempre y cuando haga lo que dicen -musito.

-También me han arrebatado algo para extorsionarme, debemos acabar con la misión, conseguir toda la información sobre el plan de Morfeo que sea posible, llevarnos a la Nefilim y ya está -dice acariciando mi cabello con su mano-. Sigue inconsciente, no será difícil.

-Sí, ya es hora de acabar con esto.

«La vida de mi hijo siempre estará primero que ellos.»

========

Hades:

Siento que mi cabeza va a estallar de lo estresado que me siento, los demás dioses andan hablando sobre lo que pasó con Morfeo y Noah, piensan que van a salirse nuevamente de control, creen que son un gran peligro.

Yo creo que deberían irse al diablo.

El verdadero peligro empieza con Z y termina con S. Mi hermano y su influencia hacia las demás personas es el verdadero problema.

Otra de mis molestias es que no pude encontrar a Skadi por la casa, pregunté por ella, pero nadie sabe dónde está. Tampoco saben dónde está Loki, tal vez estén juntos.

Ellos son del mismo mundo después de todo...

Necesito hablar con ella, siento que la incomodé con aquella escena entre Perséfone y yo, aunque seguramente esté equivocado.

Morfeo y Noah siguen sin despertar, recostados en la misma cama, completamente pálidos, como si estuvieran muertos, pero siguen respirando. Si mi hermano destruyó a Fantaso y Fobetor, no hay mucho que se pueda hacer sobre la oscuridad que atormenta a mi amigo, por más que sea purificado, volverá a suceder. Todo eso volverá a pasar, posiblemente cada vez más rápido.

Soporta el peso de las pesadillas de la gente, soporta la oscuridad, los miedos y la crueldad de otros. Es un peso muy grande. Uno no muy distinto del mío, cada alma que he llevado al Inframundo, ha volcado todo su odio en mi, formando una grieta en mi alma que parece hacerse cada vez más grande. Dudo que la oscuridad me consuma, puesto que soy capaz de soportar todo ésto, aunque hubo algunas veces que me salí de control.

En cambio, mi amigo compartía el peso con los otros oniros, impidiendo que la oscuridad lo consumiera. Ahora no es más que una aspiradora de espíritus malignos; no solo absorbió las almas de la katana legendaria de Tsukoyomi, sino también las que había en la guadaña de aquél ángel caído, Santiago.

-¿No hay respuesta? -pregunto a Tsukoyomi al ver que sale del cuarto donde está Morfeo.

-No... Hemos tratado muchas cosas para intentar meternos en la mente de alguno de los dos, pero no podemos -dice con decepción y me mira a los ojos-. Hay algo que me ha tenido preocupado últimamente, se trata de Noah.

-¿Qué pasa con ella? -Alzo una ceja, esperando su respuesta.

-El otro día la encontré en la ducha de mi habitación, desnuda, llorando sentada en el suelo, estaba muy golpeada y ensangrentada -explica y abro los ojos como platos-. Ella no quería que la tocara, no quería que le dijera a nadie lo que pasó y si la podía dejar en mi habitación. No comía, no hablaba casi nada... No quería decirme qué fue lo que en verdad sucedió...




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