Noah:
No puedo parar de temblar, no puedo dejar de pensar y temer lo que vayan a hacerme. He llorado como la débil que soy porque tengo miedo.
Creí que ésto no pasaría de nuevo, creí que nunca más tendría que volver a pisar éste lugar.
Él lo prometió, me prometió que nadie me haría daño, prometió que los haría pagar...
Morfeo, ¿siquiera habrás despertado de tu sueño?, ¿siquiera estarás bien?...
No poder saberlo me enferma, no poder tener a nadie de ellos cerca me lastima; porque si yo no puedo protegerme a mi misma de la violencia que azota cada centímetro del lugar, ellos podrían ayudarme.
Ni siquiera sé cómo demonios llegué aquí en primer lugar, desperté aquí y nada más. No recuerdo mucho de lo sucedido antes de quedar inconsciente, más que estaba atacando a Morfeo y que ambos nos desmayamos.
De la nada aparecí en el infierno, uno del que no podré salir por mi cuenta. El Espíritu Santo no se ha manifestado aún y para mi, es alarmante.
Han pasado dos días.
Nadie ha entrado en mi celda desde que Zeus se marchó, cosa que agradezco demasiado. Me han dado algo de pan y agua, pero nada más que eso.
La noche aquí es tan fría como la recuerdo y lo único que me abriga es un camisón simple y gris que, de alguna forma, alguien me puso; pero la tela ni siquiera sobrepasa mis rodillas, así que el frío trepa por cada centímetro de mi piel, causando que se me ponga la piel de gallina.
Dudo que los dioses me hayan entregado, dudo que Sacha lo haya permitido... Algo tuvo que haber pasado para que Zeus pudiera tenerme aquí de nuevo.
«¿Y si hubo un ataque?»
Es posible que los hayan atacado y me secuestraron en el proceso... ¿Y si están gravemente heridos?
No puedo creer una sola palabra que salga de la boca de Zeus, jamás creería que ellos me entregaron o que no vendrán por mi.
Me necesitan.
Dijeron que me necesitan...
"Si te caes y no estoy para levantarte, los otros estarán." Sus palabras se oyen en mis recuerdos y abrazo más contra mi mis rodillas. Hundo mi cabeza entre ellas y suspiro.
El ruido del metal de los barrotes siendo golpeados me hace levantar la cabeza. Me encuentro de lleno con alguien que nunca había visto antes, un joven con una vestimenta ostentosa y de muchos colores, con unos lentes de sol y el tatuaje de una pequeña rosa en su pómulo izquierdo.
—Vamos, vamos, Nefilim, tenemos cosas que hacer —dice con voz cantarina mientras retrocede para que uno de los guardias abra la puerta de la celda.
Frunzo el ceño sin entender qué es lo que sucede, mientras que el joven se acerca a mi y con un toque de sus dedos, deshace mis cadenas.
—¿Y tú quién eres? —exclamo con desconfianza mientras me echo para atrás.
—¿Nunca me habías visto? —exclama ofendido—. Por los dioses... Soy Eros.
—¿Tú?, ¿tú eres el famoso Eros?
—Sí, y Zeus me ordenó que haga algo con tu apariencia, te ves asquerosa, niña.
—¿Zeus, qué? —murmuro confundida.
—No puedes estar junto a él con esas fachas, sería una vergüenza, ni el más vulgar de los esclavos debería estar en ese estado.
—¿Estar a su lado? —Rio con incredulidad—, Prefiero que me torturen.
—Me advirtieron que eres algo estúpida, sí... No estoy para retrasos, mi ciela, así que o cooperas, o cooperas. No hay otra opción —dice jalando de mi brazo hasta que me pone de pie—. Vamos, tenemos mucho que hacer.
La indignación y la confusión aparecen en mi mente, mientras soy arrastrada por el colorido Dios fuera de mi celda.
¿Qué planea Zeus?, ¿qué harán conmigo?
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—Niña, tu cabello es tan asqueroso... ¿Acaso lo cortaste tú misma? —exclama Eros mientras toma unas tijeras.
—¿Qué crees que vas a... ? —exclamo intentado moverme fuera de su alcance, pero las cadenas que me sujetan a la silla me lo impiden.
—Voy a emparejarlo, cariño, si no sabes cortar derecho, ¡No lo hagas directamente! —Me regaña y toma un mechón de mi cabello—. Tranquila, sé lo que hago.
Comienza a cortar mi cabello, mientras la impotencia y la desesperación comienzan a treparse por mi ser; no me gusta estar encadenada de ésta forma, no quiero estar aquí, no quiero hacer nada de lo que Zeus quiere.
No puedo soportar estar aquí...
—¿Quieres cambiar esa expresión de horror, mi ciela?, Ni que te estuviera dejando calva.
—No quiero estar aquí... —murmuro.
—¿Quién querría? —ríe—, Éste lugar está tan podrido como un cadáver de cien años. Pero no se puede hacer nada, solo resistir e ignorar para no meterse en líos —musita y se quita los anteojos, puedo ver por el espejo que tiene una cicatriz en ambos, en vertical, no deben medir más de cuatro centímetros de largo cada una—. Sino puedes terminar así o peor.
Me quedo callada, mientras él sigue cortando mi pelo, hasta que queda un poco por sobre los hombros.
—He hecho un milagro, al igual que siempre —Sonríe con satisfacción y aplaude dos veces.
Con ese gesto, la puerta de la habitación se abre y entran tres mujeres.
—Bien, chicas, manos a la obra, déjenla lo suficientemente hermosa como para que parezca una diosa, pero no lo suficiente, no queremos problemas con Hera —Rueda los ojos cuando menciona el nombre de la esposa de Zeus.
Las chicas se acercan a mi, lucen trajes bastante pequeños que no dejan casi nada a la imaginación, cada una tiene el cabello atado en un complejo peinado compuesto por trenzas y hebillas de oro.
Me desatan fácilmente y cuando tocan el camisón que traigo puesto las empujo.
—No me toquen —chillo—, que nadie lo haga. ¿Qué quieren hacerme?, No dejaré que me toquen...
—Mi señor, si ella no coopera, solicito permiso para tomar las medidas necesarias para que lo haga. —dice una de ellas, sus ojos oscuros son penetrantes y aterradores, su piel trigueña hace contraste con su traje blanco.