Los Brazos de Morfeo.

39.

Morfeo:


Aparezco en una habitación con las luces apagadas, el olor a putrefacción inunda mis fosas nasales y me giro para intentar ver algo, pero no lo consigo, elevo mi mano y utilizo algo de fuego para iluminarme.

Aquí puedo usar mis poderes.

Me encuentro con el lugar que utilizan para esconder el alimento de los gigantes de Asgard, humanos muertos.

La repulsión hace presencia en mí y no tardo en darme la vuelta e irme.

Los pasillos están vacíos, así que me muevo lo más rápido que puedo, debo encontrar a Noah.

Doblo en una esquina y entonces, un puño impacta contra mi rostro. Logro estabilizarme y cuando levanto la cabeza para ver quién lo hizo, me encuentro con Ares.

—¿Sabes?, Siempre quise dejar unos moretones en tu rostro, Morfeo —Sonríe de lado.

Hace tiempo que no lo veía, antes tenía el cabello rubio, ahora es negro, sus ojos naranja brillante reflejan la furia que siente en éste momento y su mirada engreída es señal de que no ha cambiado nada.

Sigue siendo la misma basura de siempre.

—Estoy buscando a la Nefilim que se llevaron, ¿la has visto? —pregunto con serenidad.

—Eres un traidor, proteges a los humanos antes que a los tuyos —masculla y toma el arco enorme de su espalda, me apunta con una flecha de energía pura y bufo.

—Voy a preguntarlo una vez más, ¿Dónde está Noah?

Dispara la flecha, pero logro esquivarla a tiempo, el poder destructivo del proyectil causa una gran explosión. Siento la energía oscura moverse y mi ojo izquierdo arder mientras el poder toma posesión de mis extremidades.

La luz violácea que desprende mis manos me indica que puedo hacer uso de mis habilidades como Dios del sueño.
Ares se acerca a mí y dejo que me tome por el cuello, está por golpearme, pero le doy un cabezazo y permito que mis poderes penetren en su mente.

Cae al suelo, en medio de un ataque frenético de terror puro, cuando le hago ver todas sus pesadillas. Lo envuelvo en ellas, sin darle oportunidad de escapar de eso.

—¡Basta! —chilla y creo que nunca lo ví tan asustado en toda mi vida.

No pierdo tiempo y sigo por los pasillos, pero entonces, me encuentro a los guardias de Oro, dos de ellos sostienen a Noah por los brazos.

—Morfeo —habla la voz de Zeus—, te estabas tardando, muchacho, creí que no vendrías —dice saliendo de entre los guardias—. Aunque me temo que es algo tarde.

Al verlo, la repulsión trepa por mi sistema, miro a Noah y luego a ese infeliz nuevamente.

—Voy a destrozarte —espeto dando un paso al frente.

—Quiero verte intentarlo —Suelta una risa cínica y entonces el estruendo de un rayo me hace saltar hacia atrás.

Pero otro me golpea y me arroja lejos, mis costillas se hacen trizas contra el suelo y puedo sentir la electricidad torturar cada parte de mí, pero entonces, pierdo el control de todo.

Me levanto y el suelo tiembla bajo mis pies, camino hacia Zeus nuevamente, dejo que la energía oscura envuelva a cada uno de los guardias, apretando sus cuerpos hasta que las armaduras se rompen y sus huesos se destrozan.

—Interesante —comenta el Dios del rayo—, tienes tanta porquería dentro de ti, que hasta podrías atinarme un golpe.

—Vas a pagar lo que le hiciste —espeto y mi voz se distorsiona en una mucho más grave.

Él la levanta y camino hacia ahí, pero alza su mano para detenerme.

—Estoy seguro de que lo disfrutó —dice y acerca su rostro el cuello de ella, le susurra algo que no puedo escuchar y sus ojos azules se abren.

—¡Noah! —exclamo arrancandola de sus brazos y sosteniendo su rostro.

—Debo... Acabar dioses rebeldes —dice con la mirada perdida.

Puedo sentir el Espíritu Santo agitarse dentro de mí debido al contacto.

—¿Noah?, Soy yo, Morfeo... —digo pero su puño impacta contra mi mentón, tomándome por sorpresa.

Se para a horcajadas sobre mí y vuelve a golpearme.

—¡Noah!, ¡¿Qué haces?! —chillo intentando detenerla, pero es más fuerte que yo y veo como sus ojos se encienden en aquella luz celeste.

Pone sus manos en mi pecho y lo siento.

Esta absorbiendo al Espíritu Santo.

—¡Detente!

Mi cuerpo tiembla ante el suceso y la presión en mi pecho es tan alta, que percibo mis huesos aplastarse. Un gemido de dolor se me escapa, pero no quiero hacerle daño...

No más del que ya le hice.

—Noah... ¡¿No me recuerdas?!

—No. —Su respuesta es tan cortante y automática que me duele.

Las voces de las almas malignas dentro de mi gritan mientras tratan de no soltar la energía pura, pero no lo logran. Estoy perdiendo el control de mi propio cuerpo, va a pasar lo de la otra vez porque sin esa energía pura, no hay nada que calme a estos espíritus.

Me estoy asfixiando de una manera horrible, pero no puedo despegar mis ojos de los de la Nefilim.

«En verdad no me recuerda.»

Mi mano toma del cuello a Noah, sin que yo lo ordene. Estoy a punto de caer en el abismo nuevamente, pero logro meter mi otra mano en el bolsillo y alcanzar la varita.

«Debo salir de aquí antes de que pueda lastimarla...»

La parto y soy arrastrado hacia otro lugar, sin poder olvidar los ojos frívolos de ella sobre los míos.

«Llegué demasiado tarde...»

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Nale:

Todo me da vueltas, las náuseas me golpean duro y termino vomitando a mi lado, sé que sigo tirado en el césped, el dolor en mi espalda es tan fuerte, que ni siquiera me permite pensar con claridad.

La oscuridad sigue rondando mi cuerpo, por más que Morfeo ni siquiera esté aquí, siento como cala en lo más profundo de mí, como quema mi interior.

Oigo voces, pero no puedo identificar ninguna, se siente como si me hubieran atropellado tres camiones. Unas manos frías se aferran a mi rostro y lo elevan para encontrarme con unos ojos verdes.




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