Los Brazos de Morfeo.

38.

Kol:

Camino por los pasillos de la ONP, hasta que llego a la oficina de Georgina, mi jefa. Me mira con sus ojos celestes y me indica que me siente frente a ella.

—¿Has visto el vídeo? —pregunta.

—Sí, es viral en el mundo —digo cruzándome de brazos—, la humanidad se ha vuelto loca con esto.

—Los hackers se están encargando de eliminarlo de la internet, pero lo importante aquí, es que tomaremos cartas en el asunto.

—¿Planea contactarlos?

—Así es, los he localizado en las afueras de Tailandia, en una casa casi en el medio de la nada. Eres nuevo aquí, Kol, irás con los demás novatos y Allen Webster —informa—. Hay rumores de que los Dioses planean algo muy grande, algo peligroso y si la humanidad está en peligro, debemos actuar.

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Morfeo:

Cadenas compuestas por energía pura me retienen y lucho por liberarme, mientras Hipnos toma a Hades en sus brazos, como si no pesara absolutamente nada.

—¡Hipnos, no! —exclamo mientras lágrimas ardientes deshacen por mis mejillas—, ¡Por favor, no te lo lleves!, ¡Llévame a mí!

—Cierra la boca, Morfeo —Me espeta depositando a Hades en el suelo para acercarse a mí—, tú causaste esto.

—Yo no... —Comienzo, pero su mano impacta con mi mejilla con una fuerza terrible.

—Reacciona, estúpido, mira en lo que te estás convirtiendo, asesinaste a tu mejor amigo —dice tomándome por el cuello de mi remera—. Arrancaste las alas de ese pobre ángel que solo quiere salvar a la Nefilim, le mentiste a esa pobre chica, ¿quieres saber lo que le ha pasado?, ¡Ha muerto!, ¡La torturaron hasta la muerte y todo porque tú no puedes cumplir una simple promesa!, ¡Porque tú no sabes luchar!, Yo te amo, Morfeo, pero la cagaste, y ahora debes asumir las consecuencias.

La noticia de que Noah ha muerto me duele, pero la situación que enfrento en éste momento es mucho peor.

Siento la energía fluir a través de mi e intento liberarme de las cadenas, pero Hipnos es quien las refuerza ésta vez, dejo de luchar, porque enfrentarse al Dios de la muerte no sirve, su poder y el de Tánatos son hasta mayores que los de Zeus.

—Hipnos te lo suplico —exclamo apretando mis puños.

Los murmullos de las voces hacen que mis oídos piten de una manera horrible.
Veo como ella se agacha junto a Hades y el grito de una voz conocida a mis espaldas, pero ni siquiera quiero mirar.

Recuerdos sobre todo lo que pasé con Hades me torturan y lucho nuevamente con todas mis fuerzas para liberarme, pero no lo logro y cuando los labios del Dios tocan los de mi amigo, me desmorono en la oscuridad.

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Hace horas que estoy en ésta habitación vacía, encadenado por Hipnos, rendido en la oscuridad fría. Las voces no dejan de torturarme, de causar dolores insoportables en mi cuerpo, de gritarme asesino.

Las lágrimas no paran de caer por mis mejillas, mientras no paro de pensar en todo lo que ha pasado. Por mi estupidez, por mi insensatez y por mi egoísmo he asesinado a dos personas y dejé lisiado a Nale.

Noah ha muerto, ¿Quién sabe en qué horribles condiciones lo ha hecho?, ¿Quién sabe qué tanto sufrió?, Le prometí tantas cosas, cosas que creí que sí cumpliría porque no esperaba que todo eso sucediera. Creí que terminaría luchando junto a nosotros con ese poder tan masivo, y resulta que lo terminé absorbiendo.

De todas formas ir al Olimpo me resultaba una idea demasiado arriesgada solo para rescatarla, pero de solo pensar en sus gritos pidiendo ayuda, preguntándose porqué no íbamos por ella... Me lastiman.

Oh, Noah... —sollozo y siento una presencia en la habitación.

Levanto la cabeza, intentando divisar a alguien, pero la oscuridad me lo impide.

—Debiste aceptar mi beso cuando tuviste la oportunidad, Morfeo —Oigo la voz de Tánatos.

—Lárgate, no quiero oírte ahora... —mascullo con molestia volviendo a bajar mi cabeza.

—Solo vengo a agradecerte por hacer lo que he intentado por tantos años, acabar con Hades —dice y las luces se encienden, permitiéndome verlo bien.

Su cabello blanco está despeinado y sus ojos tan inexpresivos como siempre. Lleva una mano a su bolsillo y saca unos cigarrillos.

—Toma —dice acercando uno a mis labios, pero me valgo de toda mi fuerza de voluntad para rechazarlo—. No te hagas el difícil, sabes que lo necesitas.

—Lárgate de aquí —espeto.

—Hoy estuve hablando con la Nefilim.

—¿Noah? —exclamo confundido—, ¿Está viva?

«Hipnos...»

—No por mucho, realmente, pero sí. Aunque Zeus casi la mata hoy, si no lo hubiese convencido de que no lo hiciera lo estaría —dice mirándome a los ojos—. Ustedes nunca supieron lo que le sucedió en Japón, ¿cierto?

—¿Qué? —pregunto frunciendo el ceño.

Una sonrisa cínica se forma en su rostro, es de las pocas veces que lo veo sonreír. Enciende el cigarrillo y lo pone en sus labios para darle una calada y soplar el humo en mi rostro.

—Zeus se infiltró en la casa de Susanowo y se hizo pasar por él para arrastrarla a una habitación —dice—, la violó, la golpeó y le dejó tirada allí para ver cómo evolucionaban las cosas luego, digamos que él sabía lo que ella trataría de hacer luego de eso.

Sus palabras caen sobre mi como un balde de agua helada. De repente, no tengo palabras.

Le prometí que no dejaría que la tocaran.

—Ese infeliz... —murmuro mientras la furia comienza a enloquecerme.

De tan solo imaginarlo, me dan ganas de asesinar a alguien.

—Y lo harán de nuevo si no te das prisa y mueves tu culo directo al Olimpo, Morfeo —dice Tánatos levantándose.

Con un chasquido de dedos, deshace las cadenas que me aprisionan.
No puedo dejar que más nadie muera por culpa mía, más allá de que luego de la guerra todo estará bien, no puedo permitir que sigan torturando a esa pobre chica de esa forma. La ví llorar, la ví destrozada por todo lo que sufrió y resulta que le ocurrió de nuevo y no estuve ahí para impedirlo.




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