Los Brazos de Morfeo.

33.

Noah:

Mi cabeza da vueltas y vueltas, el dolor agudo en mi frente me hace temblar, mientras mis ojos se abren lentamente para descubrir que estoy en la celda nuevamente. Aún llevo aquel traje ridículo.

Los recuerdos sobre lo que pasó me llenan de esperanza, aún tengo poder dentro de mí, no podrán lastimarme tan fácilmente.

Las cadenas me aprisionan nuevamente, pero no me importa. Saber que no estoy del todo indefensa me alivia muchísimo.

-¿Cómo te encuentras? -pregunta Thor acercándose a los barrotes.

-Tú me golpeaste.

-Y tienes suerte de que haya sido yo y no otro -dice, tiene su cabello rubio mojado, su camisa medio abierta y unos pantalones sueltos de chándal-. Creí que el minotauro te mataría.

-Asesinaste a Emeraude -espeto con odio y su expresión cambia, llevada por la sorpresa y preocupación.

-Noah...

-¡No te atrevas a decir mi nombre! -chillo mirándolo con odio-, Eres un asesino, un monstruo... ¿Por eso eras amable conmigo?, ¿por culpa?, Eres una basura.

-No lo entiendes... -murmura mirándome a los ojos y suspira, mira a su alrededor para asegurarse si hay alguien cerca y susurra:-. Puedo sacarte de aquí, Noah.

-¿Qué? -murmuro-, ¿Piensas que caeré en tus mentiras?, No te quiero cerca.

-Puedo llevarte a un lugar seguro...

-No me interesa ir contigo, Morfeo vendrá por mi. -exclamo.

-Noah... -Comienza, pero una mano en su hombro lo interrumpe.

-Creí que estarías con tu padre, Thor -dice Zeus con una sonrisa maliciosa.

-Quería hablar con la Nefilim, tal vez quitarle algo de información sobre los pasos de Morfeo.

«Hasta yo miento mejor...»

-¿Eso hacían? -dice sin creer una palabra, estoy segura de que lo oyó todo-. Tu padre te quiere ver en su habitación, ahora, te recomiendo que te apresures.

-Bien -asiente el rubio y se marcha por el pasillo.

-Gran espectáculo el de anoche, Nefilim -dice Zeus mirándome, abre la celda y entra-. Asesinar a un minotauro no es tarea sencilla.

-Imagina lo que pasaría si lo intentara contigo.

"No seas engreída." La voz del Espíritu Santo se abre paso en mi mente y sonrío para mis adentros, pero en el momento que Zeus me toma del pelo, el miedo trepa por mi cuerpo.

-Cariño, tú no podrías ni rasguñarme -dice con una horrible sonrisa-. Voy a divertirme un rato contigo.

Con un toque, las cadenas se desvanecen y jala de mi cabello con una fuerza alarmante, hasta que me pongo de pie. El dolor intenso en mi cuero cabelludo me da ganas de gritar, pero me contengo y lo sigo.

-La última esclava humana fue asesinada por Hera -dice como si fuera una anécdota agradable-, era tan llorona e inútil, compórtate y tal vez no corras la misma suerte.

-Prefiero morir que ser tu esclava. -espeto.

-No me interesa lo que prefieras, te deseo, Nefilim y siempre obtengo lo que deseo -dice a mi oído y la repulsión se cola en mi sistema, junto con el miedo.

-Ésta vez no será así -exclamo sintiendo la energía fluir a través de mi, con una fuerza inhumana logro atinarle un golpe, pero la fuerza me abandona y mis piernas flaquean.

Una tos me envuelve, mientras me quedo sin aliento en el suelo, sufriendo un fuerte dolor en el pecho.

"No estoy completo, si no tengo toda mi forma, no puedes utilizarme. Solo fuerzas tu ridículo cuerpo mortal, morirás si lo sigues intentando, Nefilim. No tienes el poder. " Explica el Espíritu Santo y quiero gritar de frustración.

-¿Creíste que podrías?, ¿en verdad lo creíste? -Se burla Zeus con una risa psicótica y siento su pie enterrarse en mi estómago, impidiendo que el aire entre en mis pulmones.

Lucho por respirar, pero él vuelve a tomarme del cabello y me arrastra por el pasillo del calabozo. Alcanzo a ver uno completamente congelado y frunzo el ceño, pero no llego a distinguir quién está ahí adentro.

-Zeus -Oigo la voz de Eros, se oye sorprendido.

-Ten, déjala presentable, no puedo follarme a una mendiga. -dice arrojándome contra el pecho del Dios.

Mi cerebro rebobina una y otra vez sus palabras, mientras el miedo y la rabia me consumen.

Va a hacerlo de nuevo.

Va a destrozarme nuevamente, no puedo dejar que eso pase, por más que muera no dejaré que me haga eso.

Mi cuerpo me duele demasiado, y siento que colapsaré en cualquier momento. Los ojos de Eros se fijan en los míos y veo la lástima en ellos. Posa una mano en mi espalda y otra en mi hombro para que no caiga al suelo.

-La quiero lista en media hora, o sino recibiré tu mano en una bandeja -espeta Zeus y se marcha.

Estoy temblando, no puedo tomar el control de mi cuerpo, mientras los recuerdos de la otra vez me azotan terriblemente, mientras el dolor profundo se filtra en mi cuerpo e me hiperventilo con fuerza.

-No... Te mueras ahora, por favor -Él intenta sonreír, pero falla en el intento-, vamos, necesitas un baño caliente, y tranquila, ésta vez será sin ninfas.

No digo nada, mientras me lleva por los pasillos en silencio. Se ve intimidado, sus manos también tiemblan y no puede mirarme a la cara.

-¿Por qué Zeus te hizo eso? -pregunto para romper el hielo.

-Digamos que... Le jugué una broma pesada, hice que su esposa se acostara con Poseidón y claro, él puede acostarse con todo lo que se mueve pero Hera no puede tener algo de diversión, es tan idiota -Rueda los ojos-. Me lanzó un rayo a la cara y lastimó mis ojos. Un rayo de Zeus es tan poderoso, que la herida nunca sana del todo.

-Es un infeliz -murmuro.

-Escucha, yo no tengo nada contra ti o contra Morfeo, pero no quiero morir, así que si Zeus me pide que te golpee hasta la muerte, te advierto que lo haré -dice sin mirarme-. El Dios nórdico, Thor, debería aprender a ser más disimulado, hasta yo escuché lo que dijo; tiene suerte de ser el hijo de Odín, pero Zeus no tardará en encargarse de él.




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